Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Salir al cine
Revista online de referencia en el orbe del cine independiente, o lo que quiera que represente esa etiqueta hoy en día, IndieWire IndieWirese caracteriza por mantenernos al tanto de los estrenos, proyectos y rodajes de cine, digamos, no producido por los grandes estudios, y por elaborar con regularidad artículos de fondo, análisis o listas que activan la circulación del SEO en redes sociales abriendo debates más o menos pertinentes o artificiales sobre sus posiciones, criterios u olvidos, tal es el signo listófilo de estos tiempos del periodismo cultural.
Hace una semana la revista publicaba sendos artículos-lista con las 100 mejores películas de esos años 80 tan de moda (nostalgia, reciclaje y márquetin obligan) y las 25 mejores bandas sonoras de una década que marca el rumbo de las aspiraciones (comerciales) y de cierta estética en el cine contemporáneo, pero que para algunos cineastas como Tarantino es, junto a la de los 50, la “peor de toda la historia del cine norteamericano”, como podrán comprobar los que lean sus jugosas Meditaciones de cine.
Porque los 80 de la era Reagan y el final de la Guerra Fría fueron años de corrección política, conservadurismo neo-liberal e infantilización, pero también la década de un renacer comercial de Hollywood donde, por ejemplo, en un mismo día se podían estrenar Blade runner y La cosa, títulos hoy de culto para nuevas reelaboraciones o remakes.
Guste más o menos, la lista de los 80 de IndieWire confirma que sus redactores (hasta 21 han participado) no sólo se miran el ombligo sino que participan de ese nuevo estado globalizado de la cinefilia atento al cine mundial, sus rincones y autores, a la perspectiva de raza y género y sensible a otras formas como el documental o la animación, incluso a la experimentación (¡Brakhage!), que participan sin complejos con la ficción.
Se entiende así tal vez que Haz lo que debas (1989), de Spike Lee, encabece esta lista con su mensaje combativo y su potencia narrativa y visual al servicio de un gesto político que sin duda ha abierto camino en el cine norteamericano. Más sorprendente es encontrar Mishima: una vida en cuatro capítulos (1985), de Paul Schrader, en el segundo puesto, aunque la re-apreciación del cineasta al hilo de sus últimos y bressonianos trabajos haya tenido que ver a buen seguro en la reivindicación de este singular biopic experimental. La cosa (1982) se hace con el tercer puesto en su gusto por el género y las maneras clásicas de Carpenter, mientras que París, Texas, de Wenders, alcanza el cuarto puesto para confirmar ese cruce de sensibilidades entre la modernidad europea y la fascinación por el paisaje norteamericano siempre presente en el cine del alemán, que también coloca El cielo sobre Berlín (1987) en el puesto 17.
El monumental documental sobre el Holocausto Shoah (1985), de Claude Lanzmann, el glorioso e icónico anime de Miyazaki Mi vecino Totoro (1988), la demoledora y comprometida Sin techo ni ley (1985) de Agnès Varda, la deliciosa y veraniega El rayo verde (1986), de Eric Rohmer, también presente en la lista con Pauline en la playa (67), la metafórica y terrorífica Posesión (1981) del polaco Zulawski, y el cine-ensayo en su máxima expresión de Sans-soleil (1983), de Chris Marker, copan los diez primeros puestos de una lista tan heterodoxa como, a veces, reveladora y estimulante.
Fiel a sus principios fundacionales sustentados en el indie norteamericano, la lista incluye a los hermanos Coen (Sangre fácil), Jarmusch (Extraños en el paraíso), Borden (Born in flames), Haynes (Superstar), Seidelman (Smithereens), Nava (El Norte), Burnett (My brother’s wedding), Gordon (Variety), Collins (Losing ground), Deitch (Desert hearts), Spheeris (The Decline of Western Civilization), Wang (Chan is missing) o Campion (Sweetie), pero no se olvida de ese mainstream de calidad autorial (de Kubrick a Allen, de Scorsese a Friedkin, de Cronenberg a De Palma, de Mann a Lynch) y éxito popular que atravesó la década con fulgor: de la saga de Star Wars, Indiana Jones o Regreso al futuro, a títulos como E.T., Blade Runner, Robocop, Videodrome, La Mosca, Impacto, Doble cuerpo, Terminator, Risky Business, Amadeus, Elegidos para la gloria, La jungla de cristal, ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, El resplandor, Hannah y su hermanas, Una habitación con vistas, Ishtar, Purple rain, Rojos, Calles de fuego, Thief, Toro salvaje, El rey de la comedia, Vivir y morir en L.A., Terciopelo azul, Algo salvaje o Al filo de la noticia.
Del cine de autor europeo, IndieWire reivindica a los últimos Bresson (El dinero) y Bergman (Fanny y Alexander), también al Fassbinder de Veronika Voss, el Herzog de Fitzcarraldo, el Pialat de À nous amours, la Akerman de Golden 80’s, la Denis de Chocolat, el Argento de Tenebrae, el Frears de Mi hermosa lavandería, el Leigh de Grandes ambiciones, el Kieslowski de A short film about love o el Klimov de la estremecedora cinta bélica Come and see.
En lo que respecta a los llamados cines del mundo, el oriente asiático reivindica su protagonismo de la mano de autores como el maestro japonés Kurosawa (Ran), sus compatriotas Itami (Tampopo), Takahata (La tumba de las luciérnagas) y Otomo (Akira), estos últimos en las formas del anime, los taiwaneses Hou Hsiao Hsien (City of sadness) y Edward Yang (Taipei Story) y el maestro de la comedia de acción made in Hong Kong Jackie Chan (Police Story). Los 80 son también los años del descubrimiento del iraní Kiarostami (Dónde está la casa de amigo), de los nuevos cines africanos e indios para festivales (Yeelen, de Cisse, Salaam Bombay!, de Nair), y de los estertores del mejor y más combativo cine latinoamericano, representado por La edad de la tierra y Veinte años después de los brasileños Glauber Rocha y Eduardo Coutinho. Sólo dos películas españolas, El Sur de Erice y Matador de Almodóvar, consiguen un hueco: la primera por razones obvias, la segunda tal vez gracias a la reciente reivindicación de Tarantino.
Documentales esenciales como The Emperor’s Naked Army Marches On (Hara), Sherman’s March (McElwee), Stop making sense (Demme), Koyaanisqatsi (Reggio) o La delgada línea azul (Morris), entre otros, completan esta nueva lista para el descubrimiento y el debate.
El minimalista Philip Glass se corona como el compositor de la década con la presencia de dos bandas sonoras en la lista: Mishima (1) y Koyaanisqatsi (4). Los maestros John Williams y Ennio Morricone también hacen doblete con Indiana Jones y el Arca Perdida (3) y El Imperio contraataca (7), La cosa (15) y Érase una vez en América (21), y en la lista no podían faltar el clasicismo bondiano de John Barry (Octopussy), los sonidos electrónicos de Vangelis (Blade Runner, Carros de fuego), Maurice Jarre (Último testigo), Tangerine Dream (Risky business) o Wendy Carlos (El resplandor), las atmósferas psicodélicas y selváticas de Popol Vuh (Fitzcarraldo), el jazz de Herbie Hancock (Round midnight) o Bill Lee (Haz lo que debas), el mestizaje de la world music de Peter Gabriel (La última tentación de Cristo), la austeridad fronteriza de Ry Cooder (Paris, Texas), la elegancia trascendental de Eleni Karaindrou (El apicultor) o el talento melódico y orquestal de Randy Newman (The natural) y los japoneses Toru Takemitsu (Ran) y Ryuichi Sakamoto (El último emperador).
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