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La buena distancia

Un grupo de profesores de cine ofrece claves en este ensayo para emplear el cine como herramienta para comprender la complejidad del mundo actual.

La buena distancia
Manuel J. Lombardo

30 de octubre 2016 - 05:00

PELÍCULAS PARA LA EDUCACIÓN. APRENDER VIENDO CINE, APRENDER A VER CINE.Íñigo Marzábal y Carmen Arocena (editores). Cátedra. Madrid, 2016. 432 páginas. 25 euros.

Nos hemos quejado en muchas ocasiones de la flagrante carencia de una verdadera política de enseñanza y una adecuada incorporación del cine en los desarrollos curriculares de nuestro sistema educativo. Una lacra nacional que no sólo afecta a la formación de ciudadanos sensibles e instruidos en materia cinematográfica, sino que entorpece o imposibilita la capacidad crítica para identificar y desentrañar las estrategias de seducción y/o manipulación de los discursos audiovisuales que, hoy más que nunca, articulan y construyen la realidad y su percepción.

Esa realidad excesiva, inmediata e interactiva no es sino una gran representación que debe mucho a los procesos narrativos y espectaculares del viejo cine, a sus relatos más o menos simples o directos, elaborados a partir de un determinado lenguaje (que es siempre una forma de ideología) del que conviene conocer bien las reglas, modos de funcionamiento y efectos a poco que uno no quiera caer, como a veces sucede, en dramáticas o risibles confusiones entre la ficción y la realidad.

Tal vez por eso hay que saludar con entusiasmo la aparición y la existencia de este libro, fruto de la labor del grupo de investigación Mutaciones del Audiovisual Contemporáneo (MAC) de la Universidad del País Vasco que dirige Santos Zunzunegui, y muestra de que el ámbito académico de los estudios en comunicación audiovisual puede también realizar una verdadera labor social y pedagógica de raíz humanista más allá de las delirantes derivas solipsistas que se han emprendido en muchos departamentos.

Películas para la educación se sitúa así en la línea de algunos esfuerzos previos como La hipótesis del cine (Laertes), de Alain Bergala, que sirvió de base programática para el Ministerio de Cultura y Educación francés, y se propone como una herramienta práctica con un doble cometido inscrito en su propio título: "aprender viendo cine, aprender a ver cine".

Porque no se trata ya sólo, como se ha hecho y se sigue haciendo, de instrumentalizar el cine, o para ser más precisos, los argumentos de las películas, para ilustrar determinados conceptos, tantas veces asociados a valores morales con un cierto tufillo a catequesis, sino de trascender ese carácter meramente utilitario para, desde una selección representativa, equilibrada y actualizada de temas y títulos, partir del lenguaje y la forma del cine para desentrañar, con una doble voluntad didáctica y crítica, cómo las películas hablan de lo que hablan, cómo a partir de determinadas estrategias de puesta en escena, montaje o utilización de recursos audiovisuales, se articula y construye el posicionamiento y el sentido de una determinada película sobre un asunto concreto.

Este libro aspira además a dar cuenta de la complejidad del mundo contemporáneo desde un talante laico y una voluntad que no responde tanto al pequeño pensamiento políticamente correcto, sectario, censor y timorato que rige muchas de estas aproximaciones, como a una voluntad abierta de respeto, tolerancia y defensa de valores universales.

Encontramos así 42 películas (clásicas y actuales, comerciales e independientes, de cinematografías cercanas o alejadas, incluso de animación) agrupadas en siete grandes apartados (relaciones personales, socialización, moral, derechos humanos, política, vida biológica y posmodernidad), películas que tratan sobre el amor, la amistad, el sexo, la familia, la educación, la comunicación, la norma, la justicia, la felicidad, la libertad, la igualdad, la discriminación, la solidaridad, el poder, la corrupción, la guerra, el terrorismo, el totalitarismo, el principio de la vida y el aborto, la enfermedad y la muerte, la ecología y la tecnología, la violencia, la alteridad y la multiculturalidad, el consumismo, el narcisismo y otras adicciones contemporáneas.

De Plácido (1961) a Interstellar (2015), de El hombre que mató a Liberty Valance (1962) a Nightcrawler (2014), de Raíces profundas (1952) a Le Havre (2011), de La naranja mecánica (1971) a Amor (2012), los títulos aquí reunidos revelan no sólo un particular tratamiento (en positivo o en ausencia) de algunos de esos temas, sino que se constituyen también como formas ideológicas a la luz del microanálisis, realizado siempre con una voluntad esclarecedora, en un lenguaje accesible aunque sin renunciar al rigor de una metodología precisa, situada a una buena distancia del objeto.

Cada película es escrutada así bajo un mismo modelo, dejando abierto el camino para otras posibles elecciones (de las que se ofrecen títulos alternativos): una definición del tema a tratar, unos objetivos y competencias, una sinopsis, una contextualización de la misma y de su autor, un análisis detallado (con ilustraciones y minutaje de escenas y secuencias comentadas), fragmentos de diálogos y, en lo que se nos antoja más interesante y práctico de la propuesta editorial, una guía de actividades para el alumnado con preguntas de índole temático para ser discutidas en grupo, y otra para el profesorado, donde se orientan las cuestiones más específicamente cinematográficas.

Como apuntan sus autores, este libro busca su sitio en la enseñanza media entre alumnos y docentes. Yo me atrevería a decir que, dado el atraso en la materia en nuestro país, acechado siempre por el monstruo de la ignorancia, su destino es muchísimo más amplio. Usted mismo, señor cinéfilo.

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