Los Chaplin echan sus raíces al viento

Sin partida de nacimiento que pudiera confirmar nada, a Charles Chaplin (1889-1977) siempre le gustó especular o fantasear con un origen incierto más allá de su condición de niño pobre y dickensiano nacido en la Inglaterra victoriana de finales del XIX. Tal vez por eso insistió siempre en reivindicar su cuarterón gitano, su vertiente desarraigada y errante, su ciudadanía del mundo y su carácter rebelde que se ajustaba como un guante a la propia deriva de su biografía, su salida forzada de Estados Unidos y su retiro suizo, tras convertirse en una de las personalidades más famosas del siglo XX.

Contado y mostrado ya casi todo de su vida, su carrera o sus desencuentros políticos, este nuevo documental dirigido por su nieta, avalado por sus hijos y conducido por el mayor de ellos, Michael J. Chaplin (n.1946), insiste en especular con ese origen gypsy para hacer de él la pista fundamental que explica su carácter y su esencia (hereditaria), también algunas de las claves de su poética, su mítico personaje vagabundo o incluso los gestos y las músicas de sus películas.

La gitanidad de Chaplin se convierte así en el leitmotiv para desempolvar el archivo familiar de las películas caseras, volver a entrevistar a sus hijas e hijos y viajar por el mundo al encuentro de otros gitanos o gitanófilos, de Johnny Depp a Tony Gatlif o Emir Kusturica, de Stochelo Rosenberg a nuestro Farruquito, para testar con ellos ese ADN que explica y ensancha la leyenda de Chaplin en nuevas direcciones y sentidos.

En ocasiones algo forzadas, en otras felizmente casadas o justificadas, las raíces y la condición gitanas de Chaplin pasan siempre, eso sí, por la exaltación y la imagen más romántica de la etnia, por su vertiente positiva asociada al desplazamiento, el talento, el duende y el humanismo.