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'Los pequeños amores', la emoción de los gestos cotidianos

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Celia Rico estrena, tras su paso por el Festival de Málaga, una nueva celebración de las vidas modestas

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María Vázquez, en 'Los pequeños amores'. / Lucia Faraig

Cuando presentó en 2018 su ópera prima, Viaje al cuarto de una madre, la directora Celia Rico aseguraba a este periódico que para su escritura se inspiraba en "esas cosas del día a día que forman parte de nuestra rutina, esos detalles aparentemente insignificantes a los que pones el foco y te explican muchas cosas sobre nosotros, de cómo nos relacionamos". Si entonces, en aquel emocionante debut, exploraba a través de ese imaginario cercano y sin embargo tan revelador la culpabilidad de una joven (Anna Castillo) que se marchaba del nido y dejaba sola a su madre (Lola Dueñas), ahora, en su nueva película, Los pequeños amores, se sirve de los gestos cotidianos para contar un trayecto en sentido inverso: una mujer ya en la cuarentena (María Vázquez) regresa a la vivienda familiar en sus vacaciones para atender a su progenitora (Adriana Ozores), que se ha roto la pierna en una caída.

Rico (Constantina, Sevilla, 1982), que concursa estos días en el Festival de Málaga y que estrena hoy en los cines su largometraje, mantiene así esa curiosidad por las vidas modestas. "Intento que el público se meta en la intimidad de los personajes, como si hubiese entrado en esa casa y se hubiese sentado en el sofá. El mayor halago que un espectador puede hacerme es decir que, durante la proyección, se ha olvidado de que estaba viendo una película", comenta la directora al teléfono.

La cineasta alumbra en su nuevo proyecto algunos interrogantes que surgieron en el rodaje de Viaje al cuarto de una madre. "Me di cuenta de que esa película hablaba del amor incondicional, del peso que ese amor ejerce sobre nosotros. Se dice que una madre va a estar siempre ahí, y eso me hizo pensar si el modelo del amor romántico, ese relato que nos contaron y que no nos ha hecho mucho bien, no empieza con ese vínculo. Cuando buscamos pareja, queremos una entrega sin fisuras, un compromiso inquebrantable, y eso sólo puede frustrarnos", apunta Rico sobre un asunto, el modo de gestionar los afectos, "que los más jóvenes tienen más claro".

Celia Rico, en el Festival de Málaga con el perro Titán. / Daniel Pérez / Efe

"Por eso el título", prosigue la realizadora, "porque podemos tener muchos amores, que nos pueden aportar mucho pero también acabarse y dar paso a otras historias. Cuando pensamos que las parejas son para siempre, vivimos la separación como un fracaso", reflexiona Rico, que a través del personaje de Teresa, la hija, retrata una época en la que "conocemos a alguien y le escribimos whatsapps o nos conectamos por internet, nos vinculamos afectivamente a través de pantallas. A veces nos enganchamos a proyecciones y no tanto a las cosas reales, quizás porque nos asusta estar solos".

Por el horizonte de Los pequeños amores asoma otra inquietud, la de "qué vamos a hacer los que no tenemos hijos y envejeceremos sin descendencia", señala Rico, "una pregunta que me hago y que me da miedo. Yo creo que hay que escribir desde ahí, desde lo que te perturba, pero prefiero contar mis historias desde un lugar más ligero. Podría haber retratado a una mujer sin hijos que no tiene quien la cuide, pero prefería que esa escena sea como un interrogante para el futuro, una pregunta que compartirá otra gente que no tiene descendencia. Creo que las películas y los libros deben trascender las biografías individuales, y cuestionar qué debemos plantearnos como comunidad".

“El relato del amor romántico empieza con el amor incondicional de una madre”, opina Rico

Frente a esa hija que busca el equilibrio en la precariedad emocional, la madre ya tiene una visión asentada del mundo y se muestra testaruda y puntillosa. "Me encantan esas mujeres que dicen lo que piensan, que se quejan por todo, que no tienen pelos en la lengua. A mí me da mucha alegría pensar que durante mucho tiempo ellas fueron obedientes y cumplieron con los roles impuestos, y que ahora se han liberado", apunta Rico, que recoge a través del personaje de Adriana Ozores los sofocos de la edad. "Muchos amigos no saben cómo vivieron sus madres la menopausia, porque es algo que no se cuenta, se ha tratado muy poco desde la ficción. Si la sufrieran los hombres se habrían hecho mil películas sobre el tema".

Es la madre de Los pequeños amores la que alude con sorna, gracias a los volúmenes de una biblioteca que incluye volúmenes como Madame Bovary o Ana Karenina, el destino trágico que ha reservado la literatura a los personajes femeninos. "Teresa, la hija, que mantiene una relación con un hombre casado, se habría tirado a las vías del tren si fuera una heroína decimonónica", observa Rico, "pero por suerte la situación ha cambiado".

Adriana Ozores, en 'Los pequeños amores'.

La cineasta ha advertido "cierto recelo" cuando explicaba que las protagonistas de su película volvían a ser una madre y una hija. "Me decían: ¿Otra vez vas a contar lo mismo? Y no, no es lo mismo. Hablo de otros momentos vitales, de otras preocupaciones. Y si estoy investigando un asunto, ¿por qué no seguir investigando en él?", se rebela Rico, que se entusiasma cuando habla de su reparto. "Emocionaba ver cómo María y Adriana incorporaban las sugerencias que les hacía, cómo prestaban su voz y su piel a la verdad. Un rodaje tiene momentos de mucha presión, pero yo me paraba a veces y me decía que estar ahí era una gozada. Disfruto mucho de la escritura del guion, de la puesta en escena, pero lo mejor de hacer una película es asistir a cómo construyen los actores los personajes".

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