La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
Cómic
Madrid/Firme en la idea de que la "biografía propia es la mejor fuente de relatos", el historietista Carlos Giménez ha adaptado la famosísima Canción de Navidad de Charles Dickens –también conocida, en otras traducciones, como Cuento de Navidad– para enfrentarse a sus particulares fantasmas del pasado, presente y futuro y reflexionar sobre su vida, porque cuando muera, dice el autor de auténticos clásicos del género en España como Paracuellos, querría "desaparecer del todo".
Carlos Giménez, madrileño nacido en 1941, es huraño porque sí, pero siempre fiel a la llamada de aquellos a los que, simplemente, le da la gana atender. Y la agencia Efe tiene la suerte de ser uno de ellos, porque siempre atiende, aunque sea con un requisito: "Mandad tres preguntas".
En esta ocasión, el autor vuelve a la actualidad por Canción de Navidad. Una historia de fantasmas (Reservoir Books), una obra que no es en sentido estricto una biografía, según explica, sino "una adaptación completamente libre" del relato de Dickens en el que Don Pablo, su álter ego comiquero, le roba el papel al célebre y avinagrado Ebenezer Scrooge.
"No he pretendido escribir mis memorias, a no ser que consideremos parte de mis memorias la mayoría de mis obras. Con mucha frecuencia, las historias que cuento están basadas en experiencias personales, en cosas que conozco y en sentimientos experimentados por mí. Porque esto de recurrir a la propia biografía es algo muy común entre escritores", cuenta el historietista.
Por eso dice Giménez que es su propia experiencia la que le ha demostrado que "el lector, normalmente, tiende a creer aquello que le suena a sinceridad"; y así en su Canción de Navidad aborda historias y anécdotas de su vida: "La biografía propia es la mejor fuente de relatos", dice.
De este modo, este "materialista, de izquierdas, marxista", como de hecho se define en este cómic, recibe en sus viñetas la visita de su fallecido amigo Raúl, quien le advierte de que está desaprovechando los escasos años de vida que le quedan. "Tu vida se acaba", le dice Raúl a Pablo.
"Yo utilizo a este personaje, al que mis lectores ya conocen [dice en referencia a Don Pablo], para contar mis navidades, las mías personales, contar algunas cosas que he vivido y decir en voz alta algunas otras que pienso. Todas las historias que se cuentan de navidades pasadas ocurrieron realmente el día de navidad", detalla este maestro del arte de las viñetas.
No le gustan las navidades, reconoce. Hasta el punto de reconocer que le "asusta" recordar algunos episodios del pasado, algunas cosas de él que no le agradan y que querría "no haber hecho", o por lo menos le gustaría "olvidar". Así reflexiona Giménez sobre esta parte de su vida que en el cómic lo lleva a regresar a ese hogar social que le marcó para siempre y que reflejó en su gran obra maestra, Paracuellos.
De la mano del fantasma del presente, vemos al Don Pablo actual, ése que contempla cómo todos lo echan de menos y le recuerdan durante la cena de Nochebuena, porque a él no le gustan las reuniones familiares y siempre rechaza acudir. En esta parte, y junto al espectro navideño, también hace una crítica a la hipocresía de la sociedad en estas fechas o los horrores de la guerra y los refugiados.
Y en el futuro, ahí donde se encuentra su final, Giménez es rotundo, según confiesa. "No me asusta demasiado la muerte. Aunque vaya usted a saber cómo reaccionaré cuando llegue el momento de decir: es hoy". "Me asusta un poco la decrepitud –añade al respecto– pero aparte de eso soy consciente de la edad que tengo y de que, por mucho que me quede por vivir, me queda muy poco ya. Y no tengo ningún interés en ser recordado". Así llegamos al final de la entrevista, un punto donde echa la vista atrás y, con 77 años a su espalda, confiesa sin pudor que cuando su vida llegue a su fin se habrá terminado "absolutamente todo" para él.
"No me importa lo que vaya a ser de mi obra, ni de mis escasas pertenencias, y me da igual donde terminen mis dibujos y mis escritos, si se publican o se destruyen. No tengo ningún interés en ser recordado. Me gustaría desaparecer del todo, hasta del recuerdo de las personas que me hayan conocido. Yo ya no estaré", concluye el mejor cronista en viñetas de la historia de España.
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