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"Con este espectáculo hemos asumido el reto de adentrarnos y hacer que el espectador se adentre con nosotros en la naturaleza, que sienta la gravedad, el peso de los cuerpos de los hombres y de los animales que la habitan, la frescura y el verdor de los árboles, el sentimiento de alerta al anochecer o ante el estallido de una tormenta…"
‘El bosque’. Marcat Danza. Teatro Central, viernes y sábado a las 19:30. 20 euros
Así hablaba a este periódico el jiennense Mario Bermúdez Gil, director de la compañía Marcat Danza y coreógrafo de El bosque, la pieza que visitará la sala B del Teatro Central este fin de semana.
Como otros muchos bailarines y bailarinas de esta comunidad, caracterizada por un tejido muy frágil y pocas oportunidades para la danza contemporánea, Bermúdez tuvo que marcharse después de su formación en Sevilla, en el Centro Andaluz de Danza, hoy por desgracia prácticamente desmantelado.
Las etapas fundamentales de su exilio fueron Nueva York y, más tarde, Israel, donde de 2012 a 2016 bailó en las filas de la célebre compañía liderada por Ohad Naharim Batsheva Dance Company.
"Yo he aprendido muchísimo del didactismo de Naharim en Tel Aviv, por supuesto, y antes, en Nueva York, sobre todo de Jennifer Müller y su técnica continúa el coreógrafo, pero reconozco que para mí fue fundamental el paso por el CAD, con profesores como Johan Inger, que me daban una caña tremenda. Además, en aquellos años descubrimos a las mejores compañías europeas a su paso por el Central, el primer teatro que pisé con mis compañeros y al que ahora estoy encantado de volver".
Porque lo mejor de este periplo es que en 2016 decidió volver a Andalucía y, además, lo hizo acompañado de la americana Catherine Coury, entre otras cosas experta y profesora de Gaga, el lenguaje inventado por Naharim para recuperar el placer de la expresión a través de la danza.
Fue así como nació Marcat Danza, con todos los recursos adquiridos a lo largo de los años, una enorme capacidad de trabajo y una sana ambición que, paso a paso, han convertido a su compañía en una de las más respetadas y premiadas tanto en el territorio andaluz como en el nacional e internacional.
Hoy tiene en su haber ocho piezas cortas, premiadas en varios concursos coreográficos internacionales, y piezas largas como Huesos de Madera, también merecedora el pasado año, entre otros, de varios Premios Lorca.
Además, al núcleo duro formado por la pareja Bermúdez-Coury, se ha unido la italiana Marilisa Gallicchio, a la que Mario conoció en Madrid cuando la bailarina, con apenas 19 años, vino para completar su formación en el Conservatorio María de Ávila. Gallicchio bailó en Anhelo, pieza estrenada en el Festival de Itálica de 2019 y, desde entonces, reside y trabaja en Vilches, donde Marcat ha encontrado el lugar más idóneo para vivir y crecer artísticamente.
"Vilches es mi pueblo –dice el creador– y siempre he encontrado aquí todas las facilidades. Nos gusta estar cerca de la naturaleza y es un buen lugar para que mis dos hijas se críen, cerca de mi familia; pero sobre todo, queremos seguir investigando en nuestro lenguaje corporal y llevar cada vez más lejos, creativamente hablando, a la compañía. Para nuestra forma de entender la danza, resulta fundamental tener un espacio grande y un ambiente cómodo; por eso acabamos de alquilar una magnífica nave –que compartimos gracias al co-working– donde podemos trabajar con un mayor número de bailarines".
El próximo proyecto de Marcat, de hecho, que lleva el título de Averno y verá su estreno este mismo año en un festival andaluz, cuenta con siete bailarines, algo realmente excepcional en una compañía privada andaluza.
Pero volviendo a El bosque, está claro que es también una de sus apuestas más ambiciosas ya que supone un paso adelante en la exploración dinámica del movimiento y, sobre todo, porque ha sido creada en paralelo con la música de José Pablo Polo, uno de los compositores y artistas sonoros más originales y celebrados del momento, que interpretará la banda sonora en directo en cada una de las representaciones.
De esta colaboración con Polo, que empezó con música grabada en Anhelo, dice Bermúdez que "ha sido un privilegio porque el sonido es algo tan efímero como la danza y muchas veces no le hacemos el caso que se merece; son los sonidos los que a veces nos conectan con un amanecer, una puesta de sol o una tormenta. Y también nos han facilitado las numerosas transiciones o cambios que hay en la pieza. Han sido tres auténticos viajes individuales que se entrelazan continuamente, que es lo más interesante desde el punto de vista coreográfico".
El espectáculo, que se estrenó el pasado año en Marbella, ha obtenido ya cinco candidaturas a los Premios Max, incluido el Premio al Mejor Espectáculo.
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