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PILAR CHAVES JONES | OBITUARIO
A Pilar Chaves (Córdoba, 1920-Málaga, 2021) le gustaba de niña escuchar el ruido de las rotativas y de mayor dormirse con el de la radio. La hija mayor y única superviviente de los cuatro que tuvieron Manuel Chaves Nogales y su esposa Ana Pérez falleció este viernes a los cien años en la Costa del Sol, donde tenía su residencia. En las últimas décadas dedicó su vida a rescatar la obra y el legado de su padre, apoyando a los investigadores y editores que asumieron dicha tarea.
Fue testigo Pilar Chaves, en su condición de hija mayor, de la evolución profesional y vital de su progenitor, al que vio por última vez en París en 1940 con la gabardina al hombro, cuando él huía de la Gestapo para exiliarse definitivamente en Inglaterra. Ella tuvo que ocuparse de quemar todos los papeles y recuerdos de Chaves Nogales, pudieran o no comprometerlos ante los ocupantes nazis, de organizar el regreso de la familia a España y de asistir a su madre en el accidentado parto de su hermana Juncal, que nació en la frontera con Francia en 1939 y a la que su padre nunca conoció. Ana y los cuatro hijos del matrimonio se refugiaron en el pueblo sevillano de El Ronquillo gracias a las gestiones del tío Pepe, el hermano del periodista, a la espera de poder comunicarse con Chaves Nogales y reunirse de nuevo, lo que pensaban que se produciría en América Latina. En El Ronquillo, no obstante, recibieron la noticia de que Manuel había fallecido en Londres en el verano de 1944, poco antes del desembarco aliado en Normandía. "Ese día dejé de ser niña y me hice mayor", recordaba varias décadas después la propia Pilar.
Había aprendido inglés en la infancia, cuando su padre la envió sola siendo muy pequeña a un internado en el Reino Unido, donde permanecería hasta que el autor de Juan Belmonte fue a recogerla a ella y a su hermana Josefina para traerlas de vuelta a España en julio de 1936, lo que coincidió con el estallido de la Guerra Civil.
El idioma extranjero fue su salvoconducto en distintos momentos de su vida, como cuando, muerto ya su padre, la embajada de Reino Unido en Madrid la contrató como secretaria para poder ayudar a la familia en reconocimiento del papel que Chaves Nogales había jugado como periodista en la defensa de las libertades y la democracia durante la Segunda Guerra Mundial.
La dictadura de Franco había inhabilitado al periodista tras su muerte y prohibido la publicación de su obra. A menudo, cuando volvían a España de vacaciones, Pilar Chaves le pedía a sus hijos, todavía adolescentes, que si tenían algún problema con la policía dijeran que su nacionalidad era británica.
Gracias a su bilingüismo conoció a quien sería su marido, Eric Jones, mientras ambos trabajaban en la sede madrileña de Philips y con él regresó al Reino Unido, donde nacieron sus dos hijos, Antony, el mayor, y Marc-Erik. Gran amante del mar y los deportes náuticos, Santander (destino vacacional de sus padres) y Gandía fueron algunos de los paisajes que consolidaron su amor por España, adonde regresaba a menudo. Se estableció definitivamente una vez llegó la democracia y eligió para hacerlo Marbella.
Construyó su casa en la Cascada de Camoján y asistió al despegue turístico de la Costa del Sol aunque desde su hogar disfrutaba sobre todo de la tranquilidad que procuraban el jardín, el huerto, el corral con las gallinas de Utrera que tanto le recordaban a las que criaban sus padres en el primer piso que habitaron en Madrid, en la Ciudad Lineal, y la piscina donde nadó a diario hasta los últimos años de su vida generosa.
Mujer moderna e independiente, capaz de viajar sola en coche desde Inglaterra a la España de los años 50 y 60, parándose en pueblos y ciudades para conocer a fondo el país de su padre, a quien tanto se parecía, admiraba especialmente de su obra La vuelta a Europa en avión porque le recordaba al hombre intrépido y sin miedo, amante de la velocidad, al que trató más estrechamente en los años del exilio en París, cuando el periodista aparcó por un tiempo los viajes internacionales y escribía desde su casa de la periferia en Montrouge.
Creía en la alegría como el mayor legado que le dio Chaves Nogales y su humor inglés le ayudó a encontrar una voz propia con la que defendió siempre la justicia social, la reconciliación y la idea de una Europa unida en la que sus nietas vivieran en paz.
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