Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Voces
Ya la sombra | Crítica
'Ya la sombra'. Felipe Benítez Reyes. Visor Libros. Madrid, 2018. 88 páginas. 11,40 euros
El último poemario de Felipe Benítez Reyes, Ya la sombra, viene a asentar su merecida reputación de poeta con voz propia, pues encontramos en este libro al autor reconocible, al que consigue barajar certeramente el tiempo, las emociones y la experiencia –si es que no es todo una misma cosa– para dar sentido a la realidad que nos circunda, que nos aplasta, a veces, que nos eleva, otras.
Es éste un libro en el que el poeta maduro parece hacer un alto en el camino para reflexionar sobre lo vivido, también sobre lo escrito. En él intenta explicarse la nebulosa de la que nacen los sueños, también los recuerdos, quizás su propio pensamiento. Y esta niebla primordial, casi asible, casi corpórea, se revela como piedra angular que sostiene estos versos.
El tiempo es el eje fundamental de Ya la sombra: el tiempo propio con sus afiladas aristas y sus oscuros meandros. El poeta se plantea un interrogante sobre su forma de estar en ese instante crucial que es el ahora. Es el ámbito De los tres caballeros –"tu pasado, este presente / y el futuro"–, que se presentan "con sus sombreros de luna / sus pensamientos de luna (...) / Hablándote de ti, / soñándote".
Como una clara declaración de intenciones, el poema que abre el libro, La situación, evidencia la ruta propuesta por el autor: "Las sílabas se juntan en busca de un sentido. / Nuestra historia la escribe con su cálamo el viento / Y este huir de nosotros, del tiempo y del destino...".
No es este poemario una evocación melancólica del pasado, ni encontramos en él referencias a los espejismos fugaces de un tiempo mejor. Sí una reticencia impuesta a la autocomplacencia –"La conciencia, en secreto, blande un puñal en vilo"– de quien no está del todo conforme con su historia, de quien no se resigna a fijar para siempre la memoria engañosa. "Has conseguido al fin ser el que huye / de sí para acabar aún más consigo" (Las contradicciones), nos dice el poeta, y es ese huir la acción elemental del hombre consciente que sigue buscando, porque "el disfrute de ser también nos cansa" (La sorpresa incesante).
El poeta nos habla desde esa frontera imprecisa en la que la sombra da paso a la luz, "ni un paso más allá. / Ni un paso menos. / En el límite justo / de la nada y del tiempo" (Balada de la frontera), porque, como confiesa en el poema La nueva edad con el que cierra el libro, "ya no es tuyo ni el tiempo que robaste".
De esta sombra imprecisa, que en ocasiones difumina pasado y presente, Benítez Reyes rescata escenas decisivas de una juventud a medias vivida y soñada.
Son recuerdos perdurables que el autor ha frecuentado en su poesía y en su obra en prosa, como esos veranos eternos "en que el Enmascarado de Plata se enfrentaba / al imperio del Mal y a la amenaza imprevisible / surgida desde el fondo de un sepulcro" (Cine playa). También su primer acercamiento a la literatura, como ocurre en el poema El lector adolescente, en el que la serpiente –que es la tentación y la sabiduría– "apela a la razón del desdichado, / remueve el corazón del impasible".
Pese a que esta reflexión sobre el tiempo constituye el armazón que da coherencia al libro, en Ya la sombra el autor nos vuelve a sorprender con una rica variedad temática sustentada en poderosos símbolos recurrentes que enriquecen el tono del poemario. Por ejemplo, la luna –"Parece una moneda de plata el plenilunio" (Tres estrofas lunares)– o el mar "de los naufragios silenciosos. / El mar que no conoce a quien lo surca" (Mar de tránsito) o aquel de "las olas acrobáticas / y las aguas mudadas de color" (La mala mar).
Es también Ya la sombra un poemario de homenajes literarios y deslumbrantes y admitidos ejercicios retóricos (Ejercicio retórico con la imagen de un jardín, A la manera de Álvaro de Campos o Nostalgias retóricas). La tradición vive entre sus páginas, desde el cancionero renacentista a los poetas simbolistas o surrealistas. Felipe Benítez Reyes muestra el andamiaje de sus querencias literarias y conmueve con sus acertadas maneras.
En Ya la sombra, Felipe Benítez Reyes vuelve a interrogar al lector con la intensidad de la verdadera poesía y plantea un enigma sobre el tiempo y la memoria –"Hay algo en la verdad que no es verdad"– en el que podemos reconocernos. Si nos atenemos a la consolidada trayectoria poética del autor roteño, quizás pueda parecer redundante poner el acento en la evidente capacidad de Benítez Reyes para aunar rigor formal con un brillante muestrario de hallazgos poéticos, de imágenes sorprendentes; pero no lo es porque el poeta siempre consigue avivar la llama que late en el lector atento de su obra.
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