Hacer cantar a la palabra
RAFFAELE PE & LA LIRA DI ORFEO | CRÍTICA
La ficha
*****Programa: Obras de C. Monteverdi, B. Marini y D. Castello. La Lira di Orfeo (Elisa Citterio, violín; Rodney Prada, viola da gamba; Nicolò Pellizari clave). Contratenor: Raffaele Pe. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Martes, 5 de noviembre. Aforo: Un tercio
Los padres fundadores de la ópera anduvieron en los primeros años explorando caminos en busca de la manera de encajar la música con la palabra representada, una vez que el lenguaje madrigalesco fue rechazado por excesivamente rebuscado en su polifonía. Los Galilei, Caccini, Peri o Cavalieri, a veces llevados por la falsa idea de que el teatro griego antiguo era salmodiado y no hablado, no acababan de salir de una monótona recitación melódica que no cumplía con la búsqueda de un lenguaje netamente teatral.
Hasta que llegó Monteverdi y su recitar cantando. Canto florido, melodía, estructuras formales, sí. Pero siempre atado a la palabra y su carga semántica o performativa, a sus sugerencias y evocaciones. Efectos musicales al servicio de la clarificación de los afectos narrativos. Y ejemplo soberbio de la eficacia dramática de la escritura monteverdiana ha sido este extraordinario recital de Raffaele Pe y La Lira di Orfeo. Sorprende la naturalidad del canto, de la emisión y del fraseo de este contratenor, cuya voz se despliega sin cesuras entre los registros, con graves muy solventes (Laudate Dominum) y agudos resplandecientes, como los que tachonaron las dos impresionantes versiones de Si dolce è il tormento, especialmente la segunda ofrecida como propina. El fraseo milimétrico, pero ligado y fluido, se detenía sobre cada acento y sobre cada palabra especialmente significativa (“Rigido strale”) o sobre los efectos onomatopéyicos del Laudate Dominum ("tubae", "citara", "timpano", "cimbalis"). Y con un apabullante dominio de la coloratura, del adorno, de la improvisación a base de un control perfecto de los reguladores dinámicos. Como los que asentaron una versión inolvidable de "Oblivion soave", con notas al final de cada frase alargadas en interminables diminuendi sustentados sobre un inacabable fiato. Sus profusas coloraturas, a cada cual más imaginativa, le hicieron cerrar de manera apoteósica el programa con Voglio di vita uscir y con su subyugante ritmo de chacona.
No menos extraordinaria fue la participación de Citterio, maestra del stile passeggiato y de la disminución en las sonatas de Marini y de Castello. El sonido siempre brillante y al servicio del contraste y de la búsqueda de la sorpresa, como esas inesperadas modulaciones y disonancias apuntaladas con leves pero expresivos glissandi. Magnífico el continuo de Prada y Pellizari, imaginativo y creativo.
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