La musa y su pintor

Bonnard, el pintor y su musa | Crítica

Vincent Macaigne y Cécile de France en una imagen del filme de Michel Provost.
Vincent Macaigne y Cécile de France en una imagen del filme de Martin Provost.

La ficha

** 'Bonnard, el pintor y su musa'. Drama-biopic, Francia, 2023, 122 min. Dirección: Martin Provost. Guion: Marc Abdelnour, M. Provost. Fotografía: Guillaume Schiffman. Música: Michael Galasso. Intérpretes: Cécile de France, Vincent Macaigne, Stacey Martin, Anouk Grinberg, André Marcon. 

Bajo los esquemas y modos algo academicistas del biopic de época (nos vamos a la primera mitad del siglo XX, al París efervescente y a los idílicos paisajes de la campiña francesa), Bonnard, el pintor y su musa aspira a invertir el foco de interés de la pareja formada por el pintor Pierre Bonnard (1867-1947) y Marthe de Meligny (1869-1942) poniendo su esfuerzo en el retrato íntimo de una mujer que lo acompañó durante más de 40 años (y con la que se casó finalmente en 1925) para convertirse en la particular musa de buena parte de su obra y en la compañera fiel contra viento, marea, asma, neurosis e infidelidades.

Una inversión de foco muy al hilo de los tiempos que Martin Provost (Séraphine, Dos mujeres, Violette) no consigue concretar del todo a pesar de los esfuerzos y el innegable magnetismo de Cécile de France en el empeño de empoderar a una mujer que apareció como modelo y amante ocasional para acabar ocupando un papel esencial en el sustento emocional y vital del pintor. Y eso que la elección de Vincent Macaigne como este último se lo pone fácil: el actor se nos antoja bastante desubicado en su caracterización y en la reconstrucción de un carácter volátil y huidizo de improbable magnetismo para las mujeres jóvenes.

Por lo demás, Bonnard, el pintor y su musa reconstruye con embellecida fidelidad pictórica y entre saltos temporales (1893, 1914, 1918 y 1942) el paisaje y el ambiente impresionista que rodeó a la pareja, rememora encuentros y relaciones con colegas ilustres (Misia Sert, Édouard Vuillart, Claude Monet), asume las hipocresías y roces de clase entre la pareja, Meligny y su entorno y abre tímidamente la puerta a una entrega romántica donde también hubo espacio para terceras personas en lo que, entre apósitos y látex, terminaría en tragedia suicida y debacle mental. La historia real debió ser bastante más convulsa y excitante. 

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