El bufón era el rey
Simone Barillari disecciona la Italia actual a partir de los mejores chistes del 'Cavaliere'.
El show de Berlusconi. Simone Barillari. Trad. Miguel Ros González. Errata Naturae. Madrid, 2012. 252 págs. 19,90 euros
Silvio Berlusconi parece saberse todos los chistes del mundo aunque algunos, cosa rara, no ha querido contarlos en público. Pero esperen, no se vayan todavía, que ahora viene uno bueno de verdad: ¿conocen aquél del multimillonario machote, la vulgaridad triunfal y la debacle moral de la política italiana? Verán qué risa.
Tras el súbito final de la era del Cavaliere, el crítico, editor y traductor Simone Barillari tuvo una de esas ideas tan lúcidas y sencillas que a posteriori se nos antojan evidentes: reunir los chascarrillos más significativos contados por un hombre enamorado de sí mismo que una vez dijo que él nunca contaba un chiste "sin más", sino que los usaba para "esculpir conceptos". El subtítulo del libro -Una historia crítica de la quiebra política, económica y moral de Italia a través de los chistes del Cavaliere- hace innecesarias más explicaciones sobre el divertido, ambicioso y a la postre amargo propósito de su autor.
Durante años sus rivales políticos despreciaron a Berlusconi tachándolo de "cómico que la política ha tomado prestado", lo cual era cierto -dice Barillari, que firma no sólo el estupendo prólogo sino la información de contexto de cada chiste-, "aunque en una dimensión muy distinta y mucho mayor". "En Silvio Berlusconi -continúa el italiano- el cómico es la verdad escondida y expuesta abiertamente, es el arcano de su persona y de su poder". Al fin y al cabo, viene a recordarnos esta selección por momentos atroz, en el borde mismo de lo inverosímil, una persona puede definirse de muchas maneras, pero aquello de lo que se ríe la retrata de una manera particularmente elocuente.
Dispuesto en un orden cronológico que incluye lógicamente sus etapas en la oposición -entre 1995 y 2001 con los gobiernos de Dini, Prodi y D'Alema y de 2006 a 2008 de nuevo con Prodi al frente del Ejecutivo-, el volumen nos presenta al inefable Umberto Martinotti, alias Bebo o "El probador", un ejecutivo de la empresa Publitalia que se encargaba de procurarle continuamente nuevas "historietas" a Berlusconi, que ensayaba ante él para afinar la interpretación de los chistes que incorporaba a su repertorio o desechar los que no valían.
"Sus bromas no se limitan a aligerar el discurso, sino que sirven también para comunicar al público cuál es su estado de ánimo ese día, y para averiguar a través de la reacción de éste cuál es el de sus electores; los chistes son un instrumento personal para estar siempre en contacto con esa barriga de los italianos a la que Berlusconi sabe hacer cosquillas como nadie", escribe Barillari. No en vano, la maestría berlusconiana en este aspecto es también un "emblema de los tiempos", de un profundo cambio de sensibilidad en la percepción y el ejercicio de la política; y así, mientras que la "ironía cardenalicia", el "aristocrático sarcasmo" y la "sonrisa sutil" de Andreotti nos sitúan ante un hombre que habla a una sociedad "instruida por la Iglesia" y que votaba a la Democracia Cristiana, las "burlas carnavalescas" y el "codazo simpaticón" seguido de una larga y sonora carcajada del Cavaliere acercan su discurso al "humor televisivo" y muestran a una persona que se dirige a "la Italia de los últimos 20 años, que ha sido instruida por los canales de televisión de Silvio Berlusconi y lo ha elegido".
Ni se puede ni se debe explicar o describir un chiste. Sólo diremos que en estas páginas, a modo de cortesías didácticas, muchas veces con tono de proverbio o de parábola, Berlusconi se gusta (mucho) explicando decenas de maneras distintas de llamar tonto a Prodi, obsesión que revela, en el fondo, que éste fue el único político italiano coetáneo al que respetó (a su inimitable manera) y ante el que se sintió levemente amenazado; atacando a las instituciones de su país con un grado de irresponsabilidad que dado el cargo que ocupaba entonces es realmente difícil de medir -"Esto son dos personas que entran en una oficina y gritan: Manos arriba, esto es un atraco. A lo que los empleados, con una sonrisa de alivio, responden: Menos mal, pensábamos que era la Guarda di Finanza"-; comparándose con Jesucristo caminando sobre las aguas; soñándose eterno a pesar del acoso miserable y envidioso de la prensa, los comunistas y los jueces -impagable, gracioso a pesar de todo, el chiste de El Inmortal-; o explicándole a su hijo La Verdadsobre las mujeres: puede resumirse en el chiste en el que culpa a su esposa, que frívolamente merienda con amigos de izquierdas, de hacerle creer al chiquillo que se puede "mojar gratis".
Más allá de constituir un autorretrato sui generis, el libro desnuda las peligrosas estrategias populistas y demagogas que esconden Berlusconi y los políticos que se disfrazan de compadres en la barra del bar: burla e insulto frente a la reflexión, intereses en vez de ideas, carisma en lugar de un verdadero discurso, astucia antes que inteligencia... En fin: la famosa excepción italiana. ¿No?
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