Los 'Bustos' de Ángel Pantoja en Santa Clara: el mármol maleable
Arte
El artista levanta en el antiguo refectorio “una barricada contra esa división entre lo masculino y lo femenino, que tanto daño ha hecho”
En la proyección que ha diseñado Ángel Pantoja para su nueva exposición se superponen las imágenes en las que al sobrio semblante de lo que parece un emperador romano le crece alrededor del cuello una nube de encajes, y en los hombros de una dama adornada por las joyas irrumpen los remates de un uniforme marcial. Los Bustos que el sevillano exhibe hasta final de mes en el Espacio Santa Clara levantan, con su reivindicación de las identidades que escapan de la norma, “una barricada ante la dictadura de los géneros, contra las imposiciones de lo masculino y lo femenino, esos dos polos que tanto dolor e infelicidad han causado a quienes no encajaban en el molde. La naturaleza humana es plural y diversa. Ni somos tan machos ni tan hembras, hay un arco enorme entre medias”, defiende un creador que siempre dota a sus propuestas de una belleza perturbadora que invita a la reflexión.
Para el especialista Javier Sáez, que ha escrito un texto a propósito de la exposición, disponer la iconografía de gobernadores o filósofos ilustres bajo una nueva luz, corrompiendo sus consabidos atributos masculinos, dinamita “el rígido marco de referencia para los sexos que ha sido la división binaria, el pensar que las vidas, los cuerpos y las sexualidades se dividen en dos”.
Pantoja ha acortado en los carteles y en su página web su nombre artístico a Ángel P., pero se mantiene fiel a la obra presentada con anterioridad: los primeros Bustos abrían Mitologías del presente, la muestra que le dedicó la Sala Atín Aya en 2017. “Desde entonces, la serie ha crecido mucho y ahora tengo 161 piezas. Esto es como un bálsamo al que vuelvo cuando acabo un trabajo, que continúo en paralelo a todo lo demás”, dice sobre estas representaciones de estatuas con las que Ángel P. ironiza también “sobre el divismo, la vanidad”, el porte regio al que se suelen vincular estas esculturas.
En las tensiones a las que somete a sus personajes, vence la delicadeza: la piedra que los inmortaliza se vuelve dúctil, porosa. “La dureza del mármol ha ayudado a perpetuar viejos modelos de pensamiento, esos cánones clásicos que cifraban la perfección de los cuerpos en siete cabezas y media, otra herencia que ha hecho mucho daño a la gente”, prosigue el artista, que retoma en sus impresiones sobre papel “bustos que existen y que trastoco, pero procuro que no sean personajes muy conocidos. Coger a Julio César, por ejemplo, me metería en un discurso que no me interesa”, señala el artista, que apuesta en sus obras por el impacto de la imagen.
“Mucha gente me propone que haga estos bustos en 3D, pero yo concibo mi trabajo para que se vea en los teléfonos y los ordenadores. Con las creaciones digitales colaboro para que no haya más desechos en el mundo”, afirma un autor que ya ha expresado su preocupación por el deterioro del planeta en sus recreaciones de la Tate Modern de Londres o el Atomium de Bruselas sepultados bajo la basura, que reunió hace unos años en la exposición Visiones de un futuro distópico. “Un artista, para mí, es como un soldado. Ha de trabajar por hacer mejor su entorno”, manifestaba entonces.
Los Bustos que ocupan el refectorio del Espacio Santa Clara se dividen en dos bloques: a la entrada, estos personajes que ofrecen su naturaleza híbrida tras una prodigiosa metamorfosis esperan al visitante en hileras de imágenes. En el antiguo comedor, a oscuras, se proyectan en una pantalla las criaturas a las que ha dado forma la inventiva de Ángel P. “La primera parte es más histriónica, más guerrillera, más felliniana, y la segunda, más introspectiva, más de Bergman”, compara el artista, que identifica una suerte de despojamiento en el proceso, porque todos, condicionados por las categorías y las delimitaciones, “llevamos armadura, andamos cubiertos por una coraza”.
“Los artistas LGTBI no tenemos apenas peso en las galerías y museos andaluces”, lamenta
Bustos se inauguró el pasado junio, dentro de la programación del Orgullo de Sevilla, un dato que a Pantoja le hace pensar que “quizás los artistas que hacemos obras con temática LGTBIQ+ tenemos muy poca representación en la ciudad. La selección del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, por ejemplo, es mínima, y en los museos y las galerías no está contemplado contar con nosotros. Tú vas por Europa y los museos están llenos de banderas, pero aquí nos encontramos una suerte de doble moral: somos muy modernos pero los galeristas prefieren obras que no signifiquen nada, les da miedo provocar algún tipo de controversia. Quieren vender, es lógico, pero han convertido el arte en algo aséptico y comercial que se parece a la lista de Los 40 principales”.
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