Explorando el clavecín ibérico

IRENE ROLDÁN | CRÍTICA

Irene Roldán en el Espacio Turina.
Irene Roldán en el Espacio Turina. / Luis Ollero

La ficha

*****Programa: Obras de Sebastián de Albero, Antonio Soler, Carlos Seixas, Domenico Scarlatti, José de Nebra y Féliz Máximo López. Clave: Irene Roldán. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Miércoles, 26 de febrero. Aforo: Un cuarto.

Resulta apasionante e ilusionante asistir en estos últimos años a la rápida madurez de Irene Roldán como intérprete del clave. La que fuese becaria de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla hace nada es hoy una solista cuajada, integral, en plenitud de dominio del instrumento, de sus recursos técnicos y de sus exigencias expresivas. Después de escucharle este exigente programa no hay duda de que estamos ante una clavecinista soberbia, de una lucidez sorprendente para su edad y de una impresionante capacidad para ahondar en las obras a las que se enfrenta.

Bonito programa el traído a Sevilla y que giraba alrededor de la figura de Domenico Scarlatti y su influencia en la música para tecla peninsular. Hay que alabarle a Irene Roldán la elección de algunas obras muy poco frecuentadas por los clavecinistas que, como las recercadas de Albero, los preludios de Soler o las sinfonías de Nebra, plantean importantes retos a la hora del fraseo. La escritura en modo libre, sin medida precisa y con modulaciones bizarras fue resuelta por la sevillana con plenitud de dominio del tempo, acelerando o ralentizando, abriendo los silencios con sentido expresivo y buscando siempre la nota esencial de cada frase para cargar sobre ella la pulsación y otorgarle más peso del que está escrito. La digitación es pulcra, sin tacha, sin roces, sin notas falsas, incluso en los rapidísimos arpegiados del Vivo de la sinfonía nº 2 de Nebra, por ejemplo. Y el discurso sonoro brilla por su claridad, por la nitidez de cada voz hasta en las intrincadas fugas de Albero o de Nebra. Y sin olvidar el gusto y la elegancia en el fraseo y en la registración, con sabios y exquisitos juegos con el color y las dinámicas entre los dos teclados. Escuchándole el fulgurante arranque del fandango de Félix M áximo López se entiende el escándalo que pudo suscitar esta danza entre los timoratos españoles de finales del XVIII que la acusaban de lasciva y provocadora de lúbricos pensamientos y actos torpes.

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