La bruja romántica
La bruja | Crítica
Alianza recupera La bruja, el célebre ensayo de Michelet, tan influyente en la imagen de la brujería durante el siglo XX, en edición y traducción de Antonio Álvarez de la Rosa

La ficha
La bruja. Jules Michelet. Traducción y prólogo de Antonio Álvarez de la Rosa. 400 págs. 15,95 €
Este ensayo de Michelet, firmado en diciembre de 1862, tiene una considerable importancia en dos aspectos paredaños: en la idealización romántica de la bruja, a la que se nos presenta como una joven hermosa y rebelde, alzada contra la doble oscuridad de la Iglesia católica y la Edad Media; y en la posterior repercusión que dicha imagen tendrá en el siglo XX -en los 60 de forma destacada-, tras la publicación, en 1921, de El culto de la brujería en Europa occidental, obra de la antropóloga británica Margaret A. Murray, donde se la interpreta, siguiendo a Michelet, como una sacerdotisa pagana, oficiante de ritos cereales y guardiana de los arcanos de la vida.
La fuerza simbólica de esta bruja de Michelet obtendrá crédito como figura de un feminismo avant-garde
Recordemos que Heine, también en París, firma Los dioses en el exilio en 1853, casi una década antes, donde habla ya de una paganidad residual, exiliada en la profundidad del bosque. El hecho, en cualquier caso, es más complejo, como deja ver inadvertidamente el propio Michelet. Según recuerda don Julio Caro Baroja, el fenómeno de la brujería fue un fenómeno mucho más acusado en los países de la Protesta. A lo cual se añade que la hora mayor de la brujería no se da, como quiere Michelet, en la “oscuridad medieval”, sino en los siglos XVI y XVII. No en vano, los casos aducidos por Michelet para ilustrar su tesis van desde primeros del XVII a la tercera década del XVIII. A pesar de ello, la fuerza simbólica de esta bruja de Michelet, tan hermosa como aguerrida, obtendrá crédito incluso como figura de un cierto feminismo avant-garde. Una fuerza que Michelet, como historiador romántico, dirigía contra la oscuridad medieval (aún no había llegado el holandés Huizinga); y que como historiador de la Revolución inclinaba contra el solio pontificio. De los numerosos estudios sobre la brujería posteriores a Michelet: Cohn, Caro Baroja, Delumeau, Ginzburg, Lisón Tolosana, etc., no cabe deducir, sin embargo, casi ninguna de sus conclusiones. Acaso el mayor misterio que envuelve la persecución de las brujas fue el de su creciente credulidad conforme avanzaban los siglos. No la credulidad y la ignorancia medievales, que señalaba Michelet, sino la de los grandes procesos del XVII.
Ese mismo misterio es el que se adivina en las vibrantes páginas de Michelet. Páginas de excelente escritura cuyo eco alcanzaría, como ya hemos dicho, a los siglos posteriores.
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