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Nubes de verano

Los pequeños amores | Crítica

Adriana Ozores y María Vázquez en una imagen del filme de Celia Rico.

Ficha

**** 'Los pequeños amores'. Drama, España, 2024, 95 min. Dirección y guion: Celia Rico. Fotografía: Santiago Racaj. Intérpretes: María Vázquez, Adriana Ozores, Aimar Vega.

Con su título de resonancias eustachianas, el segundo largo de sevillana Celia Rico tras Viaje al cuarto de una madre prolonga el interés por las relaciones materno-filiales y hasta cierto punto la propia trama de aquella sutil y delicada cinta de debut.

La España rural y de los pequeños pueblos vuelve a ser el marco, entonces en unos tonos otoñales e invernales, ahora en pleno, crepitante y luminoso verano, para una historia de acercamiento forzoso (el accidente de la madre obliga a la hija a hacerse cargo) cocinada a fuego lento de roces, miradas, silencios y revelaciones entre dos mujeres que comparten un mismo espacio con unas evidentes dificultades de comunicación sobre las que resuena el pasado familiar.

Rico deja hacer por separado, escruta las rutinas de cada una de ellas, retrata sus caracteres a partir de la observación y los pequeños detalles. De fondo, una pareja de pintores se introduce en la casa como catalizadora de cambios y espejo de realidades. Los pequeños amores va construyendo así poco a poco esa apertura y ese acercamiento que de alguna forma estaba atenuado, liberando una emoción honesta y verdadera que también se contagia del devenir de los días y la armonía natural del entorno.

Adriana Ozores y María Vázquez ejecutan desde la contención una sutil danza de la elusión entre audios de internet, canciones de Family o los Bee Gees, conversaciones banales y gazpachos de bote, destinadas a encontrar ese lenguaje común, que no es otro que el de los afectos sinceros y reprimidos, que las desaten de todo aquello que no se han dicho o contado frontalmente. Los pequeños amores sabe modular gradualmente esa intimidad recobrada, que pasa también por el cuestionamiento de la maternidad, el paso del tiempo o el fracaso sentimental, mientras el verano sigue su curso, las heridas se curan y se asume el auto reconocimiento.

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