Un bicho raro, una toxicómana y un sótano
Ammaniti concentra en 130 páginas una potente historia entre hermanos.
Tú y yo. Niccolò Ammaniti. Traducción de Juan Manuel Salmerón. Editorial Anagrama. Colección Panorama de Narrativas Barcelona, 2012. 135 páginas. 14,90 euros.
Tú y yo podría tener 900 páginas si contara la vida entera de los dos personajes principales desde los orígenes de su familia, si se recreara en descripciones del barrio de Roma en el que viven, si explicara detalladamente cómo maltratan en la escuela a uno y cómo se droga la otra, cómo es la vida de sus padres dentro de esa clase media alta romana o cómo pasan las vacaciones esquiando en Cortina. Podría ser una novela de esas totalitarias y ambiciosas, que basan su solidez narrativa no sólo en una buena historia sino también en el número de páginas.
Pero entonces esa novela no la habría escrito un italiano y sí cualquier escritor americano. Salvo Hemingway, claro. En esencia, el espíritu de Tú y yo es muy parecido al de El viejo y el mar. Porque el éxito de la novela radica en que tiene 130 páginas, menos que los caracteres que caben en un tuit. Ese espacio le basta a Niccolò Ammaniti (Roma, 1966) para construir un relato tan potente que no le hace falta gastar más papel. Ahí se concentra la historia de Lorenzo y Olivia Cuni, dos hermanastros que se conocen casualmente en el sótano de un edificio de Roma.
Él, un chico de catorce años con graves problemas para relacionarse, se pasa su semana blanca leyendo a Stephen King y jugando a la Playstation mientras que sus padres creen que está esquiando con unos compañeros de clase. Ella, toxicómana, descubre su refugio cuando andaba buscando dinero para un pico. El bicho raro y su hermana yonqui conectan inmediatamente, se pelean, se chantajean, se amenazan, pero también se cuidan, se miman, se protegen y se hacen promesas de un futuro fuera del sótano.
La estructura de la novela también es original. Pese a que puede leerse casi como un relato corto, está compuesta en tres partes. La primera transcurre en el año 2010, dura apenas página y media y transcurre en una cafetería de una ciudad de provincias. Luego está el flashback central de más de cien páginas en el que Lorenzo Cuni narra su experiencia en el sótano con su hermanastra, diez años atrás. Y, finalmente, otra vuelta al presente y a la misma ciudad del Friuli con la que se cierra la novela. Entre medio hay algunos pasajes brillantes que reflejan los miedos y la inseguridad de los personajes, como el de un accidente de tráfico.
A Niccolò Ammaniti se le considera en Italia el referente de su generación desde que publicara Como Dios manda, en el año 2006, que en español editó Mondadori dos años después. Sin embargo, en España era un escritor desconocido hasta que Anagrama editó Que empiece la fiesta, una novela disparatada y surrealista en la que un magnate muy parecido a Silvio Berlusconi montaba una cacería de animales salvajes en un parque de Roma. El éxito en España de aquella obra hizo que el mismo sello se animara a publicar otras novelas antiguas suyas, como No tengo miedo, en la que también encerraba a un niño en un sitio oscuro.
La pasada primavera lanzó Tú y yo, la que el autor considera su libro más autobiográfico porque de niño también tenía tendencia a la soledad y dificultades para relacionarse con los demás. "Mi casa era pequeña y éramos muchos. En el sótano era un lugar donde encontraba tranquilidad y silencio. Allí me llevaba mis revistas, mis cómics, mis cosas. Me gustaba pensar que aquella era mi casa", dijo en una reciente entrevista. Al igual que Lorenzo, también encontró la primera vez que pisó un instituto "chicas con grandes tetas, motos, todo un ambiente que parecía un zoo", pero nunca se le ocurrió pasarse toda una semana encerrado en el sótano.
Según Ammaniti, inventó el personaje de la hermana porque la historia "no se sostenía con un solo personaje y necesitaba de alguien que necesitara una semana de aislamiento y podía ser un toxicómano dependiente". El resultado gustó tanto en Italia que hasta Bernardo Bertolucci, que llevaba diez años sin tocar una claqueta, se animó a realizar su adaptación al cine. En Cannes obtuvo buenas críticas. Materia prima, desde luego, no le ha faltado.
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