‘Devenir pintura’: maneras diversas de escalar al cielo
Arte
La exposición, programada en el CAAC hasta enero, reordena sus fondos con incorporaciones de Carmen Laffón, Gloria Martín y Pepa Caballero, entre otros autores
En diciembre pasado, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo inauguraba la exposición Devenir pintura, una muestra montada a partir de los fondos de su colección, obras que se habían incorporado mediante adquisiciones o donaciones en la última década, para reivindicar la pujanza de una disciplina todavía fértil a la que los críticos habían diagnosticado equivocadamente poco tiempo de vida. Autores de personalidades marcadas que contradecían con su inventiva y su talento cualquier idea de páramo –Guillermo Pérez Villalta, Soledad Sevilla, Ana Barriga, Alfonso Albacete o Curro González, entre otros– proponían un verdadero festín para los sentidos y confirmaban la buena salud del género. La idea, explicó entonces el director del CAAC, Juan Antonio Álvarez Reyes, era renovar los contenidos de la cita llegado el verano –Devenir pintura se programa hasta enero de 2024– con modificaciones en algunas salas y nuevas aportaciones al discurso.
Unos meses más tarde, en mayo de este año, y en el mismo escenario, el museo del Monasterio de la Cartuja, se recordaba con emoción a una de las artistas más ilustres y admiradas de la comunidad autónoma, Carmen Laffón, y se festejaba, en presencia del consejero de Turismo, Cultura y Deporte Arturo Bernal y los familiares de la pintora, una buena nueva: la entrada en los almacenes del CAAC de ocho obras destacadas de su producción, creaciones inspiradas en uno de los motivos que había frecuentado Laffón, la viña.
Ahora, Devenir pintura se reinventa en un recorrido que sólo conserva de la primera versión el principio y el final, la primera y la última sala, y que tiene como pieza estrella los Cielos de Laffón, un conjunto que la artista concibió inicialmente como trasfondo de la parra a la que dio forma para el Palacio de San Telmo y que descartó tras sopesar que su azul intenso restaría protagonismo a la escultura.
Para la sede del Gobierno andaluz "decidió pintar unos tonos más nubosos, como si retratara uno de esos días que amenaza con lluvia en La Jara", explica Álvarez Reyes, que no puede evitar la emoción ante la otra pieza, ese valiosísimo descarte que hoy custodia el CAAC y que lleva por título Parra en otoño. Estudio de cielos para el techo de San Telmo. La instalación, que se reencuentra con el público tras participar en la exposición El paisaje y el lugar, de 2014, puede verse no sólo como un homenaje a una de las artistas más queridas, sino también como tributo al crítico Juan Bosco Díaz-Urmeneta y al pintor Pepe Soto, otras dos ausencias añoradas que colaboraron con Laffón en decidir la disposición final que tendrían estas 19 pinturas, unos cuadros en los que la habitual maestría de su autora parece virar a nuevos registros expresivos sin hacer ninguna concesión. "Es la obra más abstracta de Carmen, pero al mismo tiempo no deja de ser figurativa", señala el director del CAAC.
Las grandes dimensiones de los Cielos de Laffón, que conviven en el mismo espacio con unas escenas nocturnas inspiradas en el Romanticismo alemán de la granadina María Ángeles Díaz-Barbado, han obligado a reubicar en otra sala un impresionante lienzo en el que Curro González recrea su antiguo estudio, una reflexión sobre el arte como desbordamiento o "labor absurda e infinita" por la que asoma un castor que se afana inútilmente en construir una presa. En la misma estancia, González dialoga con otros pintores interesados en las trastiendas de la creación: Ángel Alén plasma en una obra el taller de Miki Leal, mientras que Gloria Martín –que expone actualmente en Birimbao– coloca a modo de uno de esos trampantojos que le apasionan unas cajas de embalaje, en una composición que reproduce además los suelos del CAAC. "Me gusta contar eso que no se ve, las zonas de intimidad de la obra de arte, las cosas cotidianas de la vida del museo", explica la alcalareña.
Esta variación de Devenir pintura busca demostrar, como apunta Álvarez Reyes, que esta disciplina artística "sigue siendo un lenguaje vivo, sigue transformándose", dice sobre una muestra en la que, esta vez, en el conjunto ha ganado la abstracción.
Dos veteranos como José Ramón Sierra y Juan Suárez regresan a las dependencias del Monasterio de la Cartuja con esta muestra. El primero, que se encargó como arquitecto de la rehabilitación del inmueble, contaba con irónico pesar en la exposición que se le dedicó en 2015 la extraña facilidad que sus obras tenían para extraviarse. Devenir pintura confirma esa insólita tendencia: de sus Diez paisajes de tormenta se exponen nueve. "Algún director del CAAC debe de tener uno en su casa", bromea sobre una instalación que tal vez un transportista dejó incompleta. Juan Suárez, por su parte, se presenta con unos trabajos de los años 70, pertenecientes a su serie Marismas, en los que trasladó la impresión que le causaban "los viajes en ferribús a El Puerto de Santa María, que hacía cada fin de semana, y el aspecto cambiante con el que se aparecían las marismas del Guadalquivir dependiendo de la hora". Sierra y Suárez conviven con una pieza de Jordi Teixidor inspirada en la poesía de Antonio Gamoneda.
Otra creadora consagrada, Soledad Sevilla, sigue invocando en las salas del CAAC, entretanto, la belleza abandonada de los secaderos granadinos, la espiritualidad de los apóstoles de Rubens y la armonía de la vegetación que mece el viento.
Como un encuentro planteado más allá del tiempo en el que los artistas confluyen en su apuesta por la pintura como lenguaje, la exposición acerca a diferentes generaciones. La juventud del sevillano Manuel M. Romero, que quiso reproducir en una residencia en el C3A las modestas dimensiones de su estudio, como si quisiera mantenerse fiel a sí mismo pese a su cambio de ubicación, contrasta con el legado del ya fallecido Miguel Ángel Campano, un pintor que defendió "la voluntad de no tener estilo", como recordó Juan Antonio Álvarez Reyes. A unos metros, en otra sala, la vallisoletana Belén Rodríguez recurre al textil para emular la escalera de Jacob, la que conectaba el cielo y la tierra.
Esta nueva ordenación de Devenir pintura sirve también como adelanto de la atención que el CAAC va a prestar a Pepa Caballero (Granada, 1943 - Málaga, 2012), de la que se exhiben varias obras en una sala y que protagonizará en 2024 una exposición. Álvarez Reyes habla con entusiasmo de una "operación" en torno a la figura de esta cofundadora del Colectivo Palmo. "Conecta con nuestra filosofía de recuperar a mujeres artistas que no han tenido el reconocimiento que se merecían. Nosotros compramos obra suya y la familia nos donó la misma cantidad", apuntó el director del CAAC en presencia de los hijos de Caballero, que asistieron el pasado viernes a la inauguración. Las creaciones que se muestran por el momento sugieren el interés por la abstracción geométrica, la elegante investigación en el color que caracterizaba a la artista. Los títulos, que hablan del Partenón y el Mediterráneo, simbolizan la presencia que la luz y las variaciones que ésta experimenta tuvieron en su producción.
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