Músicas de la Francia del Rey Sol

EL GRAN TEATRO DEL MUNDO | CRÍTICA

El Gran Teatro del Mundo nos trajo a Charpentier. / Federico Mantecón

La ficha

****Programa: 'Litanies de la Vierge H.84; 'David et Jonathas' H.490 (selección); 'Magnificat' H.73 y 'Luctus de morte augustissimae Mariae Theresiae Reginae Galliae' H.331, de Marc-Antoine Charpentier. Solistas: Bastien Rimondi (tenor), Gabriel Belkheiri (tenor) y Lisandro Abadie (barítono). Clave y dirección: Julio Caballero. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado, 11 de enero. Aforo: Dos tercios.

Acusado paradójicamente de italianizante por los defensores del italiano Lully erigidos como guardianes de las esencias musicales francesas, Charpentier es en realidad un perfecto y acabado ejemplo de la gran música del reinado de Luis XIV, especialmente el apartado de la música religiosa. A este capítulo de su catálogo se dedicó íntegramente el espléndido concierto del grupo El Gran Teatro del Mundo, que suplió con su bien hacer las reducidas dimensiones del ensemble. En el apartado instrumental hay que mencionar su sonido netamente francés, con esa peculiar atmósfera tímbrica que crean el oboe y el traverso (o la flauta de pico ocasionalmente interpretada por la fagotista Anaïs Ramage) junto a los violines. Violines algo metálicos por cierto, pero que al fundirse con el resto abrocharon apropiadamente el color característico del barroco galo. De la mano de Julio Caballero, el fraseo fue muy cuidado, con atención a los acentos y a esas apoyaturas tan definitorias de la música francesa del Grand Siècle. Fue especialmente brillante su intervención en el Magnificat construido por Charpentier sobre el aire de una chacona y en el que el grupo instrumental tejió un sinuoso fraseo de intensidades cambiantes y dinámicas fluctuantes.

En el apartado vocal hubo dos tenores agudos de características diversas pero complementarias. Más sólido en el centro y de mayor presencia vocal Rimondi, más delicado y con sonido más de cabeza el valenciano Belkheiri. Ambos protagonizaron momentos de una gran belleza y delicadeza en la manera decir en la selección de David et Jonathas, especialmente en el bello dúo de ese amor sacro/profano entre el hijo del rey Saúl y su comandante en jefe. Saúl, en la voz de Lisandro Abadie, encontró los tonos autoritarios y la intencionalidad dramática de los recitativos, gracias a un sonido firme, poderoso, de graves resonantes y emisión clara. Los tres trenzaron de forma sinuosa y delicado sus voces en el lamento por la muerte de la reina María Teresa de Austria, haciendo gala del dominio de reguladores y de atención a cada palabra y cada acento.

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