El hombre y el robot que vivieron “Happy Together”

Brian y Charles | Crítica

Un fotograma de 'Brian y Charles'.
Un fotograma de 'Brian y Charles'. / D. S.

La ficha

**** 'Brian y Charles'. Comedia dramática, Reino Unido, 2022, 91 min. Dirección: Jim Archer. Guion: David Earl, Chris Hayward. Música: Daniel Pemberton. Fotografía: Murren Tullett. Intérpretes: David Earl, Chris Hayward, Louise Brealey, Jamie Michie, Lynn Hunter, Lowri Izzard, Mari Izzard, Cara Chase, Nicholas Asbury, Sunil Patel, Vivienne Soan, Nina Sosanya.

Un sketch se convirtió en un cortometraje y este en un largometraje. Un viaje peligroso. Que, contra todo pronóstico, termina bien gracias a la suma de tres talentos: el del cómico todoterreno surgido de la nada y hecho a sí mismo a través de actuaciones modestas, redes y televisión David Earl, el del cómico y guionista televisivo Chris Hayward y el del realizador de televisión Jim Archer ahora debutante en el largometraje cinematográfico tras haber ganado en Cannes un premio por el cortometraje que está en el origen de esta película.

A los tres les une la comedia y el show televisivo y por eso es el formato que prudentemente escogen dando a esta película la forma de un falso documental en el que se nos presenta a un extravagante inventor dado a crear artilugios estrafalarios que sobrevive en un océano de soledad galesa -entre rudos pero bellos paisajes- encontrando en un androide fabricado por él uniendo elementos tan poco apropiados como la cabeza de un maniquí y una lavadora lo que la pelota Wilson fue para el náufrago Hanks o el coco para la Carmen Russo de Supervivientes, también con algo de Pinocho como creación por amor de un muñeco (en este caso un no muy agraciado artefacto robótico) humanizado y del Viernes de Robinson porque, aunque se trate de un objeto (o de una rara suma de objetos), puede comunicarse y llegar a manifestar afecto y plantear sus propias exigencias.

Tan extravagante como solo puede ser un cuento inglés, Brian y Charles es una larga broma llena de momentos divertidos -casi una suma de gags- que poco a poco va adquiriendo un cierto tono de seriedad en sus apuntes sobre la soledad y los únicos puentes que pueden romperla: la amistad y el amor. La carencia de pretensiones de esta pequeña película de igualmente pequeño presupuesto, y el ya aludido talento de sus dos intérpretes principales y su director, la hacen encantadora. A lo que contribuye una sencilla banda sonora electrónica de Daniel Pemberton que incluye, entre otras canciones, la que mejor define el espíritu de la película: Happy Together de The Turtles. Es también, por otra parte, una película de cierta oportunidad en estos tiempos en los que ya se fabrican robots de compañía y ayuda para personas mayores. La soledad, ya saben, como uno de los males de las sociedades avanzadas del siglo XXI.

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