Fauré tibio, Brahms arrollador

Barenboim, Riquelme, Gomziakov & Floristán | Crítica

Barenboim, Floristán, Riquelme y Gomziakov en un momento de su concierto en el Maestranza.
Barenboim, Floristán, Riquelme y Gomziakov en un momento de su concierto en el Maestranza. / Guillermo Mendo

La ficha

BARENBOIM, RIQUELME, GOMZIAKOV & FLORISTÁN

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Diálogos Concertantes. Michael Barenboim, violín; Joaquín Riquelme, viola; Pavel Gomziakov, violonchelo; Juan Floristán, piano.

Programa: Cuarteto con piano nº1 en do menor Op.15 de Gabriel Fauré [1880/1883]; Cuarteto con piano nº3 en do menor Op.60 de Johannes Brahms [1875].

Lugar: Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo 6 de abril. Aforo: Casi lleno.

Cuatro grandes solistas no siempre hacen un buen conjunto de cámara. Me llevé la impresión de que este cuarteto conocía mejor la obra de Brahms, que sonó con una rotundidad implacable. En Fauré hubo en cambio sus más y sus menos. El comienzo fue intenso, desde el primer compás, pero ya en el segundo tema, cuando los instrumentos entran uno a uno parecía que cada cual pretendía afirmar su personalidad, con un Barenboim de vibrato marcado, un Riquelme de sonido más límpido y un Gomziakov que quedó un poco por detrás en toda la obra, sin que su cello se igualara a la potencia sonora del conjunto en muchos pasajes. De todo ello resultó una visión un tanto dispersa, vaga, sutil en el color y la tímbrica, pero falta de mayor cohesión orgánica y de un punto de expresividad (se desperdiciaron las posibilidades del Adagio).

En cambio, la interpretación del Cuarteto Op.60 de Brahms me pareció sencillamente magistral. Técnica impecable al servicio de una lectura arrolladora, cargada de tensión dramática y de una intensidad creciente, sin tregua. El sonido de la cuerda pareció igualarse, Gomziakov empastó mejor con sus colegas e incluso en la entrada melancólica del Andante, en diálogo con un piano elegantísimo, dejó uno de los momentos más memorables del concierto. El Scherzo había resultado fulgurante y el movimiento final, rotundo y sin concesiones, destacó por un fraseo ardoroso y una admirable progresión de la energía, hasta desembocar en un cierre de poderosa contundencia.

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