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TALLER SONORO | CRÍTICA

Taller Sonoro en Espacio Turina. / Federico Mantecón

La ficha

****Jardín de Haikus. Coloquio de Benet Casablancas con José Luis García del Busto. Programa: Obras de Benet Casablancas. Taller Sonoro. Intérpretes: Jesús Sánchez Valladares, flauta; Alejandro Tuñón, violín; Camilo Irizo, clarinete; MªCarmen Coronado, violonchelo; Ignacio Torner, piano; J. Baldomero Llorens, percusión. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado, 19 de octubre. Aforo: 50 personas.

Tres versos de 5, 7 y 5 sílabas cada uno. No hay verbo, sólo sintagmas nominales, sustantivos y adjetivos. No hay, pues, sintaxis; no existe la direccionalidad que imprime un verbo ni las relaciones de significados que se articulan en función del sentido del verbo. Pura enunciación, sin vórtice sintáctico. Pura evocación, puro significado sin sentido narrativo. Sólo las relaciones nominales entre objetos y sus circunstancias, entre nombres y evocaciones.

Eso es el haiku, la forma simple y pura de la poesía de origen japonés que tanto ha prendido en la cultura occidental en las últimas décadas por la simplicidad de su estructura a la vez que por la complejidad de su escritura. Benet Casablancas ha dedicado buena parte de sus composiciones a estas formas breves de expresión poética: haikus, aforismos y epigramas. Fueron el objeto de este concierto aderezado por una jugosa charla entre el compositor y García del Busto sobre los orígenes y naturaleza de estas obras, caracterizadas por la desnudez de todo tipo de retórica y por su esencialismo sonoro. En justa correspondencia con la obliteración verbal, la música carece de un centro tonal y juega con varios núcleos, cuando no con la ausencia de jerarquía entre las notas. Para instrumentos como el clarinete, la flauta o el piano, la escritura es técnicamente muy exigente, especialmente para los vientos, que son llevados de un extremo a otro de su espectro tímbrico. Aquí tanto Irizo como Sánchez estuvieron espléndidos, trazando una amplia paleta de colores en el breve transcurso de unos compases. Torner asumió en solitario dos series de piezas (Tres Haikus y Memorial de Arraona) con la brillantez en él habitual, controlando en todo momento el color y la intensidad del sonido en una amplia gama de dinámicas por debajo del piano. El resto del grupo estuvo al mismo nivel de excelencia y de concentración, lo que no es sencillo en piezas tan breves.

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