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Siempre hay que celebrar a Ozu

Historia de un vecindario | 120 aniversario de Ozu

En el 120 aniversario del nacimiento de Yasujirô Ozu, se estrena en un único pase en el cine Avenida la copia restaurada en 4K de 'Historia de un vecindario' (1947), su primera película tras el parón de la Segunda Guerra Mundial.

Una imagen de 'Historia de un vecindario' (1947).

Yasujiro Ozu nacía tal día como hoy, 12 de diciembre, hace 120 años. El azar quiso que también muriera otro 12 de diciembre, esta vez de 1963, el mismo día de su 60 cumpleaños y un año después de la muerte de su madre, con quien vivía, siempre soltero, desde 1934. Japón y el mundo entero celebran esta efeméride con diversos actos, programas, retrospectivas, ciclos o restauraciones de algunas de sus películas, que es lo mismo que decir algunas de las mejores películas de todos los tiempos. La más reciente, Historia de un vecindario (Nagaya shinshiroku, 1947), producida por Shochiku, reluce ahora en una nueva copia en 4K que puede verse también en Sevilla, hoy martes 12 de diciembre a las 18:45h., en el cine Avenida.

Porque celebrar a Ozu es celebrar el cine en su esencia depurada y su emoción formal, celebrar al hombre en tiempos de barbarie, celebrar unos valores en peligro de extinción (sobre todo en el cine contemporáneo) conservados de manera portentosa en un puñado de películas que nos siguen interpelando desde el pasado sin caer en la nostalgia.

Historia de un vecindario

era la primera película de Ozu tras la Segunda Guerra Mundial y el desastre japonés, su primer largo en cinco años después de Érase un padre…, un filme sobre niños abandonados y maternidades recobradas, sobre vínculos y redenciones en una pequeña comunidad de barrio. El vecindario al que alude el título fue minuciosamente reconstruido en estudio bajo las claves espaciales y escenográficas habituales en Ozu, en la disposición precisa y ritualizada de los objetos, las figuras y los elementos en el plano casi siempre fijo. Nuestro niño perdido y nuestra viuda comparten una misma cara perruna, una misma soledad, un mismo gesto hosco y antisentimental guardando las distancias. Empero, entre ellos se fragua una de esas historias capaces de desarmar al más cínico y encallecido de los corazones. El destino (interpretado por Chisu Ryu) se encarga de juntar hasta dos veces a estas almas necesitadas de calor y afecto incluso sin saberlo, inseparables ya en su proyecto materno-filial, juntos para siempre al menos en esa fotografía que se revela en tiempo real ante nuestros ojos en uno de los más elocuentes fundidos a negro sostenidos de toda la filmografía de Ozu. El tiempo trabaja así sobre la representación y su artificio para materializar un vínculo que la propia historia, como la vida misma, se encarga de torpedear entre micciones nocturnas, edredones tendidos, malentendidos, escapadas, llantos, picores y espasmos de hombros que se convierten en el lenguaje común y aprendido de quienes se necesitan en tiempos de desolación, desconcierto y desarraigo.

La historia de este vecindario humilde en el Tokyo devastado de la posguerra es la historia de un pequeño rayo de esperanza y fe en la posibilidad de transformación por mero contacto. Da igual que sean 100, 120 ó 125, siempre es buen momento para celebrar y volver a Ozu para limpiarnos los ojos y el alma con su cine. Hagan la prueba.

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