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"La bondad es señal de lucidez, y la maldad una forma de locura"

Eugenia Rico. Escritora

retrata a una serie de personajes perversos e infelices en el libro 'El fin de la raza blanca', el primer volumen de cuentos que publica la escritora asturiana.

Eugenia Rico viaja en su obra desde el cielo hasta el infierno.
Braulio Ortiz

28 de marzo 2012 - 05:00

Eugenia Rico (Gijón, 1972) recorre en su primer libro de relatos, El fin de la raza blanca, publicado por Páginas de Espuma, los diferentes estadios por los que transita el alma humana. De este modo estructura su conjunto de historias breves en tres apartados: Cielo, Purgatorio e Infierno. "Todos hemos estado en el cielo al menos unas horas, algunos meses en el purgatorio y muchos hemos pasado una temporada en el infierno", sostiene la escritora. En el primer destino, apunta Rico, "los personajes se buscan, en el segundo se encuentran, y en el tercero se quitan las máscaras". No es accidental que el averno depare más narraciones: esta división es "como la cocina de las fiestas: el sitio donde a todo el mundo le encanta estar". Más allá de esta simbología inicial, la autora asturiana plasma una sucesión de amores tormentosos, relaciones difíciles en las que los implicados descienden del éxtasis con que se inaugura cualquier idilio a la condena en que puede convertirse toda convivencia, como teme Rico, "sin que hagamos nada para remediarlo".

Pero,en su exploración de los caminos que conducen al desamor, El fin de la raza blanca es, ante todo, señala su creadora, una defensa de la bondad. "Cuando éramos pequeños nos decían en nuestra casa que lo más importante era ser buena persona. Muy pronto me encontré con el prestigio que tiene la maldad, un prestigio que se traduce en cosas como que haya una palabra, buenismo, que sirva para ir en contra de la gente que tiene buenos sentimientos. Recuerdo que escribí en una novela: Soy lo que en Estados Unidos llaman un perdedor y en España un buen hombre", cuenta la autora de El otoño alemán. Por el libro desfilan asesinos y otra gente de dudosa moral, pero "son pobres hombres desgraciados, que están perdidos. Son malvados porque son infelices, e infelices porque son malos. Para mí, la maldad es una forma de locura o de torpeza; la bondad, señal de inteligencia", expresa.

A Rico le atrae "revelar el mundo en pequeños detalles": una chuleta que podría haber caducado sirve para diagnosticar la crisis de un matrimonio; el encontronazo de una mujer con un niñito negro inicia una reflexión sobre la maternidad. "Mi estética consiste en levantar la piel de la realidad para descubrir qué hay debajo", indica sobre un recurso "muy estudiado", el de profundizar en los sentimientos a partir de modestos puntos de partida. En ocasiones, la prosa de la escritora se impregna de un humor malévolo, como en Selena, una pieza en la que un individuo no se contenta con el sacrificio de un chucho, sino que continúa con una mujer y un niño "para que no sufrieran". Un hombre que odie a los niños y a los perros no puede ser del todo malo, dice la cínica cita con la que comienza la narración. "La vi en el Reader's Digest y me pareció tremenda. Alguien que no entienda el cuento puede pensar que yo lo suscribo, pero la cogí con ironía".

Entre otros asuntos, en la obra asoma la cuestión de la identidad: en un cuento, alguien puede sentir su personalidad reforzada por una simple chaqueta; en otro, el narrador teme que un desconocido habite su piso, aunque sospecha que ese sujeto sea él. Rico piensa que ese catálogo de certezas, imposturas y desdoblamientos relacionados con el concepto flexible del yo no es nada nuevo en su producción. "El tema del doble es uno de mis favoritos. Me interesa esa búsqueda de quiénes somos, mis protagonistas persiguen otra forma de ser felices porque la que hay no les sirve. Aunque, realmente, la identidad no es sólo un pilar de mi literatura, lo es de toda la literatura".

En muchas de sus creaciones, Rico se ha basado en hechos reales -un episodio de pederastia que relata, por ejemplo, se inspira en el pasado de un amigo-, pero advierte que "hay historias que crees que no han ocurrido, y luego te llega un lector y te cuenta que le ha pasado a él". De hecho, cree que "cuando un libro tiene mucho éxito, como por suerte ocurrió con Aunque seamos malditas, es porque de alguna manera está en el subconsciente colectivo, y la gente quería que le contaran esa historia".

¿Por qué, con la larga trayectoria que tiene Rico a sus espaldas -Los amantes tristes se publicó en el 2000-, nunca hasta ahora había decidido publicar un volumen de cuentos? La autora, que no se contempla como "una cuentista accidental", tardaba en dar el paso "por respeto al género, que es un mecanismo de perfección, una obra de madurez". En su conversación, atribuye incluso cierto componente mágico al formato. "Un cuento es una idea. En economía, se habla de diferenciales, de futuros, que no son sino ideas, entelequias. Si ideas como ésas pueden sumirnos en el caos, un cuento puede salvar el mundo. En realidad, he escrito El fin de la raza blanca para salvar el mundo", expone con una sonrisa.

Rico se entrega a su oficio sin dar la espalda a la tradición, tampoco a lo que se hace ahora, y cita al alemán Daniel Kehlmann como uno de los autores a los que sigue. "Las historias se escriben también desde lo que ha hecho ya la gente. Igual que en la ciencia investigas los átomos desde lo que ya se ha descubierto, en literatura ocurre algo parecido". Y Eugenia Rico regresa a la noción sanadora de las letras: en un tiempo en el que "se habla mucho de rescate financiero, yo abogo por el rescate emocional".

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