Alhambra Monkey Week
La cultura silenciada
Un grupo de perdedores se cita en un piso cochambroso con la ambición de realizar una película, La nalga, para la que no tienen ni financiación ni cámara, y para la que buscan a un protagonista atípico, un enano. El inesperado comienzo de El trepanador de cerebros (Tropo Editores) ya demuestra la inventiva desaforada que va a fluir por las páginas de esta novela, la primera de la madrileña afincada en Sevilla Sara Mesa tras brillantes incursiones en la poesía y el cuento. Un catálogo de derrotas y de extravagancias que desarma al lector con la humanidad de sus protagonistas.
-Está claro que le interesan los disidentes, los que están fuera de la norma.
-Mis personajes son excéntricos, pero también humanos: los vemos actuar como si fueran nuestros vecinos. Me gustan mucho los personajes acomplejados, los frustrados, los que se ilusionan con proyectos imposibles o los que teóricamente han fracasado... Los que están fuera de la norma, sí, pero hay mucha gente en la vida real que es así, si uno se fija. Si uno mira a su alrededor, puede que lo convencional, en realidad, sea lo raro. Además, cierto sector de la narrativa ya ha explorado esa convencionalidad: la vida de la clase media, los problemas con la hipoteca o con la pareja.
-Su novela tiene una imaginación desbordante, pero también habla de las miserias de los pisos compartidos, del desempleo... El escritor Miguel Ángel Muñoz no sabe si inscribirla dentro del género del realismo o del absurdo.
-El libro tiene una intención realista. El género fantástico me interesa como lectora, pero no como escritora. Lo que escribo es más realista de lo que parece: hay historias que me han pasado o que me han contado, todo podría ser verdad. Aparte, el concepto de realismo tendría que repensarse: no hay una sola realidad.
-Por ejemplo, ¿existe gente que vende su alma en eBay, como hace uno de sus personajes?
-Existe. Si tú pones alma en eBay te salen un montón. La gente compra y vende allí lo más insospechado. Luego hay ciertos controles para jóvenes que venden su virginidad e historias similares, pero al filtro se le escapan muchas cosas.
-Más allá de su humor, el libro habla de la imposibilidad de comunicarse, de conectar con el otro.
-De hecho, de ahí viene el título de la novela. Hay un martillo neumático que afecta a la vida de los personajes, un ruido físico, pero también está el ruido como elemento semiótico que impide la comunicación entre la gente. Lo que une a todos los personajes en esta novela coral es su incapacidad para comunicarse, incluso cuando parece que va a haber una amistad...
-Su retrato de un parque de atracciones, uno de los escenarios del libro, tampoco es amable.
-Me habría encantado escribir una novela entera que se desarrollara allí, pero quería mostrar diferentes escenarios que tuviesen en común la sordidez. Si vas a un parque de atracciones con tu hijo lo pasas bien, pero si lo miras con el otro ojo hay mucha sordidez. Y ocurre lo mismo en los centros comerciales, en los laboratorios...
-Al principio, cuando se habla de El Chamán, se cuentan algunas pinceladas grotescas de Rubén Darío, como si quisiera desacralizar la literatura y decirle al lector que le espera un viaje sin idolatrías.
-No lo había pensado, pero me gusta esa lectura. Tanto El Chamán como Rubén Darío son personas que prometen más de lo que dan, con una presencia física que luego no se corresponde con lo que ofrecen. Darío, como poeta, fue un rompedor en su momento, pero como persona ...
-Hablemos de su carrera. Tiene muy buenas reseñas sobre su obra en internet, pero la crítica oficial no termina de fijarse en su talento.
-Visito los blogs de otros escritores o algunas páginas de libros con mucho interés, y hay algunos que tienen más seriedad que la crítica oficial. Lo que pasa con internet es que hay muchos autores promocionándose, que da la impresión de que hay que estar siempre ahí, y a los escritores que no podemos vivir de lo que escribimos -que somos la mayoría- eso nos consume mucho tiempo.
-Usted prefiere ir afianzando su trayectoria sin estridencias.
-No se pueden dar pasos muy grandes porque luego no puedes ir para atrás. Me da miedo no estar a la altura, pienso que cada libro tiene que mejorar el anterior. Por eso no tengo prisa: creo que, incluso, hay que irse frenando para no ir demasiado rápido.
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