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Ignacio F. Garmendia: "Es un error reducir a Chaves a la etiqueta de profeta o mártir"

'Obra completa' de Chaves Nogales | Especial

La publicación de la 'Obra completa' de Chaves Nogales es un auténtico hito. 'Diario de Sevilla' ofrece dos inéditos del autor, un artículo de Eduardo Jordá y esta entrevista que sirve de pórtico y en la que el responsable de la edición desgrana las claves del monumental proyecto

El editor y crítico literario Ignacio F. Garmendia. / José Ángel García
Francisco Camero

16 de noviembre 2020 - 10:45

Sevilla/–Chaves ha regresado de forma tan impresionante que parece formar parte ya del canon y da la impresión de que muchas veces, como advierte en sus Notas a la edición, se le da por consabido. Conocemos su ideario, elogiamos su integridad moral, admiramos su decencia cívica... y muchos, llegados a este punto, pueden considerar que, sabiendo esto, no hay ya necesario de leerlo. ¿Qué cosas convendría no dar por consabidas acerca de Chaves?

–Lo primero, el trabajo mismo, que más allá de sus libros más conocidos contiene muchos otros textos a los que se ha prestado menos atención, en particular los que no fueron recogidos en libros, por ejemplo las crónicas sobre la Alemania nazi, escritas sólo unos meses después de la llegada al poder de Hitler. O la obra de juventud, antes y después de La ciudad. O muchas crónicas que no formaron parte de series mayores y que son igual de buenas, pues lo que antes se llamaba la calidad de página se extiende a casi todas las de Chaves. En general, me interesa insistir en los valores de su escritura, que ha contado tanto como su honestidad, su lucidez y su clarividencia a la hora de mantener vivo el interés que despierta su obra. No hablamos de un predicador, Chaves nunca renuncia al humor ni se entrega sin más a la admonición ni condesciende al lenguaje rutinario.

–Hoy el autor es percibido como una especie de santo laico, un icono de esa famosa y trágicamente imposible Tercera España. Más allá de que este cliché esté justificado, ¿le hace éste algún favor a Chaves o más bien entorpece o distorsiona su lectura al acompañarla siempre de los mismos argumentos?

–A eso me refería, precisamente. Es un error reducir al escritor a la etiqueta de profeta y mártir de la democracia, que en parte lo fue, porque en tal caso corremos el riesgo de perdernos al hombre burlón y también falible, porque Chaves no está libre de errores, por ejemplo en sus análisis sobre la Guerra Civil cuando la distancia le impide hacerse una idea precisa de lo que está pasando en España. Entiendo que es justo celebrarlo como uno de los pocos españoles que mantuvieron la cabeza fría, y su defensa de la libertad y de la convivencia frente a los extremismos merece todos los elogios, pero son su talento narrativo y la claridad y la ironía de su prosa los que sumados a sus valores cívicos lo convierten en un escritor excepcional, más allá de que ejerciera siempre como periodista.

–Esta Obra completa difiere de otras compilaciones anteriores del trabajo de Chaves, como la de María Isabel Cintas, que diferenció la obra narrativa de la periodística y en este último bloque distinguió a su vez entre distintos géneros: reportajes, crónicas, columnas, etcétera. Usted en cambio ha considerado más acertado ordenar su obra siguiendo un criterio cronológico y en parte temático, que permite, según explica, apreciar mejor su evolución...

–Creo que María Isabel Cintas y Abelardo Linares son los principales responsables del rescate de Chaves, sin olvidar la temprana invitación de Josefina Carabias. Sin los hallazgos, la localización y la datación establecida por Cintas habría sido imposible hacer esta nueva edición, que se aparta en efecto de los criterios seguidos en sus recopilaciones en dos aspectos importantes: esa ordenación cronológica, que en efecto permite seguir la evolución, por ejemplo de los temas andaluces, del ciclo ruso, de la llamada cuestión social, de las ideas políticas, y el expurgo de los textos meramente informativos que acompañaron a algunas crónicas de Chaves, ajenos a su estilo que brilla muy por encima de ellos. La diferenciación entre obra narrativa y obra periodística, salvo en casos muy claros, me parece que responde a fronteras difíciles de delimitar y acaso irrelevantes cuando se trata de literatura. Desde mi punto de vista, Chaves evolucionó desde un reformismo conservador, sensible a las injusticias sociales, al republicanismo azañista de su madurez, sin renunciar a los principios liberales que guían toda su trayectoria. Y en lo formal, se desprendió muy pronto de los resabios tardomodernistas para darnos esa prosa fresca, moderna y bienhumorada que está ya en La vuelta a Europa en avión, de finales de los años 20.

Chaves Nogales, junto a los linotipistas del taller del 'Heraldo' de Madrid. / D. S.

–Chaves fue muy leído y popular en su época, pero cayó luego en el olvido y pasó a ser, en el mejor de los casos, como señala Trapiello en su prólogo, objeto de culto entre los libreros de viejo pese a los "precios vejatorios" de las antiguas ediciones de las que disponían en sus fondos. ¿Basta para explicar ese olvido la cuestión ideológica, la firmeza con la que condenó los errores y las atrocidades de ambos bandos en la Guerra Civil, es decir, su condición de testigo incómodo para cualquier clase de mirada dogmática?

–Decía Cintas y decía Linares y hay que añadir, en ese lugar señalado, a Andrés Trapiello. Creo que acertó de pleno al señalar que el olvido de Chaves se debió a esa condición de testigo incómodo. En Las armas y las letras y muchos otros lugares lo ha explicado de modo ejemplar, y quienes discuten su planteamiento son precisamente los dogmáticos y los amigos de las explicaciones fáciles. Por desgracia, nuestro tiempo asiste a un rebrote de aquel frentismo que considerábamos superado, y en ese sentido la lección de Chaves mantiene intacta su vigencia.

–Escribe en su prólogo Antonio Muñoz Molina que "en todo momento, en cada uno de sus reportajes, el eje de la narración de Chaves es una persona concreta". Y añade: "Se trata de una decisión a la vez ética y estética: en la singularidad de la experiencia de cada ser humano está el antídoto contra las abstracciones terribles de la ideología y de la propaganda". Es relevante esta reflexión porque se refiere a dos aspectos que suelen estar muy descompensados cuando de alabar a Chaves se trata: el fondo y la forma. Se habla mucho de su discurso moral y no tanto de la calidad de su su prosa...

–Creo que Muñoz Molina hace muy bien en resaltar la dimensión europea del compromiso moral de Chaves, tan patente en La agonía de Francia, la que lo emparenta con Orwell, Camus y otros disidentes. A lo dicho sobre la escritura, que en efecto suele desatenderse, añadiría la sabia alternancia de los registros culto y coloquial, porque el oído y el gracejo popular de Chaves no se oponen a su cuidadísima sintaxis o al empleo de un léxico infrecuente en los periódicos. O también lo que Linares llama su doble capacidad sintética y analítica. Y por supuesto el desparpajo de sus narraciones, compatible con una mirada ácida hacia los verdugos y compasiva con las víctimas.

–Mucho se ha debatido sobre la supuesta filiación de Chaves a lo que décadas después se llamaría, por influencia de la tradición anglosajona, nuevo periodismo. En este sentido, usted se pronuncia claramente y niega la mayor. "Lo que hace Chaves es otra cosa", afirma.

–A mi juicio esa asociación es por así decirlo resultona, pero inexacta. Puede ser hasta cierto punto halagadora, en la medida en que presenta a Chaves como precursor, y tiene su fundamento porque tanto nuestro cronista como los autores norteamericanos acogidos a esa etiqueta trasladaron al periodismo las técnicas de la narrativa, pero Chaves no asume ese fastidioso protagonismo que caracterizó a los reporteros estrella. Me acojo en este punto a la autoridad de Xavier Pericay y de Juan Bonilla. El primero ha explicado muy bien qué debemos entender por viejo y nuevo periodismo a partir de los años 20. El segundo afirma con razón que Chaves se consideraba menos artista que artesano, no transmite un alto concepto de sí mismo ni nos cuenta intimidades banales. Su verdadero y único propósito es prestar la voz a otros.

Uno de los más conocidos retratos del autor. / D. S.

–Estos cinco tomos recogen 68 piezas inéditas. ¿Qué nuevos ángulos aportan para la comprensión global de su obra? ¿Cuál es a su juicio la mayor valía de estos textos rescatados y cuán compleja fue su búsqueda?

–La aportación de la mayoría de los inéditos se debe a Rocío López-Palanco, sin cuya colaboración en todos los órdenes no habría podido acabar esta edición. Ha sido un regalo inesperado, fruto de su admirable tarea de rastreo en las hemerotecas digitales. Hay entre esos inéditos muchas piezas relevantes, las de la revista España o La Ciudad Lineal, los relatos posteriores a las Narraciones maravillosas, las Crónicas parisinas de finales de los años 20 y especialmente el conjunto de las Crónicas de la 'drôle de guerre', que documentan los meses anteriores a la entrada de las tropas alemanas en París, en junio del 40. Son ejemplares en lo que se refiere a la combinación de gravedad y ligereza, tan característica de Chaves, y avanzan en el mismo presente de los hechos lo que leeremos en La agonía de Francia.

–Al hilo de la cuestión anterior, usted mismo señala que esta Obra completa no es en todo el rigor de la expresión una Obra completa, pues permanecen sin encontrar textos que Chaves escribió para prensa internacional. ¿Es significativa esa parte aún en sombra, por decirlo así, del trabajo del autor?

–Lo es o lo será puesto que se refiere, sobre todo, a la última etapa del itinerario de Chaves, en la que sabemos que escribió a destajo y de la que no se conocen más que los artículos publicados por la revista cubana Bohemia y El Tiempo de Bogotá. En las hemerotecas de Latinoamérica debe de haber muchos otros de los mismos años, sumados a los que puedan aportar las publicaciones en otros idiomas. Sin contar los atribuidos, Abelardo Linares ha hablado de artículos no recuperados en distintas cabeceras de países como México o Argentina.

–Chaves huyó de la sinrazón española, espantado por los hunos y los hotros, y también de París tuvo que huir cuando el avance de la Alemania nazi era ya imparable. Murió en Inglaterra poco antes del Desembarco de Normandía, es decir, no llegó a ver la derrota de todo cuanto él denunció con tanta clarividencia. Y por ello se ha retratado a veces a Chaves como un hombre triste y melancólico. ¿Es justa esa imagen?

–Creo que Chaves no fue en absoluto un hombre triste. Antes de su salida de España, tuvo una bien ganada fama y el pleno reconocimiento profesional como uno de los grandes periodistas de su generación. E incluso en París y en Londres su actitud combativa distaba mucho de la melancolía de otros desterrados. No hay más que leerlo para percibir su temperamento alegre, aunque es cierto que la ruina de su país o después la separación de su familia lo sometieron a pruebas muy duras. Diría que la caída de la República en la que tantos españoles habían puesto sus esperanzas fue una gran decepción, pero desde fuera de España siguió peleando junto a lo que quedaba entonces de mundo libre. Su victoria fue póstuma y esa muerte prematura, que nos privó de un escritor en plena madurez y de una voz que habría podido ejercer su autoridad en la posguerra, le ahorró al menos la desgracia de ver cómo la dictadura franquista sobrevivía a la derrota del Eje.

Chaves en una foto del reportero gráfico Contreras durante su viaje a Sidi Ifni para el diario 'Ahora', abril-mayo de 1934. / D. S.

–La ciudad, libro que por cierto este periódico regaló con su primer número a los lectores, no ha llegado nunca a rebasar el ámbito local. ¿Cómo debemos tasar el valor de la obra temprana de Chaves, su obra digamos indisociable de Sevilla o Andalucía?

–Lo recuerdo bien porque he manejado esa edición facsímil, una feliz idea de Carlos Colón, a la hora de fijar el texto del libro. La ciudad es una obra de primera juventud y tampoco se trata de exagerar su importancia, pero de hecho la tiene en relación con una cierta visión del Mediodía que afloró en otros ensayos y divagaciones, parte de una tradición que tiene interés por sí misma. De La ciudad me gustan su lirismo no evanescente, su cálido retrato de las clases populares, la mirada ya crítica que proyecta, incluso su estructura un poco destartalada, con esas dos partes finales que dejan el registro ensayístico y se presentan como relatos autónomos.

–En sus minuciosas Notas a la edición insiste en el esfuerzo colectivo que hay detrás de este proyecto...

–Esta edición se lo debe todo a otros, a expertos y amigos. A la vieja amistad con Alberto Marina, la persona que me descubrió a Chaves. A la confianza de Luis Solano [editor de Libros del Asteroide] y Antony Jones [nieto de Chaves Nogales], que pusieron en mis manos esta responsabilidad. A la generosidad de Abelardo Linares, Marie Christine del Castillo, Juan Bonilla y Alberto González Troyano, que me prestaron las primeras ediciones de los libros de Chaves o copias de las revistas donde aparecieron otros textos. A la de María Isabel Cintas y Xavier Pericay, que cedieron los originales de algunos artículos. A la impagable ayuda de todos los escritores, hermanos y cómplices que menciono en los agradecimientos, con los que estaré siempre en deuda.

–Tengo, por último, la impresión de que no se está destacando demasiado el valor que suponen las nuevas traducciones de muchas crónicas de la Guerra Civil que Chaves hizo para distintas publicaciones extranjeras...

–Completamente de acuerdo. Las nuevas traducciones de Yolanda Morató, por cuyo trabajo siento una admiración profunda, aportan un gran valor a ese tramo de la obra de Chaves que conocemos a través de textos publicados en francés o en inglés. La serie, que dividimos en dos periodos referidos a la guerra y la posguerra, se presenta por primera vez en la versión de una misma traductora, que ha revisado su trabajo anterior y lo ha ampliado, sirviéndose de herramientas informáticas que detectan las frecuencias léxicas y permiten restituir con mayor fiabilidad los originales perdidos.

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