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El Circo del Sol reinventa en Sevilla 'Alegría', su clásico con más solera

La compañía canadiense permanecerá en Sevilla hasta el 17 de noviembre con ‘Alegría. Bajo una nueva luz’, montaje fiel al original con nuevos arreglos

Dónde aparcar cerca del Circo del Sol en Sevilla para ver 'Alegría, bajo una nueva luz'

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El Circo del Sol deslumbra en Sevilla.

La gesta que supone reinventar un clásico no está al alcance de todos. Se trata de una hazaña que corre el riesgo de no cumplir las expectativas ancladas en el imaginario colectivo o de pecar de pretensión si el tratar de sorprender –sin ton ni son– torna en excesivo. En el caso del coloso Circo del Sol, el desafío es aún mayor. Expertos en erizar la piel con cada espectáculo, ávidos en llevar al límite los cinco sentidos del espectador y de dejar mudo al que toma asiento gracias a los millones de universos que han sido –y siguen siendo– capaces de llevar a escena. En 2019, se plantearon confeccionar una adaptación de Alegría. Esa producción que recorrió el mundo en 1994 levantando pasiones, con una maravillosa banda sonora que todavía muchos recuerdan. El objetivo –nada sencillo– no era otro que mantener la esencia del original pero tomando prestados el lenguaje, ritmos y tecnologías actuales. Esta vuelta de tuerca lleva el nombre de Alegría. Bajo una nueva luz y estará en Sevilla hasta el 17 de noviembre

Hace 30 años, los creadores de Alegría, Franco Dragone y Giles Saint Croix, consiguieron dar un nuevo sentido al concepto de circo y cautivaron a más de 14 millones de espectadores. No llegaron a España hasta 1998. Sin embargo, nunca recalaron en la capital hispalense. Bajo la dirección de Jean-Guy Legault, es la primera vez que visitan Sevilla. La Gran Carpa instalada en el Charco de la Pava se convierte cada tarde –y cada mañana los días con funciones matinales– en una especie de universo donde imperan la esperanza y las ganas de volver a ser un niño. Olor a palomitas, risas y la melodía de Alegría –posiblemente el tema más icónico desde que la compañía canadiense echara a andar en 1983– impregnan el ambiente del recinto. 

Una vez dentro, la búsqueda de butaca se combina con dejarse embriagar por cada uno de los detalles. Todo está cuidado al milímetro. Una fina, pero constante bruma, inunda el patio de butacas, alumbrado de forma tenue por varios faroles. El paso del tiempo que roza el olvido se evidencia sobre un escenario coronado por un trono sin rey y por un cetro que da vueltas, aguardando que alguien lo empuñe. Sobre ello versa el espectáculo. La muerte del monarca ha sumido al reino en una profunda oscuridad. Dos fuerzas tratarán de hacerse con el control y lucharán por el poder. Por un lado, la juventud, que desafía de manera revolucionaria el status quo. Pretenden romper el orden establecido para instaurar el cambio y recuperar así la esperanza perdida. Frente a ellos, un grupo de aristócratas en horas bajas –liderado por el torpe, ambicioso y egoísta bufón de la corte– intentarán que todo permanezca como hasta ahora para mantener sus privilegios.

Precisamente, esta comitiva entra en escena cuando todavía no se han terminado de sentar los últimos espectadores. A partir de aquí, la magia, la poesía, las luces, el color, el vértigo, la música en riguroso directo y, por supuesto, las acrobacias comienzan a sacudir a los presentes. Lo posible y lo utópico se dan la mano. Bailan en un constante frenesí a lo largo de cada número. Desde el primero, en el que los aristócratas se sirven de barras acrobáticas para demostrar que el cambio no es bienvenido hasta el último, en el que nueve artistas suspendidos a más de 20 metros de altura se sirven de trapecios volantes para representar la construcción de nuevos cimientos en un reino que ansía renacer. 

Número con rueda Cyr. / Anne-Marie Forker/CIRCO DEL SOL

Entre ambos, los 54 miembros que conforman el elenco despliegan su fuerza a través de diferentes elementos: telas aéreas, hula-hoops, camas elásticas o cuchillos de fuego. Este último número despierta una enorme expectación gracias a la dupla conformada por el samoano Falaniko Solomona –que manipula el material combustible como si de un juego de niños se tratara– y el batería estadounidense Anthony Prochilo. Lucha, pasión, amistad, rabia o euforia son algunas de las huellas que se van clavando en la retina del espectador con paso firme. 

Elecrónica y rock abrazan los sonidos orquestales

La música en vivo juega un papel fundamental. Casi como un personaje más. Gran parte de la culpa –más allá de su compositor, René Dupéré– la tienen la brasileña Cassia Raquel y la francesa Sarah Manesse. La presencia de ambas en cada momento del espectáculo ofrece una impronta de sensibilidad y riqueza extraordinaria. Y eso que la tarea no era fácil. La banda sonora original estuvo nominada a un Grammy en 1995 y su álbum ha sido el más vendido en la historia del Circo del Sol hasta la fecha, con más de 500.000 copias repartidas por todo el mundo. Con este punto de partida, el equipo creativo se ha enfrentado a recuperar composiciones como Querer, Jeux d’enfants, Vai Vedrai o Kalandéropara dotarlas de aire fresco a través de diferentes arreglos. Sonidos electrónicos e incluso rockeros se ensamblan con melodías orquestales y acústicas. Los más nostálgicos se sorprenderán cantando junto a Manesse esos versos que dicen “Querer / Entre cielo y mar/ Sin fuerza de gravedad/ Sentimiento de libertad” durante el número de trapecio sincronizado en el que dos ángeles ejecutan giros en el cielo en perfecta armonía. Los que no hayan escuchado nunca esta joya musical, podrán disfrutar de su nueva versión gracias a los cinco músicos que comparten escena con los acróbatas. Con especial atención a la española Sara Formoso que utiliza su acordeón para dotar de cierta melancolía a las escenas de los payasos. Un dramatismo que torna a comedia en cuestión de segundos gracias al humor de Pablo Bermejo y Pablo Gomis. Ambos protagonizarán uno de los momentos más icónicos del montaje con la espectacular tormenta de nieve, que envuelve al patio de butacas y cierra el primer acto. 

Los payasos protagonizan la escena de la tormenta de nieve que envuelve al patio de butacas. / CIRCO DEL SOL

Pero, sin duda, nada tendría sentido sin la labor de todo el equipo que permanece en la sombra. Los que garantizan que el montaje mantenga su majestuosidad desde que se abren las puertas de la Gran Carpa. Un equipo que vela por la seguridad del reparto y permanece atento para que todo actúe en perfecta sincronización. Iluminación, sonido y efectos tecnológicos, pero también el vestuario que se termina de confeccionar entre bambalinas. Precisión y coordinación sería el emblema de esta maquinaria bien engrasada.

En cuanto a la pregunta de si este montaje cumple con las expectativas del original, la respuesta es un rotundo sí. Desde luego, la cronista que escribe estas líneas puede asegurar que todo el que entre en la casa de esta familia de nómadas experimentará experimentará la rabia de amar, un destello de vida y, por momentos, se sentirá como ese payaso que grita: Alegría.

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