Los juegos coreanos del hambre

Representante coreana en la pasada edición de los Oscar y basada en el cómic de Kim Dong-gyun, Concrete Utopia mezcla el viejo cine de catástrofes con los esquemas y asuntos de las distopías contemporáneas para moverse en el terreno de la parábola.

Un gran y espectacular terremoto deja la ciudad de los rascacielos de hormigón y la vida de clase media devastada y en ruinas. Tan sólo un edificio se mantiene milagrosamente en pie. Allí pronto se organizará una particular comunidad de supervivencia donde una pareja de recién casados, foco moral sobre el relato, y el líder representante elegido, un tipo de pasado turbio y gestos autoritarios, se erigen en los polos enfrentados de una lucha por el orden y la vida que tiene mucho de Los juegos del hambre para adultos o, ya que estamos, de El juego del calamar sin uniformes, entre escombros, putrefacción, falta de recursos y la amenaza constante de los extranjeros que también quieren refugiarse en el inmueble.

Concrete Utopia se mueve así entre las metáforas con megáfono, los estallidos violentos y la parábola sobre la condición humana con cierta tendencia al trazo grueso, ocasionales recuerdos explicativos y un sentido del espectáculo digital con regusto por lo macabro. Algo redundante en sus ideas, que apuntan a las estructuras del autoritarismo, la xenofobia, la mezquindad y la animalización del hombre en situaciones límite, la película de Um Tae-hwa no se sale de lo previsible ni exprime más sus posibilidades de sátira en su escalada de tensión y catarsis o en su regenerador epílogo una vez enterrados todos los cadáveres necesarios para la moraleja.