Declaraciones de humor
Célula padre | Crítica
Renacimiento publica una 'Biopsia literaria' donde Fernando Iwasaki ha reunido una muestra de su obra, caracterizada por el ingenio y la exploración de las posibilidades del idioma
La ficha
Célula padre. Fernando Iwasaki. Renacimiento. Sevilla, 2023. 264 páginas. 21,90 euros
La obra de Fernando Iwasaki, "tan diversa como dispersa", según la ha calificado él mismo, tiene una evidente unidad de estilo que se define por el tono y por la escritura, un sello personal que se manifiesta en cada una de sus páginas. Novelas, relatos, ensayos, artículos, crónicas o discursos: salvo la poesía, el autor peruano –o hispano-peruano, porque lleva más tiempo viviendo entre nosotros del que lo hizo en su país natal– ha cultivado todos los géneros y en cualquiera de ellos encontramos la misma prosa bienhumorada y chispeante, donde la erudición, el gusto por los juegos de palabras, la sabia alternancia de los registros culto y coloquial, se combinan de una forma peculiarísima y perfectamente reconocible. Lo vemos con toda claridad en la selección contenida en Célula padre, el volumen antológico que acaba de publicar con Renacimiento, que más que una antología –matiza Iwasaki, ya expuesto por edad a las injuriosas exploraciones de los galenos– es "una biopsia, una raedura o un cachito de la carne poco hecha de mi verbo". Un potaje o popurrí, como también lo llama, donde reúne "un poco de todo", aunque el criterio de selección de los textos ha tenido que ver, nos dice, citando como modelos dos discos recopilatorios de los Beatles, con "su capacidad para explicar el proceso creativo". Motivo de celebración para sus lectores habituales, el libro ofrece una excelente oportunidad a quienes deseen familiarizarse con las coordenadas de su literatura.
Si prescindimos de sus valiosas contribuciones como historiador, de las que es buena muestra su tesis doctoral, Lo maravilloso y lo imaginario en Lima colonial, siglo XVII, publicada con el título de ¡Aplaca, Señor, tu ira! (2018), el estimulante recorrido propuesto abarca toda la trayectoria de Iwasaki y más de una veintena de obras, aparecidas tanto en España como en América, entre ellas las novelas Libro de mal amor (2001) y Neguijón (2005), los relatos o microrrelatos incluidos en Ajuar funerario (2004), Helarte de amar (2006) o España, aparta de mí estos premios (2009), los ensayos El descubrimiento de España (1996) o Las palabras primas (2018), las presentaciones de Arte de introducir (2011) y los artículos recogidos en El sentimiento trágico de la Liga (1995), Una declaración de humor (2012) o Sevilla, sin mapa (2021), por citar algunos de los más significativos. Entre las treinta piezas seleccionadas figuran algunas tan hilarantes, tan verdaderamente memorables como El beso de la mona-mujer, parodia de las novelas de detectives, El acoso textual de Gertrudis Gómez de Avellaneda, sobre las ansias no correspondidas de la poeta romántica, El derby de los penúltimos, donde se cuenta la "vida borrascosa y galante" del apócrifo Froilán Miranda, El pan de Cervantes y la papa del Inca, que tan bien refleja el gusto de Iwasaki por las disquisiciones léxicas y la "feraz geografía del idioma español", un capítulo de Neguijón donde se homenajea, entre otros, al editor Abelardo Linares, o La katana verdiblanca, impagable testimonio de fe heliopolitana. Pero se hace imposible elegir porque el libro entero es, como suele decirse, una fiesta.
El tópico, tan consabido como falso, que equipara el registro humorístico a una forma de literatura menor o de segundo orden, tiene en el autor de Célula padre, estudioso a la vez que heredero de una tradición que en nuestro ámbito remite a los altos nombres de Borges o Cabrera Infante, Bryce Echenique o Jorge Ibargüengoitia, Jardiel Poncela o Julio Camba, Álvaro Cunqueiro o Wenceslao Fernández Flórez, todos ellos admirados y glosados por Iwasaki en páginas luminosas, a uno de sus principales representantes. El ingenio, la exploración de las posibilidades de la lengua y una mirada incisiva y desprejuiciada caracterizan a un narrador que lo es también en sus artículos y ensayos, pues todos sus textos cuentan historias. Desde una perspectiva ancha que gusta de contraponer realidades diferentes, con un enfoque que podríamos llamar comparatista, y de atender a los aspectos y los personajes insólitos, Iwasaki mira el mundo con ojos risueños, ajeno a las ampulosidades, los lugares comunes y los demonios de la ideología, con la libertad de quien no está sujeto a la obediencia debida. Lo afirmó Ortega de Camba y en relación con el propio Iwasaki lo ha resaltado Jorge Volpi: el humor, cuando se trata de los grandes, es la manifestación más exquisita de la inteligencia.
Limeño de Híspalis
Siempre a caballo entre los dos continentes, sin contar el tercero al que remite su ascendencia asiática, Fernando Iwasaki –"limeño de Híspalis", en definición entre taurina y valleinclanesca de Luis Sánchez-Moliní– ejerce como embajador oficioso de las naciones hermanas a este lado del Océano, o a la inversa, de cónsul de su ciudad de adopción en los vastos dominios de la comunidad latinoamericana, pero más que en las instituciones o en los Estados su impagable acción diplomática recae o se vuelca en las personas. Pocos autores conocemos que combinen en un grado tan alto la capacidad de seducir a los lectores o a los oyentes –quien no sabe lo que es un auditorio entregado es que no lo ha visto disertar en público– con la disponibilidad para celebrar a los demás, y esto último, no tan habitual entre los envanecidos integrantes de la República de las letras, hace que confluyan en Iwasaki el maestro del idioma y el inductor de entusiasmos. Al margen de su jubilosa tarea literaria, como escritor, columnista, profesor o conferenciante, Fernando es un trabajador incansable –él lo achaca al "gen nipón", por fortuna compatible con la inclinación hedónica– y proverbialmente generoso, con el que cientos de colegas, alumnos o simplemente amigos están –estamos– permanentemente en deuda.
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