Elogio de la espera

Ya es todo un aliciente ver el nombre de Warren Ellis y Nick Cave en los créditos musicales de este documental de naturaleza y fauna que trasciende los lugares comunes (de la voz narradora al didactismo) del formato televisivo de sobremesa para abrirse a un poderoso, poético y filosófico discurso sobre la relación del hombre con el entorno, o mejor dicho, sobre esa utopía regresiva que lo invisibilice para fundirse con el paisaje y las criaturas que lo habitan como un observador de la belleza del mundo no contaminado y degradado por él mismo.

El filme sigue al fotógrafo Vincent Munier y al escritor Sylvain Tesson por los contornos escarpados, minerales y nevados de las montañas del Tibet en su búsqueda casi mística de ese leopardo de las nieves, especie autóctona casi siempre fuera del alcance de la mirada del hombre, que se convierte en el pretexto narrativo para un viaje a dos (acompañado por el discreto equipo de filmación) entre riscos, valles, cuevas y laderas entendido como auténtica experiencia trascendental punteada por una banda sonora que traduce y ahonda en las texturas y el trasfondo milenario del espacio.

Un paisaje observado casi como una abstracción de colores y materia, lienzo vivo que ofrece a la mirada paciente y camuflada ese verdadero espectáculo del avistamiento y el descubrimiento, punteado también por la palabra de Tesson que hace del ecologismo un asunto más existencial que político redoblando esa idea del solitario o el eremita que han encontrado en los confines del mundo el lugar para la purificación y autoconocimiento.

Un documental hermoso y sereno, observador y atento, que nos devuelve la experiencia del tiempo, la respiración y la excitación de sus protagonistas y, a la postre, finalmente, el fascinante contraplano de una mirada felina que tal vez nos recuerda por un instante quiénes fuimos.