Últimos días en el Paraíso

Anda uno tan mal acostumbrado por cierto cine español, que cualquier mínima ruptura de las expectativas es ya una grata sorpresa. Nos pasa con esta Casa entre los cactus, filme de debut de Carlota González-Adrio que apuntaba maneras de género sobado sobre el viejo esquema de la familia acosada y violentada por el visitante extraño cuando, en realidad, todo pasa por el retrato bastante suspendido y elíptico de lo que, luego lo sabremos, serán los últimos destellos de una felicidad edénica cimentada sobre uno de esos episodios macabros sacados de la crónica de sucesos.

El filme juega así las bazas de la ambigüedad, también en el terreno difuso entre la amenaza y la atracción, recreándose precisamente en esa superficie sensorial, atmosférica y lúdica que rodea la vida de un puñado de niñas y sus dos padres que han decidido criarlas y educarlas en plena naturaleza lejos de la sociedad y las instituciones. Una superficie bien fotografiada por Kiko de la Rica y mejor infiltrada por la música de Zeltia Montes, a la sazón los últimos ganadores del Goya en sus respectivas categorías.

Tampoco es habitual el registro general de los intérpretes, especialmente el de las niñas, en un conseguido tono naturalista y fluido con apenas sobresaltos dramáticos. La presencia de Zoe Arnao, a la que ya vimos en Las niñas, de Pilar Palomero, parece otro guiño más de un filme que busca su hueco, ojalá también su público, en algún lugar entre las propuestas comerciales y el último cine de autor nacional dirigido por mujeres.