El baúl de la elegancia
Guión y dirección: Vanessa Martínez. Dirección musical, voz y pianos: Pasión Vega y Dúo del Valle. Arreglos: Alberto Martín Díaz. Clarinete: Reto Bieri. Baile: Eduardo Guerrero. Lugar y fecha: Teatro de la Maestranza, sábado 28 de septiembre de 2013. Aforo: Lleno
¿Cuántos objetos puede albergar un baúl? Tantos como para dar contenido a dos horas de espectáculo en las que se recrea una época pasada y se rinde homenaje a la Generación del 27. Ésta es la apuesta de la cantante Pasión Vega y de los pianistas malagueños Víctor y Luis del Valle, que el sábado estrenaron, con gran éxito, 2 Pianos con Pasión sobre las tablas del Maestranza. Bien es cierto que la mayoría de los asistentes eran fieles incondicionales de la cantante malagueña, pero no es menos verdad que el espectáculo en su conjunto -salvo ciertos aspectos mejorables- está bastante trabajado y logra la difícil mezcla de guión, voz y un excelente acompañamiento musical de dos pianistas que fueron, para quienes no los conocían, la gran revelación de la noche.
El espectáculo comienza con el misterio y acaba con una revelación. En su transcurso se suceden obras musicales de autores españoles del primer tercio del pasado siglo como Manuel de Falla, Federico García Lorca o Rafael de León. Los diálogos ayudan a encadenar las composiciones con cierta agilidad e introducen al espectador en la narración. Fue de menos a más. Al principio costaba acostumbrarse a unos temas en los que el protagonismo lo tenía el piano frente a una actuación vocal mínima. Había que meter al público en el ambiente intimista y no fue tarea fácil. De ahí que algunos aplausos y ovaciones resultaran al principio forzados.
En el segundo acto todo cambió. Nuevo vestuario -diseño del algabeño Antonio García- y otra luz distinta. Pasión se hacía con los temas que mejor domina. La emoción llegó a palparse cuando interpretó la canción Lejos de Lisboa (de Ernesto Halffter) que sirvió de prólogo a un fado. Recreaba el ambiente de la capital portuguesa, como lo hizo antes con la Habana y lo logró luego con Estambul o Granada. A estas alturas ya se sabe que Pasión no es sólo la voz de seda, sino que además tiene una cualidad interpretativa que contribuye a hacer partícipe de los temas al público. Una artista que canta sobre una escalera, sentada sobre un baúl o mientras se tumba en el suelo. Que le encuentra los más variopintos registros a Los cuatros muleros de Lorca (al que imprimió aires de jazz), que pone el teatro en pie con Granada, que adormece el aire con Nana de Sevilla, que siempre logra una nueva versión de Y sin embargo te quiero o le hace un guiño a la ciudad con las Sevillanas del siglo XVIII acompañada del magistral baile de Eduardo Guerrero.
Y todo ello con el fondo de dos pianos y un elemento que la acompaña siempre y la define a la perfección: la elegancia. Quizá sea esta cualidad la que hizo pasar por alto las dificultades para encontrar la tesitura adecuada en temas como La flor de Estambul, composición de Erik Satie con letra de Javier Ruibal. Aunque en algunos momentos rozó el chillido, la forma tan delicada de presentar este difícil tema (cantado en su mayoría tras el baúl) dejó casi imperceptible la discordancia sonora.
En suma, un completo espectáculo en el que el protagonismo casi único (a excepción de la aparición puntual de un clarinete y una caja de percusión) del piano no hace decaer la atención y supone una magnífica ocasión para corroborar la amplitud artística de Pasión Vega.
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