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No era más que un truco para ganarse al auditorio de un cantante curtido en conquistar a la audiencia desde una encantadora pose canalla, pero la frase levantó ampollas. En su concierto el pasado sábado en Huelva, Joaquín Sabina se refirió a un billete de 500 euros como "un bin laden" [expresión con la que la sabiduría popular ha rebautizado estos billetes por su dificultad para ser encontrados] y añadió que "Bin Laden es muy suyo, ¡menudo es!, parece sevillano". En la velada hubo otras referencias a la capital andaluza, como cuando el cantautor mostró su predilección por las Colombinas frente a la Feria de Abril o lamentó que los sevillanos se creyeran "los mejores". En una entrevista con este periódico, el músico alegaba ayer que hace "este tipo de bromas en todos sitios" y declaró su afecto por Sevilla, ciudad en la que parará su gira Vinagre y rosas el 11 de septiembre, fecha en la que actuará en el Auditorio Rocío Jurado.
-¿Qué opina de la resonancia que han tenido en Sevilla sus comentarios sobre la ciudad en el concierto de Huelva?
-Sinceramente, me produce un poco de tristeza tener que aclarar algo así. Yo hago ese tipo de bromas en todos sitios. Hace poco salí en San Sebastián y dije "Buenas noches, Bilbao", sólo para provocar un poquito y ganarme unas risas. No digo que todo el mundo comparta mi humor, pero tampoco creo que esa historia merezca una página en los periódicos. Tal vez se me fue un poco la mano, tal vez, pero con la que está cayendo no me parece tan grave. Entendería que en un par de pueblos del centro de Castilla, enfrentados por cuestiones históricas, se tomaran estas cosas en serio, pero una ciudad tan hermosísima, tan única y maravillosa como Sevilla, que se sienta aludida por una broma de bar hecha en Huelva me parece un poco grave...
-Al final, con la polémica que se ha montado, se demuestra que los sevillanos somos muy nuestros.
-[Ríe] Pero ya no lo voy a repetir, porque me puedo llevar otra manta de hostias... Tengo un racimo de amigos sevillanos que saben muy bien lo que opino de Sevilla, hasta el extremo de que parece que he nacido allí. La inmensa mayoría de los Jueves Santos por la noche me voy a Sevilla, y me llevo a mi novia, y no falto a casi ninguna Feria de Abril, no a la feria en sí sino a la Maestranza, y a Curro Romero... ¡lo amo sobre todas las cosas!
-En todo caso, no deja de tener su gracia que usted hablara de Bin Laden y que el concierto de Sevilla sea el 11 de septiembre.
-Eso no deja de tener mala follá, sí.
-Adelántenos algo de lo que van a ver los sevillanos en esa cita.
-Bueno, van a ver lo mismo que los muchos sevillanos, bastantes, que se desplazaron a Huelva. Pero esta vez las bromas serán al revés [ríe].
-Presentará su nuevo disco, Vinagre y rosas, después de que en anteriores giras apenas tirara de repertorio reciente.
-Sí, estoy cantando como cinco o seis canciones del disco nuevo. Y ha sido una sorpresa muy agradable, porque en los primeros conciertos de una gira sacas las nuevas y luego poco a poco las vas quitando, porque hay una presión muy grande por oír las viejas. Pero en esta gira, de la que llevamos casi 70 conciertos, han aguantado estupendamente.
-Cuando se sacó el disco, sus colaboradores Pancho Varona y Antonio García de Diego hablaban de que los temas nuevos habían nacido "para ser coreados en los estadios". Parece que acertaron.
-Yo había pensado en esta gira como la última en estadios, me apetecía algo más íntimo. Pero la verdad es que ellos tenían razón: incluso las canciones más raras las cantan no sólo aquí, también en el Caribe o en Quito.
-Sus conciertos, como sus discos, poseen una amplia variedad de registros sonoros, de géneros.
-Es que yo no creo en los géneros, yo creo en el género canción. A mí me da igual si es una rumbita flamenca, un tango o es un corrido, lo único que quiero de una canción es que me emocione.
-Hablando de rumbas, sorprende la pieza que dedica en Vinagre y rosas al poeta Ángel González...
-Es que Ángel era el tipo más bienhumorado del mundo. Dos noches antes de morirse, estuvimos en casa bebiendo y cantando hasta las seis de la mañana. Y yo no quería escribir una canción triste, yo quería celebrar a Ángel.
-Benjamín Prado, coautor de las letras, afirma que se quedó admirado de que usted trabajara tanto cada verso.
-Porque en la radio lo que uno oye es tal bazofia, el idioma está tan maltratado, que si yo creo que si tengo algo que aportar es cuidar el lenguaje, que quien me escuche sepa que he cuidado la letra como si fuera una gardenia. Yo de adolescente nunca pensé que iba a ser cantante, mi sueño era ser poeta.
-Y ahora que vivía la estabilidad doméstica, tiró del desamor que sufría Benjamín Prado.
-La colaboración con él salió como salen las cosas, por azar. Yo me encontré a Benjamín una noche y los dos estábamos jodidos, él porque lo había dejado la novia y yo porque no se me ocurrían canciones, y hablamos de irnos a algún sitio a escribir. Por una extraña razón aquello cristalizó y dos días después estábamos en Praga.
-¿La felicidad no inspira, entonces?
-La felicidad, o digamos la estabilidad doméstica, sirve para prolongar la vida de uno y no destrozarse. Pero el territorio donde crecen las canciones que yo amo es el territorio de la inestabilidad, de asomarte al abismo. Así que tuve que echar mano de la tristeza de Benjamín...
-Los productores denunciaban esta semana que la venta de música había bajado a mínimos históricos. Sin embargo, usted ya lleva tres discos de platino con su nuevo trabajo.
-Ya me pasó otra vez, en aquella crisis gorda del ochenta y tantos, que fue uno de mis mejores años. No sé por qué, cuando la Historia tiene un bajón, mi vida profesional funciona. Quizá porque yo escribo canciones sobre el desamor y la tristeza, yo creo que engancho con los malos tiempos. Pero me da complejo de culpa ver que a tanta gente le esté yendo tan mal, concretamente a gente de mi oficio, y que esta gira mía sea casi la más grande que haya hecho nunca.
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