Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
TEMPORADA 2021-22 | ANÁLISIS
A nadie se le escapa que ésta que está a punto de pasar a la (triste) historia y la que viene y se acaba de anunciar serán dos temporadas muy especiales en la trayectoria histórica del Teatro de la Maestranza. Tras las cancelaciones, aplazamientos, cambios de fechas, restricciones en aforos y las incertidumbres a la luz de las novedades del BOJA, el reto del Maestranza es el de alcanzar en lo posible la normalidad en la programación, recuperar la mayor parte posible de los espectáculos aplazados y, sobre todo, afianzar la fidelidad de un público de cuyas aportaciones en taquilla tanto dependen las arcas del teatro a la hora de enjugar en lo posible el déficit que el dichoso virus ha inyectado en los balances.
A esa necesidad de hacer caja a toda costa obedece en buena medida la programación que se acaba de presentar, una programación que en lo que ópera se refiere, se centra en títulos de seguro tirón popular. Así, se podrán escuchar y ver por cuarta vez en la breve historia del teatro títulos como La Traviata, Madama Butterfly (con el retorno a Sevilla de una estrella como Ermonela Jaho, quien ya estuviese aquí en L'incoronazione di Poppea del 2005) y, por tercera vez, El gato montés. Demasiadas repeticiones para un teatro que aún no ha programado óperas esenciales en el repertorio. Y, a propósito, de la ópera de Manuel Penella (de valores musicales limitados, todo hay que decirlo), llama la atención la ausencia de la zarzuela de la programación de un teatro al que prácticamente nunca ha faltado desde su reapertura en 1994.
A cambio, el cartellone del teatro ofrece interesantes novedades, como ese I Capuleti e I Montecchi y la versión escenificada (se pudo oír en versión de concierto en 2004) de Pelléas et Mélisande. Por contra, se ha perdido la oportunidad de recuperar aquella Jenufa cancelada en esta pasada temporada y que hubiese abierto una ventana hacia otros repertorios menos trillados.
Bajo la nueva dirección del teatro parece que empieza a solucionarse ese cierre a la realidad musical y artística de la ciudad que ha caracterizado la programación de las décadas pasadas. La colaboración con Juventudes Musicales de Sevilla; el encargo de una ópera de cámara a alguien tan activo en la actualidad como Juan Manuel Busto, con la puesta en escena de Fran Pérez Román; la presencia de Francisco Soriano, tan versado en la música de Pauline Viardot, al frente de su opereta Cendrillon como proyecto pedagógico; o confiar en Israel F. Martínez para un innovador programa a largo plazo de recuperación de compositoras, son gestos que abren el Maestranza a la ciudad que le da sustento, a sus creadores y artistas, algo que todo teatro público debería cuidar.
En un país donde tanto talento existe en el terreno del canto ya iba siendo hora -y por ello hay que aplaudir a la dirección del Maestranza- de que se contase con ellos más allá de los papeles secundarios. Hasta un 70% de los cantantes de la próxima temporada serán españoles, en un gesto de apoyo a tanto artista abrumado por las consecuencias de la crisis sanitaria.
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