De campos, cuevas y sirenas

REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA | CRÍTICA

Meigui Zhang y Darrel Ang con la Sinfónica. / Marina Casanova

La ficha

***Temporada de conciertos de abono. Programa: ‘Rapaukes Sommerchatstraum Verano’, de N. Núñez Hierro; ‘Chants d’Auvergne’, de J. Canteloube; ‘Die Seejungfrau’, de A. von Zemlinsky. Soprano: Meigui Zhang. Director: Darrel Ang. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Miércoles, 3 de julio. Aforo: Un cuarto. 

Era de esperar. Una temporada tras otra se viene demostrando que no tiene sentido en Sevilla prolongar los conciertos de abono en el mes de julio. Pues nada, otra vez y para el año que viene lo mismo. El resultado está ahí, la entrada más floja de toda la temporada, un cuarto de un teatro que recodaba los versos de Rodrigo Caro: “campos de soledad, mustio collado”. Creo que va siendo hora de que de una vez y en serio se pongan a hablar los responsables del teatro y de la orquesta para, cediendo cada uno de su parte, se pueda distribuir de una forma más homogénea la temporada de la Sinfónica sin maltratar ni abusar de sus sufridos seguidores.

Con una obra de la jerezana Nuria Núñez Hierro dedicada al verano se abría el concierto. Pensada para intercalarse con El sueño de una noche de verano de Mendelssohn, la autora deja caer breves citas del original para luego, sin demasiada enjundia, jugar con los sonidos y timbres alternativos: glissandi de las cuerdas en armónicos sul ponticello, metales soplados, etc. Y poco más.

Gratísima sorpresa la que nos dio Meigui Zhang nada más abordar el primero de los Cantos de Auvernia. Voz sombreada, de tonalidades doradas, ancha y con amplia presencia sonora, gracia y elegancia en el fraseo, llena de encanto en su recreación de los diálogos pastoriles.

Espléndida la batuta de Darrel Ang, sobre todo con la gran partitura de Zemlinsky, a la que dotó de mano flexible, gran precisión en los cambios dinámicos y atención a los diálogos tímbricos, que sonaron con nitidez y colorido. Supo mantener el tempo en el largo incio de la primera parte, poniendo de relieve las figuras ondulantes de la cuerda grave para luego administrar las dinámicas hasta alcanzar el clímax con la suficiente tensión. La orquesta mostró el gran nivel en el que se encuentra con la precisión y rapidez de sus respuestas a los súbitos cambios y silencios de la segunda parte, guiada por un Ang sumamente cuidadoso con las texturas y con las progresiones dinámicas. Del dramatismo de la sección central de la tercera parte supo conducir con dulzura al lirismo de la sección conclusiva.

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