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Según nos recuerda Pedro Gozalbes en su extenso y apasionado prólogo, Un caso clínico fue fruto de una infortunada experiencia médica, luego transformada en relato por el autor, y finalmente sustanciada en esta pieza teatral, que podríamos definir como comedia siniestra. También recuerda Gozalbes que la obra de Buzzati fue a menudo comparada con la literatura de Kafka, asunto éste que no dejó de producir una vaga melancolía, o un educado hartazgo, en el autor de El desierto de los tártaros. Aun así, es esta similitud la que nos permite establecer las diferencias obvias entre uno y otro; diferencias que, si bien parten de un hecho común, divergen en cuanto al estilo, así como a la naturaleza misma de sus personajes.
La literatura de Kafka se fundamenta en dos hechos relevantes: la narración, en apariencia lógica, de una situación absurda, y la voluntaria adecuación del personaje a dicha circunstancia. Quiere decirse que en Kafka, la angustia se genera en el lector por unos hechos inesperados que el autor no explica y por los cuales el protagonista no se pregunta. No ocurre así en Buzzati. En Buzzati, tanto el autor como sus personajes parecen saber qué sucede; y es precisamente esa intuición, esa amenaza especular e inconcreta, la que se transmite al lector de manera inmediata.
En Un caso clínico, el internamiento en un hospital de un hombre saludable, y su paulatina degradación, vienen acompañados de un general sentimiento de suspicacia. Que dicho hospital obtenga su prestigio de un doktor alemán, tan invisible como ubicuo, así como de una persuasiva disciplina, no hacen sino acrecentar el temor a un desenlace adverso. Quiere decirse, pues, que el Buzzati de este Un caso clínico está más cerca de Las mentiras de la noche de Bufalino, al que en buena medida prefigura, que del inconcreto malestar kafkiano. Ambos glosan y alegorizan la impersonalidad de las modernas jerarquías administrativas; pero en Buzzati ya se han evidenciado sus mecanismos. En este sentido, es lícito pensar que la segunda guerra mundial fue determinante. Lo que en Kafka era un auspicio, en Buzzati es ya una mera evidencia.
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