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Non-fiction | Crítica SEFF
*** 'Non-fiction'. Sección Oficial (inauguración). Comedia, Francia, 2018, 108 min. Dirección y guion: Olivier Assayas. Fotografía: Yorick Le Saux. Intérpretes: Juliette Binoche, Guillaume Canet, Vincent Macaigne, Olivia Ross, Christa Theret, Pascal Gregory.
Interesado una vez más por hablar de la complejidad del presente cambiante (Demonlover), Olivier Assayas se transfigura aquí en astuto y ligero demiurgo de teorías y debates sociológicos sobre la contemporaneidad (burguesa) a la luz de la era digital, los nuevos hábitos de consumo cultural, el algoritmo, el papel de la crítica o la posverdad por boca de un puñado de personajes que juegan su particular comedia sentimental de ideas contrapuestas para el debate de sobremesa, las mentiras piadosas y los autoengaños.
Como si de la adaptación de un ensayo de Gilles Lipovetsky se tratara, Non-fiction reparte las cartas de sus múltiples conceptos de divulgación intelectual de actualidad entre un editor (Canet) que se debate entre el viejo mundo analógico y la (falsa) promesa del libro electrónico, su mujer (Binoche), una actriz atrapada en su papel de estrella popular de una serie de televisión policiaca, un escritor (Macaigne) algo desastre y un poco patético aferrado a sus tics autobiográficos y la pareja de éste (Gillibert), asesora de un político honesto.
Son estos los cuatro personajes centrales que Assayas cruza en distintos encuentros, relaciones, caminos y etapas, personajes de una verbosidad infatigable que comparten con su entorno, siempre intelectual, una misma devoción por el debate o la reflexión en voz alta sobre el devenir de un presente extraído de una revista cultural de tendencias.
Mucho más interesante (y divertida) cuando se deja de parloteo teórico-didáctico para acercarse a la personalidad hipócrita, irritante, infiel y falsaria de sus criaturas, Non-fiction no termina de situarse nunca, como ocurre a veces en el cine de Assayas, en un centro sólido desde el que reposar y exponer mejor su discurso centrífugo sobre el presente en marcha. Se agradecen eso sí los chistes a costa de Haneke o de la propia Binoche, aunque a la postre todo el brillante artificio reflexivo, el innegable brío narrativo y su propia puesta en abismo terminen por parecernos demasiado condescendientes con aquello de lo que habla.
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