Los caminos de Alfonso Albacete
Arte
El CAAC inaugura hoy la primera retrospectiva que se dedica en Andalucía al internacional artista antequerano. Recorre cuatro décadas de su carrera y enfatiza su vertiente más figurativa
Sevilla/La primera retrospectiva en Andalucía del malagueño Alfonso Albacete (Antequera, 1950) recorre cuatro décadas de su carrera y ha sido comisariada por el crítico de arte Mariano Navarro. Hoy se inaugura este proyecto expositivo que prolongará, hasta su clausura el 10 de marzo, el idilio que el CAAC mantiene con un pintor que ya donó más de 140 obras sobre papel a la institución que dirige Juan Antonio Álvarez Reyes.
Alfonso Albacete. Las razones de la pintura recoge el testigo de la revisión que, de toda su obra, organizó en 1988 el desaparecido Museo Español de Arte Contemporáneo, precedente del Museo Reina Sofía de Madrid. Así lo recordaba Miguel Ángel Vázquez, consejero de Cultura, que celebró en la presentación de estos contenidos "que sea el CAAC quien nos permite recuperar para Andalucía a uno de los grandes pintores de este país, un artista renovador, reconocido internacionalmente".
La muestra ahonda en la evolución cronológica y temática de un creador que alcanzó notoriedad en 1979 con la exposición En el estudio, celebrada en la galería Egam de Madrid, donde conjugó figuración y abstracción y que supuso su reconocimiento artístico. Es entonces cuando comienza a asociársele con Guillermo Pérez Villalta, Manolo Quejido o Chema Cobo, pintores andaluces que abrazaron la figuración en la inquieta capital española de los 70.
Mariano Navarro ha dividido la muestra en dos grandes capítulos. En el central ha reunido nueve cuadros ordenados cronológicamente para analizar las razones que han articulado la pintura de Alfonso Albacete, y aunque no cabe hablar de influencias directas, sí se observa la estrecha relación que ha establecido con los pintores clásicos como Caravaggio, su atención a los postulados de Cézanne o Picasso, y sobre todo su profundo análisis de la pintura de contemporáneos como Pollock, Jasper Johns o Gerhard Richter.
En el otro capítulo, distribuido por seis salas, el comisario aborda los distintos temas que ha tratado este malagueño criado en Murcia. Hay más obras datadas en los últimos 20 años que en las dos primeras décadas porque, como resume Mariano Navarro, "su labor en lo que va de siglo no sólo ha consolidado sus trabajos precedentes, sino que se ha abierto a nuevos y más complejos caminos".
Albacete se emocionó al ver reunidos por primera vez cuadros de distintas épocas que ahora pertenecen a museos y fondos tan ilustres como la Fundación Juan March, el Museo Nacional Reina Sofía, la Fundación BBVA, la galería Helga de Alvear o la colección particular de dos artistas tan internacionales como el cineasta Pedro Almodóvar y el pintor Juan Genovés. "No es una exposición exhaustiva pero probablemente esté aquí la parte más figurativa de mi pintura", reconocía sobre el discurso predominante en la cita.
Las primeras obras expuestas pertenecen a la muestra que lo posicionó a finales de los 70 en la escena artística, como En el estudio y la deliciosa Lápices, influida por la serie Fosforescencias de José Guerrero (un pintor clave para él en esos años como lo era Luis Gordillo). En ellas reivindica la vuelta a la pintura y convierte en protagonista de la misma el espacio de creación, el boceto, la modelo y los materiales usados.
Tras estas dos obras que dan la bienvenida al visitante, el Claustrón Sur desglosa, a lo largo de seis salas, piezas de distintos momentos pero que se ocupan de temáticas y formulaciones similares. Uno de esos motivos son las Conferencias de arte, título que agrupa en la primera sala bicromías en blanco y negro o azules y grises de finales de los 90 que muestran proyecciones en sala o discursos atendidos por el público. A su lado, pintadas en 2013 y 14, vemos piezas donde otorga al mismo tema un color y una dimensión que no tenían.
La sala 2 se dedica al estudio del artista, entendido como hábitat natural y como espacio de reflexión sobre el hecho de pintar. Aparecen varios de los talleres en que trabajó Albacete, que reconoce que cada mudanza conllevó un cambio en su estilo.
La sala 3 reúne obras de mediados de los 80 y principios de los 90 cuya base principal son los mitos, como Narciso, y las lecturas. La 4 revela su complejo mundo simbólico y cultural, con referencias a Muybridge o Duchamp, y reflexiona sobre la muerte a través de figuras como Judith y Salomé, asociadas a imágenes de violencia, castración y sexo. En varias de estas obras Albacete se autorretrata como víctima y asume el papel de Juan Bautista o Goliath.
La estancia más espectacular, la quinta, reúne dos obras de gran formato que se aproximan a la abstracción de Pollock y Klein. Son la gran serie El mar de la China y la Primavera de la serie Cueva Negra.
En la sexta y última, dedicada al espacio vivido y habitado, hay un juego de referencias entre el interior y el exterior, y la casa del pintor es invadida por naturalezas, vegetación y memorias del taller en un cuadro tan deslumbrante como El jardín japonés (2009), uno de los hitos del conjunto.
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