Camilo te camela, Sevilla
Conciertos
El artista colombiano actuó en el Estadio de la Cartuja ante más de 20000 personas
Concierto de Camilo en el Estadio de la Cartuja
Aún era de día, sonaban cumbias sabrosonas y el público, heterogéneo, tomaba asientos en pista y en grada -en el Estadio de la Cartuja-. Es el paisaje primero del concierto de Camilo. Los minutos previos a una fiesta en la que predominaron los chachachás latinos y los ecos del pop que han hecho de este artista colombiano un referente de las canciones populares.
Camilo es como la paga extra que en estos días de junio reciben los trabajadores: un acontecimiento que levanta el ánimo a las masas. Así se pudo comprobar pasados los diez minutos de las diez de la noche, cuando, sin aún aparecer el artista, el personal hacía la ola y bailaba al son del chachachá sabrosón -ese ay, ay, ay que te pone a rumbeal-. Fue un tiempo breve, porque un par de minutos después emergió en el escenario el querido Camilo, ovacionado mientras movía las caderas -sensualísimo magnetismo- con el tema Bebé. En las pantallas del escenario unos girasoles dando colores a la escena. Todo tenía esa evocación de la Colombia natal. Con sus tonalidades intensas, con sus ritmos latinos, con su encantadora personalidad. Como encantadora era la voz de Camilo.
«¡Esta noche Sevilla es nuestro lugar feliz!», aseguró un vibrante Camilo. Qué simpático, qué amable, qué educadísimo, qué sano. Quizá qué millonario. Camilo es un poco el yerno que siempre se busca en casa. «Si tú me dices ahorita / que me quieres a tu lao / qué lindo sería. / Si tú con esa boquita / ya me tienes embobado. / Yo te besaría». Con esa letra el público -la tribu lo llama Camilo- se pone a cantar al unísono. Tema archiconocido del artista. En las gradas del Estadio Olímpico caía la noche y se encendían las linternas de los móviles. Ahorita la cosa se estaba poniendo muy gustosa. Muy del flow latino. Ese sonsón que siempre nos puso a gozar, sí.
Contoneo olímpico de la cintura con Pegao. «Pegao, como en iglesia de barrio, pegao. / Como lengua en vaso congelao. / Como en discoteca de pueblo, to el mundo pegao». Azúcar para la tribu de Camilo. Como se decía en la década de los 2000 en esta ciudad nuestra: mantequilla para la pandilla. Con Tattoo se mantuvo ese ambiente de celebración de masas. Entre parejas, familias, amigos. Algunos con pancartas, otros con banderas colombinas. El espíritu de la paga extraordinaria en todos presente.
Camilo te camela, Sevilla. Camilo os seduce, parseros y parseras. Ya sea con los tonos melancólicos de Gordo o dedicándole una salve a la Virgen del Rocío -que el artista cantó en su Instagram y que reinterpretó en el concierto-. Ya sea con el chachachá que me traen los músicos latinos o con esa indumentaria de músico urbano -que a nosotros también nos recordaba a la de los escayolistas-.
La noche siguió con su catálogo de quinceañeras entusiasmadas con su ídolo, con su bailecito suavecito de las parejas, con las percusiones -colombianas y sureñas- de Salitre. «Tocó la puerta el amor / y yo le abrí para que entrara». Como entró el bueno de Camilo -buen artista, probablemente mejor yerno- en el Estadio Olímpico de Sevilla. Medalla de oro según su público, según su tribu de parseros y de parseras.
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