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El barroco está en el aire

Crítica de Flamenco

Juan Vergillos

10 de diciembre 2020 - 01:48

Belén López es una flamenca impactante, volcánica, visceral, dionisiaca. En su baile no hay medida, no la podría haber. Hizo cuatro bailes en la tarde de ayer en Sevilla y, al menos en dos de ellos, resultó una bailaora imprescindible. En las cuatro intervenciones que ofreció fue personal. En el trémolo Alma de Antonio Rey, que sonó grabado, dio fe de la enorme técnica que atesora. También de que tiene un oído absoluto y que su cuerpo es capaz de traducir a un lenguaje propio todas las notas musicales que suenan. Con el mantón resulta única porque mezcla el clasicismo con la técnica de pies de una bailaora de hoy.

Dejó estampas que permanecerán en la retina mucho tiempo. También las seguiriyas resultaron sorprendentes. Se adornó con los palillos haciendo un uso muy novedoso de los mismos. Fue frenética pero también sentimental. Y ofreció, como había ocurrido en el primer número, unos marcajes vibrantes. Luego están sus pies poderosísimos, por supuesto, y su sentido del ritmo absoluto. Por alegrías y por soleá también ofreció algunos detalles sorprendentes y las escobillas más elaboradas de la noche. Resultó en esta segunda parte, no obstante, una bailaora más convencional, acogiéndose a los cánones que marca el flamenco de hoy.

En su naturaleza reside esta capacidad volcánica, arrolladora. Por eso en la vía del clasicismo es donde encuentra un lenguaje más personal. El barroquismo ya viene de fábrica, y está en el aire. Éste es el quid de la cuestión de ser una gran intérprete, que lo es, o la bailaora imprescindible que puede llegar a ser.

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