Caminante, este fue el camino de los hermanos Machado

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Un itinerario por los documentos y los objetos más destacados de la muestra 'Los Machado. Retrato de familia'

Arranca la exposición 'Los Machado. Retrato de familia' con 200 piezas de la saga familiar

Las leyendas alrededor de los hermanos Machado en la exposición de Sevilla

Las imágenes de la visita del Rey a la exposición de los Hermanos Machado en Sevilla
Una de las partes de la muestra. / EFE

Es un día azul y asoma un sol de la infancia entre los patios de la Real Fábrica de Artillería. Es una mañana de otoño que recuerda a la primavera –quizá el otoño sea la primavera de Sevilla- y a dos poemas. El primero, con la autoría de Manuel Machado, que dice “el ciego sol se estrella / en las duras aristas de las armas”; el segundo pertenece a su hermano Antonio, que escribió eso de “en el ambiente de la tarde flota / ese aroma de ausencia, / que dice al alma luminosa: nunca, / y al corazón: espera”.

Recordamos los dos poemas –esa tarde clara, ese ciego sol que se estrella- en la inauguración de la exposición Los Machado. Retrato de familia. Un excepcional itinerario por la historia de los Machado –abuelo, padre, hermanos-. Una estirpe que, en cada una de estas generaciones, explica la cultura –en un sentido amplísimo- de un tiempo.

Antonio Machado Nuñez es reflejo de las inquietudes de la España –sobre todo la liberal y la progresista- del XIX; Antonio Machado Álvarez representa buena parte de los intereses de sus coetáneos –el folclore, la cultura popular, el flamenco-; y Antonio Machado y Manuel Machado, herederos de sangre jacobina, son testimonios de esa España del 98, del modernismo, de la Edad de Plata. De esos treinta años de agitada vida cultural y política de principios de siglo.

En esta muestra descubrimos numerosos hallazgos. Por ejemplo, el primer texto que firma Antonio Machado. Se trata de una carta en la que un jovencísimo Antonio le escribe al padre, Demófilo, en 1892 –un año antes de fallecer este-. Siguiendo con los años de juventud, contemplamos el expediente académico de Manuel Machado, quien estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla. Son esos años de “vida bohemia” –así se precisa en la muestra- en los que Manuel viaja a París y, más tarde, de vuelta a Sevilla, bebe de ese rosario de intereses que determinará su obra: la copla y la copa –por decirlo breve-. Es un Manuel Machado “entre Montmartre y La Macarena”. Esos dos horizontes que perfilan el paisaje poético del autor.

Tras la juventud vendrá la primera separación. Manuel marcha a Madrid y Antonio a Soria. El hermano mayor decide que es hora de abandonar la noche y sus sombras, y se dedica a la vida de opositor, al horario y a las obligaciones. El hermano pequeño, Antonio, logra su plaza de profesor de francés en Castilla –tierra crucial a la hora de madurar su mirada poética-.

Más curiosidades: la llamada “Máquina de trovar”. El visitante podrá ver materializada esta recreación de Antonio Machado, que se define como un artefacto para “crear de poemas”

En Castilla, Antonio Machado se enamora de la adolescente Leonor Izquierdo y depura esos poemas tan personales, tan de la voz machadiana, sobrios, elegantes, reflexivos. En Castilla, Antonio conoce el amor y la muerte –es decir, los dos grandes temas de siempre-. El fallecimiento de Leonor –en 1912, a causa de una tuberculosis- propicia versos que ocuparán tesis, estudios, manuales de universidad, libros de texto y la influencia en los poetas que vendrán: “¿No ves, Leonor, los álamos del río / con sus ramajes yertos? / Mira el Moncayo azul y blanco; dame / tu mano y paseemos. / Por estos campos de la tierra mía, / bordados de olivares polvorientos, / voy caminando solo, / triste, cansado, pensativo y viejo”. Ahí está el paisaje, está la tierra, está el campo, está el camino. Ahí está, en esta atmósfera, en este lenguaje, Antonio Machado, en una dosis mínima. Por los pasillos de la Real Fábrica de Artillería vemos una foto –o un retrato, palabra más machadiana- de Leonor.

En esta exposición, en este camino de los hermanos Machado, nos sorprende un manuscrito del conocidísimo poema Autorretrato, de Antonio, y también un abrecartas del poeta. Más curiosidades: la llamada “Máquina de trovar”. El visitante podrá ver materializada esta recreación de Antonio Machado, que se define como un artefacto para “crear de poemas” –anticipándose el autor, en décadas, a la inteligencia artificial-. Igualmente, leemos el discurso de entrada de Antonio Machado en la Real Academia Española.

Pero más llamativa, por evidentes connotaciones históricas, nos resulta la página expuesta del diario Ahora, donde se recoge la partitura y la letra –esta última con la autoría de Manuel Machado- de un himno a la Segunda República. Que empezaba así: “Es el sol de una mañana / de gloria y vida, paz y amor. / Libertad florece y grana / en el milagro de su ardor. / ¡Libertad! / España brilla a tu fulgor, / como una rosa de Verdad”. En apenas unos años, sin embargo, llegará el desencanto de la causa republicana, y los sonetos a Franco y a José Antonio Primo de Rivera.

Es para mí una tremenda desgracia estar separado de Manuel. Él es un gran poeta” -escribió Antonio Machado-

El ideario de Antonio Machado, como es sabido, discurre en favor de la República, pero no contra su hermano. Así lo indican –con insistencia- en esta exposición comisariada por Alfonso Guerra. Escribió Antonio Machado: “Es para mí una tremenda desgracia estar separado de Manuel. Él es un gran poeta”. El hermano pequeño llega a Collioure a principios de 1939. En este pueblo francés le escribe a José Bergamín: “Mi querido y admirado amigo: después de un éxodo lamentable, pasé la frontera con mi madre, mi hermano José y su esposa, en condiciones impeorables”. Manuel queda atrapado en Burgos, ciudad en la que fue, junto con su mujer, a visitar a su cuñada en julio de 1936. En esta ciudad es arrestado e ingresa en prisión en septiembre de ese año. Aunque finalmente consigue huir a París.

El 22 de febrero de 1939 muere Antonio Machado, en el exilio. Tres días después morirá su madre, Ana Ruiz. El hermano pequeño de Antonio, el pintor José Machado, descubre en el abrigo del poeta el verso memorable: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Ese verso que habla de un tiempo –o de un lugar- pero que no tiene tiempo ni lugar. El alejandrino lo escribió Antonio Machado hace ahora 85 años, y hoy lo hemos visto, y lo hemos leído, en el azul y en el sol de este otoño casi de primavera. De este día en el que se ha inaugurado la espléndida muestra Los Machado. Retrato de familia.

 

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