ENSEMBLE DIDEROT | CRÍTICA
Guerra y música en Berlín
Nació y creció en Elche, en un "gueto" de granadinos emigrados -como sus padres- que trabajaban en las fábricas de calzado. Él lo pinta, con su acusado acento de la Andalucía oriental, en sonriente hipérbole, prácticamente como uno de esos tribales barrios italoamericanos de Scorsese: "Y menos mal que no caí atrapado en oscuridades como la Casa de Andalucía...". En ese ambiente se empapó de flamenco, del flamenco antiguo, y ese era el camino que llevaba hasta que experimentó "un clic en la cabeza" y supo entonces que quería "construir algo más". Ahora, con 28 años, mucho después de aquella educación sentimental en la ortodoxia, Paco Contreras, Niño de Elche, llega con otro bagaje. "Hoy he estado escuchando varias cosas: Einstürzende Neubauten, Kraftwerk, El Torta, Wim Mertens y Antony & The Johnsons. Ah, y un viejo disco que he encontrado en casa de Ministry. Que por cierto: El Torta es parecido a Ministry", dice entre risas este cantaor plenamente consciente de la radicalidad de su discurso "en construcción", interesado sólo por el flamenco que "rompe formas y estructuras".
"También es porque lo otro ya lo ha escuchado bastante, eh. Al menos para mí, el concepto no ha sido nunca copiar. Esa gente que se pone a estudiar porque quiere cantar cien por cien como lo hacía tal o cual... Nunca me ha interesado. Yo quiero tener un conocimiento de base, y sobre eso, avanzar. Y para avanzar necesité otras formas de ver la música", dice sobre su reputación de atípico, incluso inclasificable, este cantaor que llegó a Sevilla a los 16 años con una beca de la Fundación Cristina Heeren -"aguanté sólo seis meses"-, se mudó luego a Barcelona, en cuyos tablaos empezó a trabajar profesionalmente, y tras un frustrante regreso a Elche -"no había salida alguna, aquello era un sinvivir"- se afincó de nuevo, hace ya seis años, en la capital andaluza.
"¿Que soy atípico?", retoma: "Bueno, no si mi idea no pasa solamente por seguir dándole vueltas a la rueda clásica del flamenco. Quien quiera hacer eso escuchará a Manuel Torre o a Chacón, y yo lo entiendo. Pero yo tengo mucho más que hacer hoy en día que aprender, por ejemplo, quién cantó en 1890 una seguiriya en la calle Feria. Me interesa más escuchar a los músicos de electrónica de ahora, o a los experimentales. Siempre me gustó el minimalismo, y desde ahí fui saltando hacia el experimentalismo, John Cage, el dodecafonismo, todo eso...".
Su último trabajo, recién publicado, es Sí, a Miguel Hernández, un "dispositivo híbrido" compuesto por un disco y una publicación de 16 páginas que detalla el contenido del primero y ofrece información adicional sobre el proceso de creación del mismo y sobre la percepción actual -sesgada, reduccionista, en opinión del cantaor reducida a varios clichés interesados y fáciles de digerir tanto por la izquierda como por la derecha- del legado del poeta. El álbum, grabado con Raúl Cantizano, Antonio Montiel o Llorenç Barber, incluye una serie de cantes -adaptaciones que ha ido realizando durante años de poemas del autor de Orihuela-; milongas, funerales, soleares o peteneras apareadas con ritmos latinos, estallidos de electricidad, episodios de paisajismo sonoro y una colaboración del rapero El Chojín. La grabación se completa con un texto biográfico de José Luis Ferris sobre el autor de El rayo que no cesa o Cancionero y romancero de ausencias; un texto leído en distintos cortes por el propio Ferris, el escritor y flamencólogo José Luis Ortiz Nuevo, el musicólogo Fernando González Lucini, el cantautor Amancio Prada o el bailaor Andrés Marín.
El periódico, titulado S.A.M.H. y con vetas de sarcástica agit-prop, surgió porque el músico sintió que el disco por sí solo no contenía "realmente el mensaje que quería transmitir". "Me pregunté el porqué de cantarle a Miguel Hernández. Y el porqué era la esencia social. Más incluso que su estética poética. Me gustó el formato de periódico social, y Santiago Barber, Olga Beca y yo le fuimos dando forma". Al margen de Remezclando al poeta, el artículo que firma Barber, el periódico contiene escritos de Antonio Orihuela, Pedro G. Romero o Pedro Jiménez (Zemos98), junto con entrevistas a Marcos Ana o al colectivo Salfhketa Nafarroa, además de una selección de poemas de Bernardo Santos, Jesús Lizano o Jorge Riechmann.
A Contreras le preocupan especialmente los modos de hacer. "El otro día estaba leyendo un libro que hablaba de esto: decía que las formas de hacer a veces son más políticas que el resultado mismo. Aunque este trabajo tratara de otra cosa, aun así seguiría siendo un trabajo político", dice el cantaor, que apostó por la autogestión para la edición de Sí, a Miguel Hernández, un proceso en el que ha contado con la colaboración de El Rancho, la casa de discos (y otras cosas) creada por los miembros de Pony Bravo, amigos de este artista que ha colaborado con ellos en su último disco, pero también con otros creadores de marcado perfil heterodoxo y/o contemporáneo, como el bailarín y coreógrafo Guillermo Weickert (en su reciente Lirio entre espinas), Pedro G. Romero o Juan Carlos Lérida, con el que llevó a Viena el pasado julio su 3er Acercamiento al cante.
Contreras asume que su apuesta, que califica como "extrema", lo deja en un lugar marginal de la escena flamenca; en la oficial, al menos. "En cualquier caso, me siento muy lejos de todo eso. Todos se quejan. Pero nadie hace. Si echo algún papelito y me cae una pequeña subvención para poder contratar a un director de escena, estupendo. Pero nunca voy a intentar pasar por ese aro. A mí, de todos modos, me gustaría tener un público sin etiquetas, uno que esté formado y al que le guste la música y el arte. A partir de ahí, lo que yo hago puede gustar o no, pero que se entienda al menos por dónde voy. Y eso en el flamenco es imposible. Tanto por las instituciones, como por el público clásico, como por desgracia, para qué nos vamos a engañar, por la mayoría de los compañeros. El flamenco se ha vuelto muy sistemático, muy conservador. No me preocupa mucho. Por ahora. Cuando llegue a los 40 no sé si me entrará esta cosa de los viejos: no me contratan, ay, la administración... Ahora mismo trabajo para tener el aprecio del público, la red para no depender de una subvención. Esa es mi meta: ser independiente cien por cien. Es muy complicado, pero no necesito 5.000 euros al mes para vivir".
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