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El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) salda su deuda con Manuel Salinas (1940-2021) tres años después de su muerte con una retrospectiva que repasa su evolución desde sus comienzos en el Club La Rábida y la galería La Pasarela a su consagración como el maestro que indagó en la expresividad del color desde un universo personalísimo. La muestra, que podrá verse en el Monasterio de la Cartuja hasta el 22 de septiembre, se acerca a este creador autodidacta, un "lobo solitario de la pintura", como lo describe el comisario Pepe Yñiguez, que se mantuvo fiel a la abstracción. El título de la cita, Abstracto estricto, resalta la lealtad de Salinas al mismo imaginario.
La selección, de unas 90 piezas, incluye además de algunos préstamos procedentes de colecciones particulares las obras más preciadas por el artista, los fondos que conservó y que conformaron el patrimonio sentimental del pintor. "De todas las exposiciones posibles", explicó este miércoles Pepe Yñiguez a la prensa en la apertura de la exposición, "he preferido hacer una que podría calificarse como los Salinas de Manuel Salinas, es decir, privilegiando aquellas obras de las que no se desprendió y aquellas que se quedaron entre sus familiares o sus amigos íntimos", apunta el comisario, que ha dado así prioridad a la vertiente más personal del andaluz, que no obstante, "sobre todo en los últimos 20 años", ha sido una firma muy valorada "entre coleccionistas, aficionados y amantes del arte".
Abstracto estricto, cuya inauguración contó con la presencia de la directora del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Jimena Blázquez, y el secretario general para la Cultura, José Vélez, prolonga la reivindicación del CAAC de las grandes figuras de la comunidad autónoma, tras las retrospectivas dedicadas a Gerardo Delgado, Carmen Laffón, Guillermo Pérez Villalta, Alfonso Albacete o Luis Gordillo. Yñiguez señala que Abstracto estricto "se debería haber producido unos años antes, cuando se empezó a hablar de organizarla y cuando Manuel estaba vivo. Desgraciadamente no ha sido posible hasta hoy. El maldito Covid se lo llevó a principios de 2021", lamenta el especialista.
Aunque por el itinerario asoman creaciones de sus años más jóvenes, en los que Salinas aún buscaba su sello –un retrato de su padre o un jardín en sombra dejan constancia de esta etapa–, Abstracto estricto demuestra el compromiso del autor con un lenguaje en el que, como un compositor, persiguió siempre el ritmo y planteó variaciones. Yñiguez recuerda una frase que el sevillano, un hombre elegante y poco dado a hablar de sí mismo, dejó para la posteridad, y en la que pone de manifiesto su preferencia: "En ese espacio de la pintura encontré un reto más excitante. En la abstracción se parte de cero, hay que dar expresión a algo que no existe. Hay que basarse en la propia cultura, lo que es una gran responsabilidad". Para el comisario, la terquedad con la que Salinas abrazó la abstracción encarna una sentencia del simbolista Maurice Denis: "Un cuadro, antes de ser un caballo, una mujer desnuda o una anécdota cualquiera, es esencialmente una superficie plana cubierta de colores dispuestos con cierto orden".
Amigo de otros creadores como el fotógrafo Atín Aya o el pintor Miguel Ángel Campano, Salinas defendió su independencia y aprendió las claves de su oficio como un autodidacta. Pero "nada sale de nada", matiza Yñiguez, quien considera que "la pintura de Salinas nace de su educación y su formación estética". En la personalidad artística de este autor se cruzan la tradición y la modernidad. El comisario de Abstracto estricto imagina la profunda huella que dejaría en la sensibilidad del joven Salinas "la azulejería del XVI, de la que su casa familiar está bien nutrida, con esa trama regular que presagia una concepción infinita del espacio y, sobre todo, la herencia viva del barroco, esa conjunción de opuestos, de luces y sombras, de plenitud y vacío, de apetito voraz por la vida y exaltación de la muerte", contrastes que alcanzan, asegura Yñiguez, "su máxima expresión en la Semana Santa sevillana" de la que el pintor era devoto.
Pero Salinas, que con la solidez de su obra parecía impermeable a los vaivenes del arte y las corrientes que se sucedían, conocía bien las vanguardias: fue uno de los implicados en el Centro M11 que desarrolló una programación audaz para la Sevilla de los 60, frecuenta la escena artística del París de los 70 y se empapa de otras maneras de entender la creación y la vida "en Cataluña, junto a miembros de su familia materna [Salinas era hijo de María Asunción Milá, activista contra la pena de muerte que se carteaba con el papa Francisco], como el famoso diseñador Miguel Milá" y "artistas y arquitectos entre los que se encontraba Marcel Duchamp", con los que se codea "en los veranos de Cadaqués", recuerda Yñiguez. "De ese baile armonioso con la tradición y la modernidad nace su pintura".
Las salas de Abstracto estricto proponen, de la mano de Salinas, un canto a la tenacidad, la historia de un hombre que creyó en el camino que recorría con sus pinceles. "Manuel Salinas es de esos pintores que pintan el mismo cuadro una y otra vez, siempre igual y siempre distinto, sin rastro de monotonía porque cada cuadro encierra una versión nueva pero muy reconocible de lo que entiende como imagen ideal de la pintura", se lee en el folleto de la exposición. "Sólo que esa imagen ideal no responde al ideario platónico, no existe en realidad de forma previa, sino que se crea poco a poco en cada cuadro. Cuadros todos sin título porque todos son la misma pintura".
Un caudal siempre inspirado, como argumenta el comisario: "A mediados de los 90, deja significativamente de fechar sus obras y todas son partes de un mismo ideal, de un clasicismo abstracto fuera de las modas cambiantes, en el que los motivos son recurrentes sin que se agoten nunca. Va construyendo una obra que sitúa a Salinas sin ninguna duda como un referente ineludible de la pintura abstracta en los últimos 50 años del arte español".
Además del homenaje que el CAAC le debía a Salinas, Abstracto estricto se plantea como una celebración íntima en que muchas de las obras dejan el entorno del pintor para dialogar con el público. Las hijas del artista, Inés y Myriam, admiten la emoción que les supone que el trabajo de su padre sea reconocido. En la Casa de Salinas, en Mateos Gago, Yñiguez ha mantenido un cuadro de grandes dimensiones en un espacio en el que se muestran fotografías de Manuel Salinas en el estudio que tuvo en este inmueble, ahí donde el niño empezó a soñar, gracias a la fantasía de unos azulejos, las infinitas posibilidades del arte.
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