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Edita la Fundación Valparaíso
Sevilla/Con calma y sin estridencias, con precisión de orfebre pero sin ceder nunca a esa impaciencia o rencor que doblega a tantos autores que merecerían mayores audiencias, Víctor Jiménez (Sevilla, 1957) sigue enriqueciendo su obra poética, de honda estirpe andaluza y que cuenta ya con una decena de libros y otros tantos galardones como el Rosalía de Castro.
Su vuelta a la poesía la ha titulado Frecuencia modulada y es un libro que, desde la primera dedicatoria, prolonga la huella y el respeto por Luis Rosales y Antonio Machado presente en tantos de sus poemarios anteriores.
Jiménez ha conquistado con este libro uno de los premios más interesantes de cuantos se entregan ahora en Andalucía, el Paul Beckett de Poesía 2017 que promueve y edita desde Almería la Fundación Valparaíso. Jorge de Arco, Ángel Basanta, Jesús Mateos, Rafael Morales Barba y Carlos Murciano, bajo la presidencia de Jorge Urrutia, conformaban el jurado que falló la decimonovena edición de un premio que anteriormente ganaron firmas como Leopoldo de Luis, Enrique Barrero o Juan Van Halen, autores publicados en la Colección Beatrice en homenaje a Beatriz Beckett, la fundadora junto a su marido Paul Beckett, ya fallecido, de esta Fundación Valparaíso que tiene su sede en Mojácar y cuya ejemplar labor de mecenazgo artístico merecería ser más conocida a este lado de la comunidad.
El poemario se presentó recientemente en Sevilla en un acto que reunió a numerosos amantes de la literatura en Cobertura, el espacio cultural que dirige Alberto Rojas en el barrio del Arenal y que trasciende, por su buen gusto e inquietudes, su naturaleza galerística especializada en fotografía actual.
Para la investigadora y escritora Rocío Fernández Berrocal, que presentó a Víctor Jiménez, “en Frecuencia modulada bulle el buen oficio de un autor que sabe que del silencio y de la persecución del ideal nace la poesía”. En su opinión, “este libro se hace sitio en esta época convulsa y hueca donde la poesía se construye a veces sin oficio, por contrata y a ladrillazo limpio”.
La nueva entrega de Víctor Jiménez, que se subtitula Canciones y algo más, consta de 34 poemas y tiene una estructura muy peculiar. Cada poema viene encabezado por una canción conocida que, según aprecia Fernández Berrocal, “danza, juega y se entrevera con los versos del poema. Encontramos así en estas páginas desde el Lía de Ana Belén, o el Sin ti no soy nada, de Amaral, o el Y no me importa nada que rías o que sueñes, que digas o que hagas, de Luz Casal, el Gracias a la vida que me ha dado tanto, y así hasta llegar a Los sonidos del silencio, de Simon and Garfunkel, que abre y cierra el libro y con cuya filosofía se identifica el poeta”.
Los seguidores de la poesía de Víctor Jiménez, enraizada en esa tradición sevillana que viene de Bécquer y los Machado, continúa por los cauces de Rafael Montesinos, y desemboca en las voces cercanas de Juan Lamillar, Lutgardo García o Antonio García Barbeito –tres grandes poetas y amigos del autor–, saben que el soneto es uno de sus metros predilectos. Aquí de nuevo, pese a esos guiños transversales a la música pop, siguen estando muy presentes el clasicismo y la serenidad.
También regresan con gracia sus temas eternos, “como el amor entendido como tabla salvavidas y como exaltación de la existencia”, a decir de Fernández Berrocal. Una opinión que comparte Juan Lamillar, para quien “en la poesía de Víctor Jiménez destaca la fructífera alianza entre la mirada personal con la que aborda algunos temas constantes (el amor, la memoria, la escritura...) y un dominio formal que ya estaba presente en sus libros primeros”.
Jiménez, que también fue promotor de la creación a través de la colección poética Ángaro, fundada en 1969 por Manuel Fernández Calvo, Francisco Mena Cantero y Enrique Barrero Rodríguez, regresa a las librerías con nuevas vetas de una lírica que Fernández Berrocal juzga “emocionante y esencial, modulada por el oficio”.
Pero quizá ahora, animado por esa musicalidad que lo inunda todo, aflora con mayor libertad esa voz propia, casi susurrante, del también autor de Taberna inglesa (2006) o La mesa italiana (2015), un escritor aferrado a los paisajes morales de la infancia y a las calles de su barrio de San Bernardo a quien los no iniciados pueden descubrir a través de la hermosa antología El tiempo entre los labios que editó Renacimiento.
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