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Clitemnestra | Crítica de teatro

Un momento de la representación de 'Clitemnestra'. / Francisco Vinal
Javier Paisano

08 de agosto 2019 - 16:45

La ficha

** 'Clitemnestra' Producciones Equivocadas. Autor y director: José María del Castillo. Intérpretes: Natalia Millán, Ángeles Rusó, Daniel Romero, Camino Miñana, Benjamín Leiva, Lucía Rabal, Julia Gimeno y Manuela Reina. Coreografía: Benjamín Leiva. Música: Alejandro Cruz Benavides. Vestuario: Mariani Marquerie. Escenografía: Alejandro Arce. Iluminación y sonido: Miguel Guirao. Lugar: Teatro Romano de Itálica. Fecha: Miércoles, 7 de agosto de 2019. Aforo: Tres cuartos.

Natalia Millán da vida a Clitemnestra, reina de Micenas, hija de Leda, esposa de Agamenón, hermana de Helena, madre de Ifigenia, Electra y Orestes, un personaje tachado de cruel en la mitología y literatura clásicas y del que, José María del Castillo, propone una revisión, sacándola del papel secundario de las tragedias clásicas, convirtiéndola en protagonista de una pieza teatral que lleva su nombre.

Del Castillo reescribe a Clitemnestra manifestando que los hechos que culpabilizaron a la desgraciada reina si hubiesen sido realizados por un hombre la hubieran convertido en una heroína.

El mismo autor proclama que huye de la tradición machista de la historia. El problema es que lo subraya tanto que desnaturaliza a la tragedia y banaliza el propio mensaje que persigue.

Algunos árboles, si los podamos, dejarán ver una obra que no está mal

La obra que vimos el miércoles en Itálica adolece, casi a partes iguales, de aciertos y desaciertos. Natalia Millán se come el escenario del teatro de Santiponce, y no es fácil. Como la gran actriz que es se enseñorea y hace creíble su reina feminista casi sin esforzarse. El coro se muestra desigual, cuando los bailaores bailan, lo hacen muy bien, cuando la cantante canta, lo borda, pero cuando les toca interpretar se nota el escalón y la obra se pierde.

Pero lo superfluo está en remachar una y otra vez que estamos ante una visión feminista y lo peor, de vergüenza ajena, llega en ese momento ‘sexo’ en el que la obra pierde el norte y se convierte en un pobre chiste.

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