La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Una noche también amenazada por el confort
Michel Legrand (París, 1932) merece una entrada con mayúsculas en el diccionario de los nombres indispensables de la nouvelle vague. Y no sólo en calidad de compositor de algunas de sus más memorables músicas, o como pionero de la introducción del jazz en la composición para cine, sino como coautor de una de las más singulares filmografías nacidas del grupo de jóvenes turcos que asaltaron el cine francés a finales de los años cincuenta, aquella que le une desde su primer largometraje (Lola, 1960) hasta el último (Trois places pour le 36, 1988), al universo de Jacques Demy (1931-1990). Juntos pergeñaron la que sin duda iba a ser la más musical y lírica de las vertientes de un movimiento destinado a cambiar el panorama del cine de su tiempo a partir del reciclaje, la relectura o la impugnación de las formas del clasicismo (en su caso a través de Bresson, Sternberg, Öphuls, Cocteau y el musical norteamericano) que los había amamantado.
Unidos en una simbiosis músico-dramática que apuntaba hacia las relaciones entre el cine y la ópera, Legrand y Demy construyeron un lenguaje propio, intenso, desbordante y altamente emocional cuyo éxito descansaba en la armonía entre una puesta en escena barroca y autoconsciente, el texto, la melodía y las tesituras vocales sometidas a un desarrollo orgánico que apenas ha tenido parangón en la historia del cine moderno.
Tan cuidadosos siempre con su legado cinematográfico, los franceses acaban de sacar al mercado la filmografía integral de Jacques Demy en un formidable cofre con 12 DVD (Arte/CineTamaris) que incluye también un CD con maquetas, sesiones de trabajo y material inédito de las músicas de Michel Legrand. Al mismo tiempo, y como complemento perfecto, la excelente colección Écoutez le cinéma ha puesto en circulación este compacto recopilatorio que incluye las nueve colaboraciones entre el compositor y Demy (queda fuera, lógicamente, la muy legrandiana música de Michel Colombier para Una habitación en la ciudad), así como un tema extraído de la preparación de Anouchka, proyecto que no llegó a materializarse nunca.
Este disco resume así la historia musical de una trayectoria que empezaba en pequeño formato (la canción de Lola apenas apunta lo que iba a ser una primera película íntegramente musical, en color y cinemascope, mientras que el tema de los créditos de La bahía de los ángeles destila todo el esplendor armónico de la escritura de Legrand), para alcanzar pronto, primero con Los paraguas de Cherburgo (1963) y después con Las señoritas de Rocherfort (1966), la condensación de un lenguaje cinematográfico que se expresaba a través de las canciones, la coreografía, la escenografía, el color y el vestuario funcionando en un artificio irrealista festivo y distanciado bajo el que, sin embargo, subyace siempre un cierto sentimiento trágico. Si estos dos filmes concentran la esencia músico-dramática demylegrandiana, Piel de asno (1970) recrea en clave kitsch el universo de Perrault a ritmo de jazz, pop y música barroca, mientras que en El acontecimiento más importante después de la llegada del hombre a la luna (1973) recupera el aire melódico de Los paraguas… y, de nuevo, las formas del canon y la fuga barrocos, para ilustrar musicalmente la paródica historia de un Marcello Mastroianni embarazado de Catherine Deneuve.
Lady Oscar (1978), película de encargo que adapta un famoso manga japonés, nos deja oír una música contemporánea pasada por los modos del siglo XVIII junto a las variaciones jazzísticas para big band que realizara el propio compositor para la edición discográfica, y Parking (1985) homenajea explícitamente a Cocteau a través de su Orpheo. Sus canciones han sido nuevamente grabadas por Legrand (y cantadas por el mismo) para recuperar un esplendor perdido. Ya por último, la música y las canciones de Trois places pour le 26 (1988), y a pesar de ese aire de los tiempos propio de la producción musical de los ochenta, son todo un homenaje a Broadway y al musical de Hollywood. Yves Montand interpreta con quebradizo encanto Douce folie y una festiva Ciné qui chante que, casualidades de la vida, se iba a convertir en la última, emotiva y autobiográfica canción del último filme de Demy.
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