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"En el cine español hay aún cosas de las que no se puede hablar"

Pedro Casablanc. Actor

El intérprete aspira al Goya a la mejor actuación masculina por su recreación de Luis Bárcenas en su cara a cara con el juez Ruz en 'B', una de las grandes sorpresas de la temporada

El actor, como el ex tesorero del PP Luis Bárcenas en una imagen de 'B', de David Ilundain.
Francisco Camero Sevilla

06 de febrero 2016 - 05:00

El 15 de julio de 2013, después de casi tres semanas en la cárcel, Luis Bárcenas compareció a petición propia ante el juez Pablo Ruz y cambió radicalmente su primera declaración. Sí, los famosos papeles aireados en la prensa eran suyos. Y sí, existía una doble contabilidad en el PP, y desde muchos años atrás, y con el conocimiento de su cúpula, empezando por Mariano Rajoy, destinatario según esta confesión de varios de los tristemente famosos sobres con dinero negro. Este episodio crucial de uno de los incontables y más paradigmáticos casos de corrupción de la España podrida y agónica del presente es el que recrea B, una película que convierte la transcripción de aquella comparecencia, "palabra por palabra", en un tenso y magnético duelo entre Manolo Solo (Ruz) y Pedro Casablanc (Bárcenas). Ambos aspiran a hacerse este sábado con los Goyas al mejor actor secundario y protagonista, respectivamente, aunque Casablanc da por seguro que será su rival Ricardo Darín (Truman) quien obtenga el premio.

"Pero no pasa nada, llevo muchos años en esto", dice, "estar nominado es ya un honor". "Así lo sentimos todos los que hicimos la película con muchísimo esfuerzo, con muchísima ilusión y ningún apoyo. Por eso tener todo este reconocimiento es una sorpresa estupenda", añade. Y lo cierto es que sin hacer ruido, lentamente pero con inaudita firmeza, convenciendo con su sencilla y a la vez asombrosa reformulación del cine documental y político español (si es que es posible hablar de la existencia del último), B, adaptada al cine por David Ilundain a partir de la obra teatral de Jordi Casanovas y Alberto San Juan, se ha convertido en una de las películas nacionales más aplaudidas de la temporada, un título al que los sucesivos premios -Feroz, Forqué, Círculo de Escritores Cinematográficos, Asecan...- han ido despojando poco a poco de su ambigua condición de gran secreto.

"Ya cuando empezamos a hacer la obra de teatro, aunque estábamos encantados, Manolo Solo y yo no veíamos claro que fuese a funcionar, y directamente al principio ni siquiera sabíamos si podríamos llegar a montarla. Era un experimento. Una cosa rara. Pero arrancó. Y el teatro se llenaba, y seguía viniendo gente a las funciones, y así sigue ocurriendo en las que damos todavía de vez en cuando... A mí me interesó mucho el personaje de Bárcenas, dramáticamente había mucho de donde sacar, porque el hombre aparece en un momento muy crítico, defendiéndose y delatando a compañeros que él consideraba que lo habían traicionado. En ese sentido era un personaje muy rico. Cuando David [Ilundain] nos propuso hacer la película, a Manolo y a mí también nos encantó, pero ahí sí que no teníamos ya esperanzas. El proyecto no contaba con financiación a través de las vías habituales y dependía todo del crowdfunding. Tuvimos suerte, hubo personas que pusieron un capital considerable... Y la hicimos, pero eso sí, en seis días, a matacaballo, rodando de cinco de la tarde a cinco de la mañana, medio escondidos en una salita de la Audiencia Provincial, sin que casi nadie supiera que estábamos allí... Pero también lo disfruté mucho. Como actor, me ofrecía una aventura diferente respecto al teatro: casi todo está en plano corto o medio, de modo que el trabajo, aunque el texto fuera el mismo, fue muy distinto".

Esa intensidad se traslada a la película, que cuenta como su principal logro la asombrosa transformación de un texto de carácter judicial y apariencia anodina si no áspera en su letanía de muletillas, nombres, cargos, fechas y cantidades en una pieza compacta y rebosante de potencia dramática en la que, frente a la sobriedad cortante de Manolo Solo, Casablanc pone el verbo desatado y altivo. "Era arriesgado, claro, porque Bárcenas existe, nos hemos hartado todos de verlo en los telediarios, ¿no? Pero lo bueno es que a pesar de eso no es un tipo muy conocido, no se le ha visto apenas haciendo declaraciones, como mucho lo pillaban saliendo a la carrera de su casa o de la sede del PP en Génova. Me sorprendió que de esa corpulencia, y de esa actitud chulesca y desafiante, saliese esa voz tan aguda. Y fue una de las cosas en las que me apoyé. Pero muy matizado, porque ante todo queríamos evitar el riesgo de que resultara demasiado paródico o incluso cómico. De todos modos yo no pretendía hacer una copia exacta ni una imitación, sino captar la esencia de su personalidad".

Y lo consiguió... al menos para el propio hijo del dirigente en diferido, Guillermo Bárcenas, sí, "lo clavaba". "Una revista nos quiso reunir para que viéramos la película juntos y hacer un reportaje. Yo iba incómodo al principio, me parecía violento, pero fue muy cordial, incluso simpático. El chaval hasta se emocionó... Me dijo, para mi sorpresa, que todo estaba muy acorde con la realidad".

Menos conformes se mostraron las salas de exhibición comercial, que se negaron a proyectarla y circunscribieron a internet la vida de la película. Ahora, el equipo de B, admite Casablanc, vive las tres candidaturas a los Goya (las de él y Solo, junto con la de Ilundain en la categoría de guión adaptado) como un hermoso desaire. "Es obvio que los exhibidores y distribuidores tienen miedo. Todavía hay demasiadas cosas de las que no se puede hablar, y la razón evidente es que el cine depende más de la cuenta de la financiación de la administración y de las instituciones vinculadas al poder. Si el cine fuera una verdadera industria, y más independiente, podríamos hacer como los americanos, que no se cortan a la hora de retratar los problemas de su sociedad. Pero aquí... aquí hay mucho temor a algún tipo de represalia política".

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