Quebrar al hombre

La noche de 12 años | crítica

Antonio de la Torre interpreta a José Mujica en 'La noche de 12 años'.

Ficha

** 'La noche de 12 años'. Drama, Uruguay-Argentina-España, 2018, 122 min. Dirección y guion: Álvaro Brechner. Fotografía: Carlos Catalán. Música: Federico Jusid. Intérpretes: Antonio de la Torre, Chino Darín, Alfonso Tort, César Troncoso, Soledad Villamil, Silvia Pérez Cruz.

Esta no es una película de presidio cualquiera. Uno de sus tres personajes protagonistas, José Mujica, es hoy una de las personalidades políticas más respetadas y admiradas por la izquierda internacional, un referente moral capaz de dirigir las riendas de Uruguay (2010-2015) echando un pulso social a las dinámicas neoliberales del capitalismo y dando ejemplo con su propia actitud ética y estética, renunciando a los oropeles del poder y viviendo con la misma modestia de sus días previos al mandato.

Todo apunta a que esa singular personalidad política y humana de Mujica se forjó en los largos años de cautiverio (1973-1985) durante la dictadura militar uruguaya, después de ser perseguido y capturado como miembro activo del grupo guerrillero MLN-Tupamaros, y de ese periodo de aislamiento, torturas y vejaciones compartido con Mauricio Rosencof (Chino Darín) y Eleuterio Fernández Huidobro (Alfonso Tort) se encarga precisamente esta cinta algo suicida que busca un equilibrio entre la representación cruda del tiempo de confinamiento, soledad, degradación y resistencia y las escapadas que aireen el relato a través de flashbacks.

En esa doble dimensión se mueve la película de Álvaro Brechner (Mal día para pescar, Mr. Kaplan), y no siempre con mesura a la hora de conciliar una puesta en escena coherente: si los largos tramos de celda en celda están salpicados, especialmente en el caso de Mujica (Antonio De la Torre) de enfáticas visiones interiores, pesadillas, obsesiones o alucinaciones y se ven amenazados por la siempre peligrosa caracterización de postizos y maquillaje, las salidas al exterior tampoco destacan precisamente por el sentido de la contención, llegando incluso a abusar la espectacularización de la violencia o, como ocurre en algunos pasajes, cayendo en complacencia del montaje con canción.

Se hace más difícil así acercarse realmente a la buscada experiencia sensorial del tiempo, el aislamiento, el encierro, el deterioro, la desolación o la esperanza, una experiencia física que tiende a diluirse aquí en la obligación por el relato y la psicología.

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