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Memoria | Crítica

Tilda Swinton en una imagen de 'Memoria'.

Ficha

***** 'Memoria'. Drama-viaje. Col-Tai-Fra-Mex-RU, 2021, 121 min. Dirección y guion: Apichatpong Weerasethakul. Fotografía: Sayombhu Mukdeeprom. Música: César López. Intérpretes: Tilda Swinton, Daniel Giménez Cacho, Jeanne Balibar, Juan Pablo Urrego, Daniel Toro, Elkin Díaz, Agnes Brekke, Jerónimo Barón.

La presencia de Tilda Swinton, musa estelar del nuevo cine de autor, producción y rodaje en Colombia, un guiño a Jia Zhang-ke, a la sazón co-productor de la cinta. Muchas novedades y en realidad ninguna: sólo goce, misterio, búsqueda, forma y fascinación, en el nuevo filme del tailandés Apichatpong Weerasethakul, que sigue fiel a su universo y temas de siempre (de Tropical malady a Cemetery of Splendour), a su estilo pausado y riguroso, aquí más depurado si cabe, a sus encuadres y tiempos sostenidos, al diálogo entre los muertos y los vivos, entre la carne y el espíritu, entre lo animal y lo humano, entre la Tierra y el espacio exterior, entre el presente y el pasado, aquí pretérito insondable.

Mucho más allá de lo impresionista o lo sensorial, Memoria instala ya el elemento sonoro y sus múltiples texturas, volúmenes y matices en el epicentro de su trama y su forma desde su mismo arranque, con ese sonido, “una bola de hormigón que golpea una pared metálica rodeada de agua de mar”, que despertará en mitad de la noche a su médium entre dimensiones, una Swinton que atempera su tendencia al exceso y la máscara para entregarse con generosidad y castellano preciso, poético y cristalino a una mujer que busca e interroga.

Es ella quien, en su obsesión por el origen y la razón de ese sonido primordial y rotundo que resuena en su cabeza, hace caminar al ritmo preciso una película en la que la naturaleza y el cemento echan un pulso constante hasta desentrañar esa vía de acceso, táctil pero también sonora, que permita atravesar la superficie de las cosas e incluso los sueños para llegar a la sima de la humanidad, al origen mismo del tiempo.

Primero en Bogotá, luego en la selva amazónica, entre encuentros y conversaciones fantasmales, descensos abisales y cuadros de humor médico, Memoria roza la superficie de lo real para observarlo y escucharlo de nuevo por primera vez, atentamente, a través de un cuerpo-antena capaz de convocar todas las voces del mundo para proyectarlas sobre la gigantesca conciencia del universo.

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