"Aún confío en la bondad del hombre, pese a las noticias que vemos cada día"

Andrés gonzález-barba. escritor y periodista

El sevillano, que tras varias novelas debuta en el relato, toma en 'La noche de Lear y otros cuentos navideños' las fiestas como punto de partida para "explorar el alma" de sus personajes.

Andrés González-Barba (Sevilla, 1974), fotografiado en una calle de su ciudad natal.
Andrés González-Barba (Sevilla, 1974), fotografiado en una calle de su ciudad natal. / Juan Carlos Vázquez
Braulio Ortiz

24 de diciembre 2016 - 02:38

Sevilla/En La noche de Lear y otros cuentos navideños (Ediciones Alfar), el primer libro de relatos que publica tras varias novelas el escritor y periodista sevillano Andrés González-Barba, hay hombres que descubren revelaciones sobre su pasado y sienten cómo el rencor que albergaban hasta entonces se disipa; personajes que por azar podrían cruzar al otro lado de la ley y prefieren obrar según les dicta su conciencia; parejas que se aman con la intensidad de los que saben que cada momento compartido es un privilegio. González-Barba brinda al lector con esta colección de cuentos un regalo inesperado: el de sentir que aún es posible la esperanza en el ser humano.

-En sus historias, la Navidad propicia que los personajes se reencuentren con su pasado, con ellos mismos.

-El primer relato que escribí fue el de La noche de Lear. Inicialmente no tenía la intención de hacer un libro de cuentos de navidad, pero me atrajo la idea de hacer distintas historias con ese tema común. Quería explorar el alma humana, con esa fecha como punto de partida. Es una época que despierta sentimientos como la nostalgia, la melancolía; en la que se propician reencuentros. Retrato un fresco de personajes que viven en soledad o sufren el abandono, unas circunstancias que en estos días navideños llaman más la atención.

-Parece que la literatura navideña es casi un patrimonio anglosajón, una tradición que no ha calado en España.

-Aquí hay muy poco escrito sobre la Navidad, sí. Tenemos en literatura el referente de Charles Dickens, en cine el de Frank Capra, pero me provocaba curiosidad que no hubiera mucho material en las novelas y películas españolas. Echaba de menos más historias en este sentido. Por eso me planteé el desafío de hacer un cuento cada mes, de ir formando una colección que girara en torno a estas fiestas.

-Uno de los atractivos del libro es que, en unos tiempos en los que quizás imperen el cinismo y el desencanto, usted camina en el sentido contrario.

-Yo soy de los que confía en la bondad del ser humano, a pesar de que sólo hay que ver las noticias o incluso andar por las calles para encontrarte realidades muy dolorosas. Plasmo a personas que lo están pasando mal, que incluso están de vuelta, pero abro en sus vidas una pequeña ventana a la esperanza. Me ha salido retratar el lado más amable del ser humano. Hay gente que no es muy partidaria de las navidades, pero a mí precisamente me gustan por lo que pueden dar de sí las personas en un tiempo como éste.

-A pesar de ese enfoque esperanzado, no escatima a sus personajes episodios muy dolorosos. Habitan estas páginas supervivientes de campos de concentración o niños que sufren alguna enfermedad, por ejemplo.

-Yo he intentado hacer relatos que tuvieran mucha emoción, que conectaran con esa visión sentimental de estas fiestas que dan Dickens o Washington Irving en un precioso libro que ha sacado El Paseo, Vieja Navidad. No quería ese mundo edulcorado de muchas luces, de los grandes almacenes, sino una mirada más compasiva, un retrato de personas de la calle a los que un poco de magia les puede cambiar la vida.

-Varias de las personas que retrata encuentran en el amor un recurso para resistir la adversidad.

-El amor y la esperanza, yo los concibo así, son los únicos valores a los que nos podemos aferrar frente a todos esos elementos que vienen en nuestra contra, casi como una tormenta. En alguna historia, el amor lleva incluso a un personaje a desafiar a la muerte.

-Aquí regresa a Londres, un paisaje que ya abordaba en su novela Los diarios de Regent Street.

-Es una ciudad que siempre me ha marcado mucho. Es casi un personaje en la historia de la literatura, hay grandísimos autores que la han retratado. Con el primer cuento me imaginé una especie de fábula en ese Londres asediado por los nazis. Quería demostrar que a pesar de que el ser humano estaba en situaciones extremas -en la portada del libro se ven, por ejemplo, unos niños refugiados en el metro durante los bombardeos- la Navidad podía asomar por algún resquicio. El protagonista de este relato, John W. Sinclair, es un hombre atormentado que va cambiando su perspectiva de una manera que quizás en otras fechas no ocurriría. Es verdad que Inglaterra forma parte de mi educación sentimental: Londres aparecía en Los diarios de Regent Street, donde hacía un homenaje a Conan Doyle y a Sherlock Holmes, y soy muy fan de los Beatles y cuando escribía el cuento de La noche de Lear pensaba que dos meses antes de la acción que planteo estaba John Lennon naciendo en Liverpool. En el libro, de todos modos, también se describe Madrid; algunas historias podrían ocurrir en cualquier ciudad española, y un personaje recuerda su pasado en Mar del Plata, en Argentina. Hay diferentes localizaciones.

-En Última sesión en el viejo cine de barrio reivindica a esos exhibidores que conciben su oficio de una manera artesanal.

-Cuando uno va al cine ahora se encuentra con una sala clónica a otras de cualquier punto del país, del mundo. Los de mi generación conocimos esos cines antiguos de una manera tangencial, porque ya empezaban a cerrarlos; pero es bonito pensar cuánta gente soñó con esas sesiones, gracias a la labor que hacían esos exhibidores. El cine está muy presente en el libro: en el relato Los 30.000 euros, por ejemplo,hay un homenaje al género negro, a La mujer del cuadro, con Edward G. Robinson, que es un actor al que admiro.

-En otro de los cuentos, usted defiende la importancia que tiene el trabajo de los profesores.

-Sí, ese relato es un homenaje a los maestros que tanto nos han influido. La de profesor es una figura muy denostada, se les suele reprochar que tienen muchas vacaciones, pero también es verdad que han dejado en nosotros un poso muy grande. Yo me he inspirado en un profesor que había en mi colegio, que como el personaje tenía sus luces y sus sombras, y la partida de ajedrez que se celebra se produjo en realidad.

-Concibe el ajedrez como una lección vital: uno perderá partidas, dice, pero aprenderá jugadas nuevas para salir adelante.

-Tomo el ajedrez como una parábola de la vida, y digo que a veces tienes que sacrificar algunas piezas para lograr tu objetivo. Incluso perdiendo puedes aprender muchas lecciones. Pero debo confesar que no fui yo quien jugó esa partida en el colegio, yo en el ajedrez no era demasiado bueno precisamente [ríe].

-Las influencias de Dickens son evidentes, pero por el libro también asoman otros autores como Oscar Wilde.

-Cuando uno escribe es muy difícil desprenderse de ese bagaje sentimental de los autores que le han influido. Yo sería un necio si obviara la huella de la obra de Dickens, al que idolatro, o de Wilde, al que hago un guiño en un relato, o de Shakespeare, cuyo espíritu está muy presente. A pesar de que el formato breve es un género que está muy infravalorado, hay genios que lo trabajaron, como Poe, Maupassant, Chéjov... Uno coge de Chéjov sus cuentos completos y aunque le eche un vistazo al primer tomo, al de las historias que escribió siendo joven, se asombra con el conocimiento que tenía ese hombre del alma humana.

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