El punk conservador
Ser conservador es el nuevo punk | Crítica
Este libro aborda el hecho contracultural de un conservadurismo disidente
La ficha
Ser conservador es el nuevo punk. Varios Autores. Rodrigo Gómez Lorente (Ed.) La Esfera de los Libros. 212 págs. 18,90 euros
Pudiera ser verdad que hoy por hoy ser conservador es ser subversivo. Nada uno contracorriente pero –y esto es importante– sin perder el estilo en la brazada. Ser conservador no es cosa de rancios ni de "neorrancios", como tampoco de "señoros" patriarcales. Cierto es que hay reaccionarios avinagrados, terraplanistas, bolsonaristas, trumpistas con cuernos de bisonte, negacionistas hilarantes, etc. Este batiburrillo es tachado como la ultraderecha populista, la que da lugar a las llamadas "alertas antifascistas". Pero aquí hablamos de otra cosa. Hablamos del conservadurismo de raíz, donde los ideales tradicionales, la defensa de la libertad y la contestación con valentía y humor frente al tedioso discurso de progreso. Por eso ser conservador es el nuevo punk, que es a la sazón el título del presente libro. Se recogen aquí diversos ensayos de autores jóvenes vinculados a Centinela, medio digital dirigido por Rodrigo Gómez Lorente y que se presenta como "revista de la nueva contracultura".
Recuerda el propio Gómez Lorente que para el filósofo sir Roger Scruton ser conservador es más un instinto que una idea. Aferrarnos a aquello que amamos, protegerlo de la degradación, construir nuestras vidas en torno a él. Quizá, como sugiere Esperanza Ruiz (una de las autoras del libro), lo que ha arruinado a los conservadores, recordando a Paul Valéry, es la mala elección en las cosas que deben conservarse. El discurso manierista y a la vez iracundo de la izquierda supremacista lo permea todo, incluido el léxico, que se ha convertido en una especie de esperanto ridículo.
Diga usted no al populismo de izquierdas, al neoliberalismo desbocado, a la presuntuosa socialdemocracia y a la inmovilista democracia cristiana. Lo señala también Gómez Lorente, quien reivindica el pensamiento que va de Edmund Burke al citado Roger Scruton, de Donoso Cortés al propio José Antonio Primo de Rivera. Otra cosa distinta –apuntamos con sano ánimo sano de molestar– es que esta punta de lanza sea representada por Vox, carente, salvo excepciones, del perejil esencial: el humor. Aplíquese a este partido de común enfadoso lo dicho por Valéry.
Carlos Hernández, Jaime Cervera, Marisa de Toro, Jaime Revès y la citada Esperanza Ruiz aportan sus textos a un volumen epilogado brillantemente por Enrique García-Máiquez, articulista del Grupo Joly.
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